Tarde diecinueve. De la ociosidad.
Catón se arrepintió de haber pasado un dia entero sin haber hecho nada.
El tiempo es precioso, la vida corta, por consiguiente no debiera perderse un momento. Los que reflexionan saben bien esto, y ponen la suma total del tiempo a interés o placer; quiero decir que nunca están ociosos, sino continuamente empleados en el estudio u honestas diversiones. Es tan conocido como cierto el adagio, "la ociosidad es la madre del vicio". No es menos cierto igualmente que la pereza es la herencia de los necios, y que nada hay tan despreciable como un perezoso. Catón, el censor, sabio y virtuoso Romano, solia decir que solo de tres acciones de su vida estaba arrepentido: la primera era haber revelado un secreto a su mujer; la segunda, haber ido una vez por mar, pudiendo haber ido por tierra; y la tercera, haber pasado un dia entero sin haber hecho nada.
"Ten cuidado de los ochavos, decia uno, porque las onzas de oro lo tendrán de sí mismas."
Y yo os digo: tened cuidado de los dias; no desperdiciéis las medias horas, ni los cuartos, pues al fin del año hacen una suma considerable. Por ejemplo, hay en el dia pequeños intervalos entre el estudio y los pasatiempos; en lugar de estar sentado un hombre con los brazos cruzados, o arrojando por su boca y narices tanto humo como una chimenea, vale más tomar un buen libro, y leer un trozo de él no superficialmente, sino haciéndose cargo de lo que se lee. Cuando leáis, no paséis a un segundo período sin haber entendido el primero, y no dejéis el libro hasta que lo comprendáis, pues de lo contrario, al fin de una semana, es como si no lo hubierais leido.