El vestuario habla por nosotros
Los trajes dicen mucho de nosotros, qué tipo de trabajo tenemos, cómo es nuestra forma de ser o cuál es nuestro poder adquisitivo
La moda habla aunque el protocolo enmudezca
Las reglas de protocolo se van perdiendo, parece que cada vez hablamos más e insinuamos menos pero, ¿hizo falta que Joan Fontaine en "Rebeca" o Audrey Hepburn en "Sabrina" dijeran algo cuando se quitaban un guante?
Los trajes dicen mucho de nosotros, qué tipo de trabajo tenemos, cómo es nuestra forma de ser o cuál es nuestro poder adquisitivo. Y ya en el siglo XIX se podía saber por la vestimenta el estado civil de la dama o el tipo de fiesta al que se asistía solo con mirar el vestido.
Cuando las damas llevaban pocas joyas y colores claros, no hacía falta preguntar si no tenían novio, mientras que vestidas con tonos más fuertes y abundante joyería era un error pretenderlas.
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De esto y otras muchas curiosidades, hablan en silencio los maniquíes del Museo del Traje de Madrid.
Un recorrido por sus estancias es un paseo por la historia de la etiqueta y la indumentaria exigida a la hora de cenar. Lo cuenta María Azcona, responsable de difusión del museo.
"En el siglo XIX se tirarían de los pelos si vieran que lucimos las piernas en las fiestas, las damas de la época llevaban pantalones debajo de los vestidos", cuenta Azcona.
Lo curioso es que tampoco han cambiado tanto las cosas
En el siglo XVI se utilizaban materiales brillantes, hilos de oro y plata para que refulgiesen a la luz de las velas. Ese brillo era sinónimo de poder, un mensaje a través de materiales y colores que sigue vigente en nuestros días. No hay más que mirar algunas de las piezas del museo, como un vestido dorado de Versace confeccionado en su totalidad con cristales Swarovski.
Desde los siglos XVI a principios del XX, según los expertos, los detalles se cuidaban al extremo. Los hombres lucían joyas incrustadas en botones o hebillas de estrás, mientras las mujeres, se preocupaban tanto del exterior como el interior.
"Aunque no hemos encontrado documentos sobre ello, seguro que también cuidaban la ropa interior que se ponían bajo los vestidos cuando tenían una cena especial", apunta Azcona.
El objetivo de la vestimenta de protocolo era la ostentación y la moda pasaba por preservar la voluptuosidad femenina. Tuvo que transcurrir casi todo el siglo XIX para que se empezara a utilizar el escote barco, eso sí, en las fiestas nocturnas.
La Revolución Industrial trajo la burguesía y el lenguaje de algunos complementos cambió. Los hombres necesitaban trajes funcionales para ir a trabajar y utilizaban ese mismo uniforme para las cenas de gala, por lo que eran las mujeres las que lucían todas las joyas, en una clara demostración del poder económico del varón.
En la actualidad, el protocolo en la vestimenta prácticamente se ha diluido porque la sociedad es muy distinta.
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Los hombres mantienen costumbres históricas, siguen utilizando prendas como el chaqué para ceremonias de día y el fracy el esmoquin al caer la tarde.
Las mujeres, en cambio, vuelven a encorsetarse, ahora con el objetivo contrario: marcar sus curvas, esta vez con libertad, pero está claro que ya no podrán dejar un guante como mensaje