Protocolo Real. ¿Raya en lo ridículo?
Las formas de comportamiento son dictadas por el protocolo, el cual, más que el arte de "saber estar", es el lenguaje del poder, según los especialistas de esta disciplina.
Protocolo Real. ¿Raya en lo ridículo?
Al entrar a ver a su madre, la reina Isabel II de Inglaterra, el príncipe Carlos debe hacer una reverencia profunda. No puede hablarle antes de que ésta le dirija la palabra y, cuando por fin lo hace, debe decirle "Su Majestad". Desde que la reina accedió al trono, Carlos y sus hermanos dejaron de llamarla "madre".
La reina de España, doña Sofía, sabe desde que era princesa de Grecia que no debe tocarse demasiado el cabello. Esto es visto como señal de coquetería o nerviosismo, los cuales no corresponden a su investidura. Cuando Doña Letizia Ortiz se comprometió en matrimonio con el príncipe Don Felipe, una de las cosas que se le criticaba era su hábito de juguetear con el pelo.
En la Corte francesa, durante la época de los luises, se dieron las reglas de conducta más extremas de la historia de ese país. Por las mañanas, cuando la reina se levantaba, las duquesas, condesas y demás damas tenían el privilegio de ayudarla a vestirse. La persona de más alto rango era la encargada de colocar las prendas más íntimas.
María Antonieta, la reina más controvertida, cuando aún era "delfina" (princesa), fue la primera en usar sus privilegios para humillar a un súbdito (Madame du Barry, la amante de su suegro, Luis XV). Evitaba dirigirle el saludo para que ella, a su vez, no pudiera hablarle.
Todas estas formas de comportamiento son dictadas por el protocolo, el cual, más que el arte de "saber estar", es el lenguaje del poder, según los especialistas de esta disciplina.
Este compendio de buen gusto, buenas maneras, educación y pautas de conducta para la nobleza fue dictado, en su momento, por necesidades de seguridad y distinción de las jerarquías, que actualmente, en las sociedades democráticas, puede parecer ridículo o exagerado.
Con el paso del tiempo, sus normas se han ido suavizando, si bien en la Corte británica, por ejemplo, es más rígido que en las monarquías nórdicas o en la española.
Con los matrimonios de los actuales herederos europeos con jóvenes no pertenecientes a la nobleza, las normas han dado un giro muy importante. Véanse los casos de Dinamarca, Holanda, Noruega y el matrimonio del príncipe de Asturias, Don Felipe de Borbón, con la periodista Doña Letizia Ortiz.
Reglas muy estrictas.
A lo largo de los siglos, reyes y reinas han visto su vida pública sometida a unas pautas de conducta muy estrictas.
Así, la tradición marcaba la prohibición de que los soberanos llorasen o mostrasen sus emociones en público. Doña Sofía, en España, fue la primera en transgredir esta norma al llorar abiertamente durante el funeral de su suegro, don Juan de Borbón, Conde de Barcelona. Recientemente, las escenas de duelo de la princesa Letizia, durante los funerales por su hermana Érika, son otro ejemplo de relajación en las estrictas reglas a las que se someten a estas personas.