Deberes para con Dios. Urbanidad cristiana.

Todo cristiano tiene para con Dios muy sagrados deberes e íntimas relaciones, provenientes de ser El nuestro Creador, nuestro Redentor y nuestro Glorificador.

 

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¿De dónde provienen los deberes de todo cristiano para con Dios? ¿Puede la Urbanidad prescribir deberes para con Dios en la vida íntima?

Todo cristiano tiene para con Dios muy sagrados deberes e íntimas relaciones, provenientes de ser El nuestro Creador, nuestro Redentor y nuestro Glorificador. "El hombre es criado, como dice San Ignacio de Loyola, para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor, y mediante esto, salvar su ánima"; todo lo cual implica deberes de sagrada cortesía, que estoy obligado a observar, tanto en la vida íntima como en la pública, en el templo o fuera de él, según los diversos actos de culto que practique, y estos deberes me incumben especialmente porque aspiro a ser Ministro de Dios en sus altares.

Puede la Urbanidad prescribir deberes para con Dios aun en la vida íntima, porque la fe me enseña que, aunque esté sólo, me hallo siempre en la presencia de Dios, que conoce hasta mis secretos pensamientos, y, por lo mismo, estoy siempre en íntima relación con El. La Urbanidad ordinariamente no regula los actos interiores cuando da reglas para el trato con los hombres, a los que se complace y reverencia con lo exterior, pero no puede decirse lo mismo en nuestras relaciones para con Dios, al cual no pueden satisfacer las muestras aparentes de amor y veneración, si en el corazón encuentra contrarios afectos.

¿Qué deberes son éstos?

El primero y principal deber a que me veo obligado para con Dios es vivir en relaciones amistosas con El, o sea, estar habitualmente en gracia de Dios. La obligación de servir a Dios y darle gloria es de rigurosa justicia; la Urbanidad añade su nota característica de la afabilidad y amistad, a la que Dios corresponde colmándole de gracias, que me elevan y santifican.

Además, el vivir en la presencia de Dios me obliga a cumplir con El los deberes de cortesía, dedicándole el primer pensamiento por la mañana y el último por la noche, ofreciéndole mis principales acciones y examinando con diligencia cómo las he practicado, para pedirle sincero perdón por las faltas que haya cometido en su divino servicio. Así como sería muy cortés un hijo que diera muestras de respetuoso amor a su padre y le ofreciera obsequios que le fueran gratos, aunque hubieran de ser adquiridos con los bienes de la familia, así lo seré yo para con mi Padre celestial, si cumplo estos deberes de filial afabilidad para con El.

En todas mis relaciones íntimas con Dios he de esmerarme en practicarlas con la mayor perfección posible; por ejemplo, al hablar con El, orando mentalmente, procuraré hacerlo con toda atención y afecto, y al orar vocalmente, con pausa y claridad.

Finalmente, es muy natural que manifieste con algún signo externo, aunque íntimo, esta dependencia y amistad que me une con Dios; por ejemplo, llevando sobre mi cuerpo algún objeto piadoso, como medallas, escapularios, etc., y colocando alguna sagrada imagen en el sitio de honor de mi propia habitación y sobre mi lecho.

¿Qué faltas de cortesía puede usted cometer contra Dios en su vida privada? . ¿Hay deberes religiosos en privado para con la Santísima Virgen María y el Santo Angel de la Guarda?

La más grave falta de descortesía que puedo cometer en mi vida privada es ejecutar alguna acción pecaminosa, que me prive de la gracia y amistad de Dios. Todo pecado quebranta ese amor, gratitud, reverencia y sujeción que debo manifestar en mis relaciones para con Dios.

Además, sería también notable falta no pensar que vivo en su Divina presencia, ni acordarme de ofrecerle mis pensamientos palabra y obras;como resultaría descortés un hijo que no pensara en su padre, ni le saludara, ni se cuidara de obsequiarle y de no desagradarle en nada.

