Las conversaciones en sociedad.

Fraseología urbana para las principales ocurrencias de la vida social.

Tratado completo de urbanidad en verso para uso de las niñas.

 

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Las conversaciones en sociedad.

Alguna vez será permitido, a fin de amenizar la conversación con la variedad, continuar la narración que acaba de concluirse, usando previamente de estas expresiones: "ahora que me acuerdo u ocurre"; "a propósito de esto"; "en confirmación de lo dicho por el señor o señora, voy a referir un lance...". Pero antes no debe llamarse la atención sobre él diciendo: "verán Vds. que cosa más chusca"; "van a desternillarse de risa al oírla"; "pásmense Vds. ... etc-.".

Al contar un suceso, para confirmarlo, jamás debe usarse los juramentos u otras aseveraciones que, sin serlo, lo parecen. Cuando escuchemos una historia, nunca se ha de interrumpir con preguntas necias e impertinentes, o cortar a la persona que habla diciendo como algunos descorteses: "eso lo se yo muy bien"; "esa anécdota me acuerdo de haberla leído en tal libro". Semejante defecto, no es solo una grosería insufrible, si que también un desaire para el sujeto que pensaba complacernos con su relación. Al que acaba de hacerla sería desmentirle abiertamente si poniendo en duda algunas circunstancias o algún pormenor de poca entidad se le dijese: "a ser cierto lo que Vd. refiere"; o "si Vd. dice la verdad... etc."; en lugar de decir: "según lo que Vd. refiere"; o "atendiendo a lo que Vd acaba de manifestar... etc-.". Sin embargo, cuando la narración fuese una impostura manifiesta, para que una joven no pase por tonta, a trueque de no parecer impolítica, podrá decir: "si no estuviera yo persuadida de la veracidad de Vd., diría que eso es una pura ficción o pulla o cuento".

Por pesada e insípida que sea una relación, especialmente cuando es una anciana quien la hace, es menester escucharla, pues fuera una grosería el instarle a que la abreviase, diciéndole: "al grano"; o "¿aun no acaba Vd.? ¿Durará mucho ese cuento o historia? ¡Jesús, qué larga!".

En la conversación debe huirse de la repetición de estas expresiones: "¿Está Vd.? Suponga Vd. ¿Digo bien? Si Vd. quiere. ¿Vd. me comprende? ¿Estamos?" y otras frases superfluas y empalagosas hijas de un mal hábito. En la exposición de un hecho tampoco han de usarse con frecuencia los verbos dice, dije, pues señor, ya se ve, como iba diciendo, amigo de mi alma, etc. La narración ha de ser breve para no molestar quizás con digresiones a los que nos escuchan.

Cuando a la persona que hable le falte algún término, no debemos sugerírselo, a menos que ella misma lo pidiere.

Al referirse a un hecho que ha ejecutado la persona con quien hablamos, los actos que no le hacen favor deben ponerse en impersonal o expresarse vagamente, v.gr.: uno se enfada a veces sin motivo suficiente, en vez de decir directamente: "Vd. se enfada sin ton ni son". Jamás la urbanidad se manifiesta mejor que cuando el hombre se ve obligado a decir una verdad desagradable.

Como las comparaciones exigen mucho tino y suelen ser odiosas, tienen que evitarse, mayormente cuando puede ajar el orgullo o la profesión de alguno de los presentes como decir: "Fulano charla más que un abogado o es más embustero que un sastre"; "el caballero N. ha bailado con más gracia, o tiene mejor voz que el de T.", pues a éste se le hace un disfavor imperdonable en su concepto. Por último, el adherirse exclusivamente a un caballero delante de otros, es faltar al miramiento que a éstos de les debe.

Respecto a las suposiciones, debemos advertir que cuando una de éstas se sujeta a la razón, a la costumbre y al gusto, está bien; pero ¡cuántas veces sucede lo contrario! La suposición es del todo inconveniente en el curso de una discusión, etc., si empeñáis a una persona respetable a ponerse en el puesto de un mal criado, de un loco o de una facineroso, como también si suponéis que sea en una posición vergonzosa o ridícula. Así, por ejemplo, sería fuera de propósito decir: "Supongamos que Vd. sea ese mal sujeto o que hubiese cometido tal crimen, a estas horas ya la habría Vd. expiado en el cadalso".

No es menos importuno comparar una persona ausente con alguna de las presentes, manifestando la semejanza que hay entre el mal genio o exterior poco ventajoso de la primera y el de la segunda; sería por lo mismo muy chocante decir: "el infeliz de que hablo es jorobado como Vd".