Las institutrices y su misión educadora.
La institutriz, persona de carrera y de educación distinguida, se considera siempre como parte de la familia.
Las institutrices.
Para realizar con buen éxito su misión de educadora, la mujer necesita una persona de entera confianza que pueda reemplazarla cerca de su hijo en los momentos que haya de atender a otros deberes.
Una persona de la familia, una buena nodriza o una antigua servidora de la casa afecta y cuidadosa, será suficiente mientras el niño es pequeño; después se hace indispensable confiarlos al cuidado de institutrices capaces de dirigir su educación.
Nunca como en estos momentos se necesita el cuidado de la madre para evitar al padre los lloros y las impertinencias del niño que empieza a andar y a tomar parte más activa en la vida.
A la vista de todo, el niño mal educado siempre se culpa a la mamá por lo menos de negligencia.
Cuando la nodriza se queda en la casa de ama de casa, ella es la encargada de llevar en el cochecito al niño a paseo en compañía de la mamá o de la institutriz. Las amas secas visten traje de moda, no llevan nada en la cabeza, y como único distintivo un delantal de merino negro, de grandes caídas y adornado en la parte superior con bieses de terciopelo negro. En cuanto a los trajes de nodrizas y niñeras, no se necesita describirlos.
La mamá cuidará de que sus hijas vistan con elegancia, sin lujo, y que posean muñecas, pelotas y los objetos necesarios para el juego y el sport.
"A una institutriz no se le ordena ninguna faena casera"
Generalmente se eligen en la primera edad institutrices para niños y niñas. La razón es comprensible, tanto porque los pequeñuelos necesitan múltiples cuidados, además de la instrucción, como porque es más fácil que sea una mujer la que secunde a la madre.
La institutriz, persona de carrera y de educación distinguida, se considera siempre como parte de la familia.
Una institutriz acompaña a la niña al salón y come en mesa aparte de los criados. Cada vez que se la designe se añade la palabra señorita o señora a su nombre, y los dueños la tratan siempre con fórmulas de cortesía y de gran deferencia.
A una institutriz no se le ordena ninguna faena casera, y si por su voluntad se presta un pequeño servicio, traer un vaso de agua, etc., se le dan las gracias.
Los padres cuidarán de mantener el prestigio de la institutriz, aprobando en presencia de los criados y los niños todo cuanto ella haga,
Por su parte, la institutriz ha de ser sumisa a todas las órdenes de los dueños, por leves que sean, y por ningún concepto mezclarse en asuntos ajenos al cuidado del niño ni tener relaciones familiares con las visitas de casa. La institutriz solo entra en el salón acompañando a los niños, y esto en caso de ser llamada.
Su situación suele despertar el odio de los criados, y conviene que, sin familiarizarse con ellos, los trate siempre con dulce deferencia para ganarse su voluntad.
Con los niños que educan han de ser siempre indulgentes, sin tolerar la familiaridad, que perjudicaría al respeto que deben tenerles.