Y también sería una lamentable falta de Urbanidad hablar con Dios, cuando rece, de un modo indevoto e indigno; como si en la oración mental buscase y admitiese distracciones voluntarias o posturas descorteses, y en la oración vocal rezase con indigna precipitación, mala pronunciación, o lo hiciese irreflexivamente, como un papagayo.

Tengo, además, otros deberes religiosos que cumplir en mi vida privada respecto de la Virgen Santísima, mi Madre celestial, y del Santo Angel de mi Guarda, para los que he de tener diariamente alguna devota atención, ya que tantos favores me prodigan a todas horas. La mayor devoción con que les trate redundará siempre en mayor provecho de mi alma, y será una clara prueba de cultura religiosa y sagrada cortesía.

¿Obligan también los deberes religiosos en la vida pública? ¿Qué pide la cortesía sagrada en el hogar doméstico? ¿Qué deberes religiosos ha de observar usted en público?

Los deberes religiosos no sólo obligan en la vida íntima y cuando nadie nos ve, sino también en la vida familiar y pública. La distinción entre el hombre público y el privado es un falso error condenado por la Iglesia: tanto el hombre como la sociedad están sujetos al dominio de Dios, y deben rendirle el tributo de su cortés alabanza y servicio, como obra de sus manos.

La cortesía sagrada pide que no haya en el hogar doméstico nada que no sea grato a Dios, como cuadros o esculturas indecentes; que se coloquen en los más honrosos puestos imágenes santas, y que se eleven al Señor plegarias comunes, como el bendecir y dar gracias en las comidas, etcetera.

En público he de cumplir cuantos deberes religiosos esté obligado a practicar como fiel cristiano, sin temer ridículas mofas; pero con la debida prudencia, para no incitar a graves escarnios contra la Religión. El asistir devotamente a los actos de culto, tanto en la iglesia como fuera de ella; el tomar parte en las procesiones y manifestaciones religiosas; el saludar respetuosamente al pasar ante los templos o junto a los sacerdotes; el ostentar visiblemente alguna insignia piadosa, etc., son otros tantos actos de culto público a que estoy obligado, según la ocasión lo requiera, para honrar a Dios y dar buen ejemplo.

¿Qué conducta debe seguirse en el templo? ¿Qué ha de hacer usted al entrar en los templos?

En el templo, como cristiano, debo observar una conducta devota e irreprochable, ya que es lugar sagrado y casa de oración: pero además he de portarme de un modo edificante, por aspirar a ser digno Ministro de sus altares. " La mayor prueba de mala educación que puede dar un seminarista -dice San Antonio María Claret- es la falta de respeto y compostura en los templos. No se puede asegurar que esté en la casa del un hombre con la modestia que exige la buena crianza, el que no guarda reverencia en la casa de Dios".

Antes de entrar, desde el cancel, me descubriré; procurando no hacer ruido con la puerta, ni dejarla cerrarse de golpe, me dirigiré derecho a la pila del agua bendita, para tomarla con todo respeto, diciendo: "Haec aqua benedicta sit nobis salus et vita. Amen".

Después me santiguaré con pausa y devoción, procurando que los rasgos de la cruz estén bien trazados y que las palabras correspondan a los movimientos; y, finalmente, me dirigiré con gravedad y silencio al sitio conveniente, haciendo genuflexión sencilla (que consiste en doblar la rodilla derecha hasta el suelo) al pasar ante el altar donde esté reservado el Santísimo Sacramento, o genuflexión doble (con ambas rodillas) si está manifiesto solemnemente. El hacer bien la señal de la Cruz y practicar con gravedad las genuflexiones, no sólo es saludable para quien así lo realiza sino edificante para los que lo ven, aunque ellos no tengan fe.

Cuando vaya en compañía de alguna persona de respeto, o me encuentre con ella al entrar, me adelantaré a abrir y sostener la puerta mientras pase, y después le ofreceré el agua bendita, antes de santiguarme yo, besándole la mano si es sacerdote, y diciendo en latín o castellano, según los casos; Esta agua bendita... para que quien la reciba termine la frase.

