Urbanidad del modo de entrar en casa de la persona a quien se visita.
Cuando se visita a alguien, si la puerta está cerrada es muy descortés golpear fuerte, o dar más de un golpe.
Urbanidad del modo de entrar en casa de la persona a quien se visita.
Cuando se visita a alguien, si la puerta está cerrada es muy descortés golpear fuerte, o dar más de un golpe; hay que llamar con suavidad y esperar pacientemente a que abran la puerta.
Golpear a la puerta de una habitación es no conocer las normas de educación; simplemente hay que llamar suavemente; y si la persona no viene, hay que apartarse de la puerta, para que no lo encuentren a uno como si estuviera escuchando o espiando, lo que sería muy chocante y de muy mal gusto.
Cuando abren la puerta y quien abre pregunta el nombre, hay que decirlo, sin anteponerle nunca el calificativo de señor.
Si la persona a quien se visita es de rango muy superior y no se hallara en casa, no es educado decir el nombre de uno; hay que decir tan sólo que se volverá de nuevo.
Si uno es totalmente extraño en la casa adonde va, es mucho descaro entrar uno por sí mismo, sin que nadie lo introduzca. Hay que esperar a que le manden entrar, incluso si la puerta estuviere abierta.
Si no hubiere nadie para introducirle a uno y razonablemente considera que puede tomarse la libertad de entrar, hay que entrar sin hacer ruido, y no empujar la puerta con excesiva fuerza. También hay que procurar, al abrir o al cerrar una puerta, y cuando uno se marcha, hacerlo con mucha suavidad y sin ruido.
Cuando se abre una puerta es totalmente contrario a la urbanidad dejarla abierta. Hay que tener cuidado de cerrarla, si no hubiera una persona para hacerlo.
Cuando se espera en una sala o en el vestíbulo, no es educado pasearse; eso está prohibido incluso en casa de príncipes; y mucho más lo está cantar o silbar.
Por decoro se debe tener la cabeza descubierta en las habitaciones y en los vestíbulos, incluso si no hay nadie. Y cuando se está en casa de una persona de calidad eminente, hay que tener cuidado de no cubrirse, y de no sentarse dando la espalda a su retrato o al de una persona que deba respetarse.
Sería descortés entrar con la cabeza cubierta en lugares donde estuvieran personas de importancia y consideración. Hay que descubrirse siempre antes de entrar en ellos.
Si la persona a quien se visita está escribiendo, o haciendo cualquier otra cosa, no es educado distraerla; hay que esperar a que se vuelva ella misma. Tampoco es educado entrar con atrevimiento en el lugar donde hay varias personas ocupadas conjuntamente, a menos que exista algún asunto muy urgente o importante que obligue a ello o que se pueda resolver sin ser notado.
Cuando se entra en la habitación de una persona y ella no está, no hay que ir de un lado a otro, ni examinar lo que hay dentro, sino que se debe salir inmediatamente y esperar en el vestíbulo. Si sobre la mesa de la habitación hubiera papeles, escritos, cartas u otras cosas parecidas, es descortés mirar curiosamente de qué se trata. Por el contrario, hay que apartar la vista y alejarse.