Lección sobre la conversación. Parte I.

El referir casos o contar cuentos, debe ser muy rara vez, y solo cuando vengan muy al caso advirtiendo que sean cortos.

Lecciones de Mundo y de Crianza. Cartas de Milord Chesterfield. 1816.

 

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La conversación.

Cuando estés en una compañía, no importa que entres muchas veces en la conversación general, pero jamás seas difuso; porque así estás seguro de que si no das gusto, a lo menos no cansarás a los que te escuchan o desean tomar la palabra.

Infórmate del carácter y circunstancias de los concurrentes, antes de dar vado a los que tu imaginación pueda sugerirte; porque en todas las juntas hay mayor número de necios que de sabios; y son más los que merecen ser censurados que losque gustan de serlo; y como accidentalmente puedes ponerte a hacer el elogio de una virtud, de que notoriamente carezca uno de los presentes, o a declamar contra el vicio, de que alguno esté tachado, te expones (por más que tus discursos sean generales, y no indiques ni aun conozcas a los sujetos) a que ellos se los apliquen y crean que son personalidades dirigidas con toda intención.

El referir casos o contar cuentos, debe ser muy rara vez, y solo cuando vengan muy al caso advirtiendo que sean cortos, omitiendo las pequeñas circunstancias, y evitando digresiones, pues el que recurre con frecuencia al libro de su memoria, da muestras de gran falta de imaginación.

No agarres a nadie de los botones, de la mano, etc. ni le toques con la tuya al que deseas que te escuche, porque si no tiene gana de oírte, mejor será que tires de tu lengua, que no de la ropa de él.

Los que hablan mucho suelen separar de la concurrencia a algunos de los más pacíficos para secretear, o a lo menos para decirle a media voz una infinidad de cosas indiferentes. Esto es muy mala crianza, y es un fraude a la sociedad en que la materia de la conversación debe ser general y común a todos.

Hasta los niños saben que se tiene por hombre de muy malos modales al que interrumpe a otro para hablar él, o para llamar la atención de los demás a diferente asunto.

"Nunca presumas de tener más ciencia o talento que los circundantes, pues al que ven que se precia de sabio todos le hacen preguntas"

Siempre es mejor convenir en el asunto de que se trata en la conversación que proponerle; porque si tiene talento podrás manifestarlo más o menos según el caso, y si no lo tienes menos malo será que no aciertes en asunto dado por los otros que si yerras en el propuesto por ti.

Nunca presumas de tener más ciencia o talento que los circundantes, pues al que ven que se precia de sabio todos le hacen preguntas, y si le hallan superficial le ridiculizan o desprecian; y cuando no, le llaman pedante; y nada rebaja tanto el verdadero mérito, que siempre llegan a descubrir las gentes, como la necia vanidad de tenerle.

No digas todo lo que alcances sino en muy raro caso, que eso solo compete a los maestros, y más vale que te dejes sonsacar las cosas que no demostrar un prurito de decirlo todo; y con esto serás tenido por modesto, y reputado por hombre de más conocimientos de los que verdaderamente tengas; pues la modestia es tan recomendable cualidad que atrae y cautiva los corazones de las gentes, por suponerla compañera del mérito; y al contrario son muy chocantes y detestables el descaro y la presunción.

Cuando te expongas al dicho de alguno, o contradigas su opinión procura que tu aire, tu modo, tus palabras y tu tono de voz sean dulces y políticas, con naturalidad, con fluidez y sin afectación; usa de paliativos como: " puede ser que yo me engañe ... yo no estoy seguro ... pero me parece ... yo me inclino más ... etc. "; y por último termina la disputa con chiste para manifestar que no estás resentido ni quieres que lo quede tu contrario; pues los argumentos acalorados suelen sacar de tino a uno y a otro por entonces a lo menos, y así, lo mejor es cuando haya mucha gente, o sea desconocida, excusar todo lo posible conversaciones problemáticas y disputables, porque las más veces se acaloran las partes, gritan, y al fin se indisponen recíprocamente; pero en viéndote metido a sostener tu opinión o tu dicho, hazlo sin ardimiento, y sin descomponerte interior ni exteriormente, aunque creas o conozcas que la razón está de tu parte y si no basta el exponer tu dictamen con serenidad y con modestia, procura cortar la conversación sin desairar a tu contrario, diciendo: está visto que no podemos conformarnos, ni hay para que tampoco; con que mejor será que dejemos tratar a estos señores de sus cosas, que bastante tiempo han tenido la condescendencia de dejarnos hablar; y esto con cara muy risueña.