Antes de encaminarme al sitio conveniente, debo observar si en algún altar visible están elevando las sagradas Especies Eucarísticas, o dando la bendición con el Santísimo Sacramento, y, cuando esto ocurra, debo ponerme allí mismo de rodillas hasta que termine el sacerdote de elevar o bendecir; en caso de que distribuyan la santa Comunión, me basta hacer genuflexión doble; y si estuviesen predicando, o en días de mucho concurso de fieles, he de procurar causar las menores molestias posible al público.

En el templo debo colocarme, si hay costumbre, en el presbiterio o junto al coro; a lo menos, en el sitio tradicionalmente reservado para los hombres; y siempre he de procurar que sea en un lugar recogido, desde donde se vea el altar, y algo alejado de las mujeres.

¿Cómo se falta al recogimiento en la iglesia? ¿Qué demostraciones de cortesía pueden permitirse en los lugares sagrados?

Se falta contra el recogimiento en la iglesia con la disipación de los sentidos; volviendo la cabeza para mirar a todas partes; tomando posturas poco devotas; moviendo los pies inquietamente; haciendo ruidos indecorosos o innecesarios; hablando más de lo preciso, y aun rezando muy fuerte; en una palabra, con toda acción que no demuestre reverencia y que moleste a los demás fieles.

Aun cuando el templo esté solitario y me encuentre ocupado en su limpieza u ornato, no puedo permitirme libertades indignas de la casa del Señor, las cuales me harían ir poco a poco perdiendo el respeto debido al templo.

En los lugares sagrados no puedo permitirme demostraciones de cortesía, propias de la calle u otros sitios públicos. Así, me abstendré de saludar, dar la mano y mucho más de besar a nadie, aunque sean miembros de mi familia; a lo sumo me será lícito hacer una ligera inclinación de cabeza, como muestra de atención hacia las personas o para corresponder a un saludo que se me haya dirigido.

Será cortés ceder mi asiento a las personas conocidas o de respeto, cuando no esté ocupando un sitio reservado: mas si intentare alguien entablar conmigo conversaciones innecesarias, procuraré cortarlas cuanto antes, rogando a mi interlocutor que se espere a que salgamos del templo para tratar de aquel asunto.

¿Cuál es el acto más importante del culto? ¿Cómo debe usted portarse al oir la santa Misa? ¿Qué normas ha de seguir para ayudarla?

El acto más importante de culto a que puedo asistir es la santa Misa, puesto que en ella se consagra e inmola en sacrificio incruento el mismo Hijo de Dios, que se hizo hombre por redimirnos.

Cuando asista a la santa Misa, he de portarme con el mayor recogimiento y devoción, porque así lo requiere lo augusto de la ceremonia; a ser posible, me colocaré en sitio desde donde pueda ver el altar; si la Misa es rezada, puedo estar de rodillas desde el principio hasta el Evangelio; durante éste y el Credo, de pie, haciendo genuflexión cuando se arrodille el celebrante; desde el Ofertorio al Prefacio, sentado; durante el Prefacio, de pie; después, permaneceré de rodillas hasta la Comunión; terminada ésta, me sentaré hasta que, rezadas las últimas oraciones, den la bendición, que recibiré arrodillado; durante el último Evangelio debo estar de pie, y me volveré a arrodillar para las oraciones finales.

Si la Misa fuera cantada, puedo sentarme siempre que lo hagan los sacerdotes, y desde que terminen el Introito hasta las oraciones, que oiré de pie; asimismo he de levantarme para recibir la incensación que el turiferario haga al pueblo. (Para normas más precisas, véase el Apéndice I.) En cuanto a los rezos que deba hacer mientras tanto, seguiré las instrucciones que me dé mi Director espiritual, y, si tengo libro a propósito, lo mejor será, de ordinario, seguir literalmente las oraciones del celebrante, y hasta contestar a todo con el pueblo, donde haya esta plausible costumbre.

