Del traje en general. Manual de Carreño
El vestir correctamente no es otra cosa que vestir adecuadamente y con gusto. Hay un tercer factor, que no es precisamente la moda, sino la sencillez
El vestuario en la vida social
Manual de Buenas Costumbres y Modales. Urbanidad y Buenas Maneras
Aquella urbanidad
1. Hemos llegado a lo que es, posiblemente, uno de los aspectos más fascinadores e interesantes de la vida social. Después de la forma de expresarnos y de nuestros ademanes, el vestir es una indicación casi inequívoca de nuestro carácter, personalidad y cultura. El vestir correctamente no es otra cosa que vestir adecuadamente y con gusto. Hay un tercer factor, que no es precisamente la moda, sino la sencillez.
2. Únicamente las personas de grandes rentas pueden estar cambiando continuamente su guardarropa, porque pueden descartar sus trajes y vestidos cuando los han usado a lo sumo una o dos veces, pero la mayoría de los mortales somos escasos de recursos, y debemos escoger ropas serias, sencillas y de matices oscuros, porque tienen la ventaja de no ser llamativas, sino que pasan desapercibidas.
3. La mujer bien vestida no necesita ser esclava de la moda, sino que sigue la tendencia general del estilo, teniendo cuidado de no llevar vestidos ni trajes que la hagan parecer cómica, y se niega a aceptar ridiculeces, únicamente por que "así se usa". Las personas bien educadas no se visten sino de acuerdo con sus posibilidades económicas y su posición social. La vulgaridad se manifiesta en querer aparentar lo que no somos.
4. Es así mismo una vulgaridad llevar cosas finas en momentos inoportunos. El chifón no se hizo para jugar tenis, ni los tacones altos para caminar por abruptos senderos y veredas. Los casimires estilo inglés resultan tan fuera de lugar en los bailes, como el frac y la chistera para trabajar en las oficinas y en las fábricas.
5. Siempre existe un color especial que le cae mejor a la persona que a los demás. Una de las primera obligaciones de toda mujer que desea andar siempre bien vestida, consiste en descubrir el color que le queda a su persona, aferrándose a aquél, por supuesto, en varios matices, sin hacer caso de los dictados de la moda. Es muy conveniente consultar a este respecto con los sastres y modistas, quienes nos conducirán por el mejor camino, pero no nos fiemos nunca del juicio de los amigos... y menos de las amigas.
6. El color debe ser de acuerdo con la edad y el tipo de la persona. El color de rosa, el verde, el rojo y el amarillo, se quedan para las jóvenes; el negro, el púrpura y el lila para las personas de cierta edad. Las mujeres maduras deben procurar lucir jóvenes, pero no querer aparecer juveniles. Las bonachonas abuelitas se ven muy mal usando colores destinados para las jovencitas de quince a veinte. Parecen cotorras o guacamayas.
7. Resulta todavía más difícil escoger el corte que el color, porque como no todos tenemos el mismo cuerpo, las modas no nos quedan a todos por igual. Cometen un error muy grande quienes escogen un modelo para sí mismos, únicamente porque está de moda, sin fijarse si les queda a su tipo y estatura.
8. Las mujeres, más que los hombres, deben procurar vestir de conformidad con su figura y color de los cabellos, ojos y cutis. Las mujeres inteligentes y bien vestidas prefieren tener tan solo un vestido que no sea llamativo, pero que les caiga bien, a tener docenas de ropajes de moda, que hacen que el público las vuelva a ver, pero únicamente para ridiculizarlas.
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9. Un anillo hermoso atrae la atención de la mano, un collar llama la vista hacia la garganta. Lo mismo que el anillo y el collar, los adornos de los vestidos atraen la mirada hacia determinado lugar del cuerpo. Por lo tanto, hay que pensar mucho los adornos antes de ponerlos. Los adornos deben usarse muchas veces para hacer resaltar lo bello, apartando la atención de los defectos. En pocas palabras, los adornos deben acrecentar la belleza, no mermarla.
10. Pocos son los hombres que se dan cuenta de la tremenda importancia que tiene la ropa en la vida moderna, lo mismo en la sociedad que en los negocios. No hay ninguna exageración en el viejo proverbio que asegura: "El hábito no hace al monje, pero le hace parecer", que tiene su contraparte aplicada a los ridículos: "Aunque la mona se vista de seda, mona se queda".
11. Los hombres acostumbrados a vestir bien tienen cierta especie de descuido que los ignorantes no pueden reconocer. Parece paradoja, pero lo que queremos decir es que el hombre bien vestido, anda siempre correcto por costumbre y por instinto. Viste bien, pero sin llamar la atención. El sombrero y los zapatos están inmaculadamente limpios, lo mismo que sus camisas y pañuelos, y da la impresión de andar siempre bien vestido, de día y de noche, sin esforzarse para ello.
12. Casi resulta innecesario que digamos que el hombre arreglado no se deja jamás crecer los cabellos más de la cuenta, ni prescinde de rasurarse todos los días, y lleva siempre las uñas bien presentables, aunque el esmaltársela resulta de muy mal gusto. Tanto en la casa como en la calle y en la oficina, el caballero no anda nunca en mangas de camisa, y en el caso de que la temperatura sea bastante alta, debe ponerse trajes esponjosos o de lino.