"Muchos mentecatos hay que oyen alguna cosa dicha con gracia en una visita, y tratan de repetirlo en otra muy distinta"

Ten siempre presente que no solo hay reglas generales de cortesía y urbanidad, que han de observarse en toda concurrencia de gentes, sino que hay otras particulares de civilidad y política, que prescriben ser una cosa bien recibida en una sociedad, y mal en otra; hablo de las chanzas, las bufonadas, anécdotas, etc. que en tal tertulia gustan mucho, y en otra no pueden sufrirse; hallarás también que un dicho, un gesto, un ademán tendrá mérito hoy en una casa, porque alude al carácter extravagante de alguna persona concurrente a ella o conocida, o porque han tomado aquel estribillo, o por que se divierten con hablar en tal jerga; pero mañana que falten aquellas circunstancias, no solo no tendrían mérito sino que sería una insipidez, una frialdad, y quizá un demérito el repetir y recordar tal cosa.

Muchos mentecatos hay que oyen alguna cosa dicha con gracia en una visita, donde la hicieron muy apreciable las circunstancias; y así que llegan a otra, sin conocer que sean muy distintas, creyendo merecer el mismo aplauso que el autor del oportuno y gracioso chiste, entran con mil enfáticos preámbulos, diciendo: voy a contar a ustedes el caso más particular que puede darse; van ustedes a oír la cosa más graciosa del mundo. Estas paradas ponen a todos en expectación, y como luego les oyen una simpleza sin sal, sin alusión, y tal vez, sin haberla sabido decir, suele echarse a reír; pero la risa es de verse chasqueados por un majadero, como si hubieran visto a la corneja cubierta de plumas de pavo real.

No te hagas nunca el misterioso o el enigmático; pues por una parte denotas poca confianza de los que te están oyendo, y por otra te haces sospechoso a todos ellos; y con ser tenido por misterioso lograrás que los otros los sean verdaderamente contigo, y por tanto no saber jamás cosa alguna; la habilidad está en ser franco, abierto e ingenuo al parecer, pero teniendo mucha reserva y prudencia interiormente, para ocultar uno sus pensamientos, aparentando franqueza para no desconfiar a los que acaban de manifestarse en tu presencia; porque en todo concurso se aprovecharán los más de tu indiscreción, o de tu descuido, si les fuera útil para alguno de sus fines. El secreto propio es el único misterio de los hombres de talento; y el misterio es el único secreto de los charlatanes.

Si un tonto sabe un secreto, lo dice porque es tonto; si un pícaro lo sabe lo dice siempre que tenga el menor interés en decirlo; pero las mujeres y los muchachos no saben callar secretos por hacer vanidad de que se los han confiado; y así excusa todo lo posible el fiárselos; pero sobre todo nunca digas a persona alguna, aunque sea tu amigo, tu querida o tu mujer un secreto que les importa, porque les das a entender con tu poca retentiva que te cabe en el pecho, y así ni te fiarán los suyos, ni creerán ser los únicos a quienes se lo hayas revelado; y con esta idea se lo comunicarán a otros sin temor de ser descubiertos; pero no sucederá lo mismo cuando comuniques un secreto a la persona que le haga al caso, pues probablemente te lo guardará aunque supiera que estaba entre muchos.

Finalmente te advierto que ni el hombre que los calla todos, ni el que todos los cuenta son acreedores a que les refiera secreto alguno; y también, que así como los pequeños secretos hay pocos que sepan callarlos, hay pocos que gusten ser citados en los de consecuencia. Suele haber ocasiones en que conviene decir la mitad del secreto para disimular la otra mitad, pero rara es la vez en que debe uno decir el todo; y así es menester tener gran tino para saber hasta dónde se ha de llegar, y de donde no se ha de pasar.