Imposición de las Birretas Cardenalicias en la Real Capilla. Discurso de Monseñor Segna.
Discurso de Monseñor Segna en la ceremonia de imposición de las Birretas Cardenalicias en la Real Capilla.
Imposición de las Birretas Cardenalicias en la Real Capilla, el domingo 14 de Diciembre de 1884.
En ese día se verificó en la Capilla Real la solemne ceremonia de imponer S.M. el Rey la Birreta Cardenalicia a los Emmos. Sres. D. Antolín Monescillo y Viso, Cardenal Arzobispo de Valencia, y D. Ceferino González, Cardenal Arzobispo de Sevilla, electo de Toledo.
A las once y cuarto llegaron a la Real Capilla el Rey, la Reina y las Infantas, precedidos de gran número de Grandes de España y Damas de honor. Los nuevos Cardenales, los Ablegados Apostólicos, los Guardias de Su Santidad, ocupaban sus respectivos sitiales, así como el Nuncio, el Patriarca, el Obispo auxiliar de Madrid y los altos dignatarios que concurren a estos actos.
Monseñor Segna, Ablegado Apostólico, puesto en pie frente al regio dosel, pronunció el siguiente discurso:
Augusto y Católico Rey de España: El Sumo Pontífice, el Papa
León XIII, me ha encomendado este honorífico encargo, a fin de que me presente ante V.G.M. en este fausto y solemne día.
Pues siéndole perfectamente conocidas las esclarecidas dotes de entendimiento que brillan y resplandecen en el Eminentísimo y Reverendísimo Sr. Antolín Monescillo y Viso, Arzobispo de Valencia, la fama de profunda sabiduría que parece haber fijado asiento en su alma, el río de oro de su elocuencia, la profesión de su ardiente piedad, y su inflamado celo en defender y propagar la Religión Católica: que después de haber desempeñado otros cargos con gran fama de ingenio, habilidad y prudencia, no ya gobernó, sino más bien ilustró con el esplendor de sus virtudes, primero la Iglesia de Calahorra, después la de Jaén y por último la de Valencia, ha resuelto recibir al mismo en la Congregación de Cardenales. Por lo cual, el Sumo Pontífice, conociendo que esto había de ser del agrado y aceptación de V.M. y también para dar un evidente testimonio de su amor y de su benevolencia hacia el ínclito pueblo español, llevando a efecto el propósito que había concebido, en el Consistorio del día 10 de Noviembre proclamó al insigne Prelado Cardenal de la Santa Iglesia Romana.
Y en su consecuencia, me encargó entregase a V.M. la Birreta encarnada, símbolo de la dignidad Cardenalicia, para que, con vuestras mismas Reales manos se la impongáis y honréis al muy esclarecido Prelado, proclamado Cardenal.
Satisfecha, pues, esta misión que se me ha confiado, cumplo a la vez el gratísimo encargo de presentar a V.C.M. los votos que Nuestro Santísimo Señor, con íntimo afecto de su corazón, ofrece al Dios Omnipotente, para que proteja, engrandezca, enriquezca y colme de todos los bienes a V.M. y a la augusta Reina, a la Real Familia y a esta ilustre Nación española, cuyo cetro lleváis en vuestras manos.