De nunca permitir a medio hacer las cosas a ... Saber usar de la necedad.
Todos los principios son informes, y queda después la imaginación de aquella deformidad: la memoria de haberlo visto imperfecto no lo deja lograr acabado.
231. Nunca permitir a medio hacer las cosas. Gócense en su perfección. Todos los principios son informes, y queda después la imaginación de aquella deformidad: la memoria de haberlo visto imperfecto no lo deja lograr acabado. Gozar de un golpe el objeto grande, aunque embaraza el juicio de las partes, de por sí adecua el gusto. Antes de ser todo es nada, y en el comenzar a ser se está aun muy dentro de su nada. El ver guisar el manjar más regalado sirve antes de asco que de apetito. Recátese, pues, todo gran maestro de que le vean sus obras en embrión. Aprenda de la naturaleza a no exponerlas hasta que puedan parecer.
232. Tener un punto de negociante. No todo sea especulación, haya también acción. Los muy sabios son fáciles de engañar, porque aunque saben lo extraordinario, ignoran lo ordinario del vivir, que es más preciso. La contemplación de las cosas sublimes no les da lugar para las manuales; y como ignoran lo primero que habían de saber, y en que todos parten un cabello, o son admirados o son tenidos por ignorantes del vulgo superficial. Procure, pues, el varón sabio tener algo de negociante, lo que baste para no ser engañado, y aun reído. Sea hombre de lo agible, que aunque no es lo superior, es lo más preciso del vivir. ¿De qué sirve el saber, si no es práctico?. Y el saber vivir es hoy el verdadero saber.
233. No errarle el golpe al gusto, que es hacer un pesar por un placer. Con lo que piensan obligar algunos, enfadan, por no comprehender los genios. Obras hay que para unos son lisonja y para otros ofensa; y el que se creyó servicio fue agravio. Costó a veces más el dar disgusto que hubiera costado el hacer placer. Pierden el agradecimiento y el don porque perdieron el norte del agradar. Si no se sabe el genio ajeno, mal se le podrá satisfacer; de aquí es que algunos pensaron decir un elogio y dijeron un vituperio, que fue bien merecido castigo. Piensan otros entretener con su elocuencia y aporrean el alma con su locuacidad.
234. Nunca fiar reputación sin prendas de honra ajena. Hase de ir a la parte del provecho en el silencio, del daño en la facilidad. En intereses de honra siempre ha de ser el trato de compañía, de suerte que la propia reputación haga cuidar de la ajena. Nunca se ha de fiar, pero si alguna vez, sea con tal arte, que pueda ceder la prudencia a la cautela. Sea el riesgo común y recíproca la causa para que no se le convierta en testigo el que se reconoce partícipe.
235. Saber pedir. No hay cosa más dificultosa para algunos ni más fácil para otros. Hay unos que no saben negar; con éstos no es menester ganzúa. Hay otros que el No es su primera palabra a todas horas; con estos es menester la industria. Y con todos, la sazón: un coger los espíritus alegres, o por el pasto antecedente del cuerpo, o por el del ánimo. Si ya la atención del reflejo que atiende no previene la sutileza en el que intenta, los días del gozo son los del favor, que redunda del interior a lo exterior. No se ha de llegar cuando se ve negar a otro, que está perdido el miedo al No. Sobre tristeza no hay buen lance. El obligar de antemano es cambio donde no corresponde la villanía.
236. Hacer obligación antes de lo que había de ser premio después. Es destreza de grandes políticos. Favores antes de méritos son prueba de hombres de obligación. El favor a sí anticipado tiene dos eminencias: que con lo pronto del que da obliga más al que recibe. Un mismo don, si después es deuda, antes es empeño. Sutil modo de transformar obligaciones, que la que había de estar en el superior, para premiar, recae en el obligado, para satisfacer. Esto se entiende con gente de obligaciones, que para hombres viles más sería poner freno que espuela, anticipando la paga del honor.
237. Nunca partir secretos con mayores. Pensará partir peras y partirá piedras. Perecieron muchos de confidentes. Son estos como cuchara de pan, que corre el mismo riesgo después. No es favor del príncipe, sino pecho, el comunicarlo. Quiebran muchos el espejo porque les acuerda la fealdad. No puede ver al que le pudo ver, ni es bien visto el que vio mal. A ninguno se ha de tener muy obligado, y al poderoso menos. Sea antes con beneficios hechos que con favores recibidos. Sobre todo, son peligrosas confianzas de amistad. El que comunicó sus secretos a otro hízose esclavo de él, y en soberanos es violencia que no puede durar. Desean volver a redimir la libertad perdida, y para esto atropellarán con todo, hasta la razón. Los secretos, pues, ni oírlos, ni decirlos.
238. Conocer la pieza que le falta. Fueran muchos muy personas si no les faltara un algo, sin el cual nunca llegan al colmo del perfecto ser. Nótase en algunos que pudieran ser mucho si repararan en bien poco. Háceles falta la seriedad, con que deslucen grandes prendas; a otros, la suavidad de la condición, que es falta que los familiares echan presto menos, y más en personas de puesto. En algunos se desea lo ejecutivo y en otros lo reportado. Todos estos desaires, si se advirtiesen, se podrían suplir con facilidad, que el cuidado puede hacer de la costumbre segunda naturaleza.
239. No ser reagudo: más importa prudencial. Saber más de lo que conviene es despuntar, porque las sutilezas comúnmente quiebran. Más segura es la verdad asentada. Bueno es tener entendimiento, pero no bachillería. El mucho discurrir ramo es de cuestión. Mejor es un buen juicio sustancial que no discurre más de lo que importa.
240. Saber usar de la necedad. El mayor sabio juega tal vez de esta pieza, y hay tales ocasiones, que el mejor saber consiste en mostrar no saber. No se ha de ignorar, pero sí afectar que se ignora. Con los necios poco importa ser sabio, y con los locos cuerdo: hásele de hablar a cada uno en su lenguaje. No es necio el que afecta la necedad, sino el que la padece. La sencilla lo es, que no la doble, que hasta esto llega el artificio. Para ser bienquisto, el único medio, vestirse la piel del más simple de los brutos.