13. El caballero lleva traje de etiqueta (frac), para los matrimonios que se celebran en la noche, para concurrir a la ópera, para los bailes ceremoniosos y los banquetes, y para todas las funciones llamadas generalmente de etiqueta. Con el frac deben llevarse, chaleco blanco sencillo o cruzado, camicha de pechera almidonada sin plisados, cuellos de pajarita con amplio espacio al frente y corbata blanca de moño, también blanca. Asi mismo, los guantes y el pañuelo deben ser blancos, y si se lleva bufanda, tiene ésta que ser blanca, o de blanco y negro. El abrigo que se lleva con el frac tiene que ser negro o azul marino oscuro. Completan el conjunto zapatos negros de charol, de los conocidos como zapatillas, calcetines negros de seda y sombrero de copa. Cuando se lleva bastón, debe éste hallarse desprovisto de adornos.
14. Para el restaurante y para el teatro, lo mismo que para comer en casa con invitados, y para todas las funciones más o menos de confianza que exige algo más que la indumentaria común y corriente de la calle, se lleva el smoking, del cual hablamos ya en algún capítulo anterior, relativo al vestido que debemos usar dentro de la casa.
15. El jacket o levita, con pantalones a rayas, los llevan los chambelanes en las ceremonias matrinoniales que se celebren durante el día, los que van al lado del féretro en los entierros, y el hombre bien vestido en todas las ocasiones ceremoniosas por la mañana y por la tarde. La camisa correcta para la levita y los pantalones listados, es la blanca lisa, o con listas muy angostas grises o negras. El chaleco puede hacer juego con el jacket, o de colores gris claro (perla) o ante. Se lleva cuello de pajarita con corbata de moño gris, o negro y blanco. Zapatos de charol con calcetines de seda negros, o grises, y sombre de copa. Queda a gusto del interesado llevar o no polainas.
16. El hombre bien vestido siempre es parco en su indumentaria, y lo mismo sus trajes de trabajo que los de calle, están hechos con buenos materiales, y cortados a la moda sin llegar a los extremos. El traje correcto de negocios no es llamativo, ni en su corte, estilo o color. Esta indumentaria sirve para toda ocasión de confianza durante el día, y se le puede llevar hasta en los matrimonios civiles por las tardes, a los almuerzos de confianza y a los tés íntimos.
17. En los climas cálidos y en el campo o para ir a la iglesia, el saco azul marino con pantalones blancos de franela resultan muy convenientes y elegantes. Por supuesto, el hombre bien vestido usa ropas campestres únicamente cuando se halla enla campiña, y no se expone a hacer el ridículo en la ciudad, con sus pantalones bombachos de jugar al golf, o sus pantalones blancos de tenis. En pocas palabras, la indumentaria del hombre bien vestido, siempre está en consonancia con la hora, el lugar y la persona.
18. Las formas y demás condiciones del traje que debemos llevar en sociedad, están generalmente sujetas a los caprichos de la moda; y a ellos debemos someternos en cuanto no se opongan a los principios de la moral y de la decencia, sin que nos olvidemos, cuando hayamos llegado a una edad avanzada, de las modificaciones que en este punto aconsejan entonces la circunspección y la prudencia. Pero existen ciertas condiciones a que no alcanza la influencia de la moda, por estar fundadas en la propiedad y decoro, según lo que racionalmente exigen las diferentes situaciones sociales, y pueden por tanto establecerse, respecto de ellas, algunas reglas generales de aplicación invariable y constante.
19. Los deberes relativos al traje no están fundados únicamente en nuestra propia estimación, la cual exige siempre de nosotros un porte honesto y elegante, sino en la consideración que debemos a la sociedad en que vivimos, para quien es ofensivo el desaliño y el desprecio de las modas reinantes, así como la impropiedad en el con junto y los colores de las diferentes piezas de que consta el vestido. La persona que vistiese caprichosa o negligentemente, se equivocaría si pensase que lo hacía tan sólo a costa de su propio lucimiento y decoro, pues su traje manifestaría en la calle poco respeto a los usos y convenciones sociales del país, y en una visita, en un festín, en un entierro, en una reunión de cualquiera especie, iría a ofender a los dueños de la casa y a la concurrencia entera.
20. Debemos aparecer siempre en la calle decentemente vestidos; y en todos los casos en que no salgamos de nuestra casa con el objeto de asistir a reuniones, o de hacer visitas que requieran un traje especial, tengamos por regla general e invariable el respetar las convenciones sociales, y armonizar con el espíritu y con los usos generales de la sociedad, usando vestidos que sean propios de cada circunstancia, de cada día, y aún de cada parte del día.
21. Según esto no es lícito a ninguna persona presentarse en la calle el día de gran festividad con el vestido llano de los demás días; ni puede una señora llevar de tarde el traje propio de la mañana, o viceversa; ni puede un comerciante vestirse de lujo en las horas de negocios, ni fuera de estas horas puede aparecer con el traje sencillo del trabajo.
- El vestuario en la vida social
- El vestuario en la vida social II
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