Para ayudar la santa Misa, que es lo más propio y más digno en un seminarista, no he de atenerme a más normas y costumbres que las prescritas por la sagrada Liturgia.

Cuando me acercare al altar, procuraré ir limpio y bien calzado, a ser posible con sotana y roquete, y nunca con sotana sola. En la sacristía debo guardar el mayor silencio posible, y jamás bromearé con los monaguillos ni con el sacristán.

¿Qué reglas de Urbanidad ha de observar usted al confesarse? ¿Cómo debe recibirse la sagrada Comunión?

Cuando me acerque al santo tribunal de la Penitencia, procuraré, con la debida anticipación, llevar el alma bien dispuesta con el necesario examen, dolor de los pecados y propósito de no volver a cometerlos, y renovaré brevemente todos estos actos de rodillas ante el confesionario, mientras espero que me llegue el turno, si hay otros que deseen también confesarse; cuidaré de estar siempre a tal distancia que no pueda oir a los que se confiesen y de no ponerme a hacerlo antes de que me corresponda; una vez arrodillado ante el sacerdote, no le saludaré con frases de cortesía mundana, sino tan sólo diciendo: Ave María Purísima; después de haberle expuesto mis pecados con claridad y decencia, oiré con atención cuanto él se digne decir, sin permitirme réplicas ni excusas; mientras me absuelva, rezaré el acto de contrición, y después de haberle besado la estola, si hay costumbre de hacerlo, me retiraré a dar gracias a Dios por el perdón alcanzado, y a cumplir cuanto antes la penitencia que me fuere impuesta.

La Sagrada Comunión ha de recibirse con la mayor devoción y decencia posibles; por tanto, al acercarme al comulgatorio, procuraré ir lo más limpio y aseado que pueda, como muestra del respeto que Dios se merece y de la limpieza de mi propia alma; cuidaré de evitar las aglomeraciones y empujones, andando con gravedad y orden; iré con las manos juntas ante el pecho, en posición litúrgica, y nunca las llevaré enguantadas; recibiré la sagrada Forma de rodillas, sosteniendo la bandeja, si hay costumbre, y haciendo antes y después genuflexión con una sola rodilla; he de tener cuidado, al comulgar, de levantar bien la cabeza, abrir suficientemente la boca y presentar delicadamente la lengua; después me retiraré de igual forma y con el máximo recogimiento, sin detenerme a leer ninguna hoja o estampa, en el caso de que la hubieran dado en el comulgatorio.

¿Qué comportamiento seguirá usted al ayudar a administrar los Santos Sacramentos? ¿Qué normas deben seguirse en las funciones litúrgicas?

Cuando deba ayudar a administrar la sagrada Comunión o cualquier otro Sacramento, lo haré siempre con sotana y roquete, observando fielmente las correspondientes rúbricas, y guardando la mayor modestia y recogimiento posibles, en especial en los bautizos y bodas.

Cuando haya de asistir mezclado entre los fieles a alguna función litúrgica (como Vísperas, Oficio de Difuntos, etcétera) aunque no hay rúbricas obligatorias, puedo tener como norma para sentarme y levantarme, seguir los movimientos del Coro, donde le haya, y los del Preste, excepto cuando éste cante en pie las oraciones por los difuntos, que deben escuchar los fieles de rodillas. Durante el canto del Te Deum estaré de pie, arrodillándome cuando canten el versículo: Te ergo quaesumus, etc.

¿Cómo se ha de estar en los demás actos piadosos de culto? ¿De qué modo ha de portarse en otros actos religiosos fuera del templo?

En los demás actos del culto procuraré acomodarme al uso corriente entre las personas piadosas; durante la Exposición y Reserva del Santísimo Sacramento, permaneceré arrodillado; al rezar el santo Rosario, puedo estar de rodillas todo él o al menos durante el primer misterio y las letanías; a los sermones asistiré con recogimiento y atención, debo escucharlos sentado, pero puedo arrodillarme unos momentos antes para pedir a Dios luz y espiritual provecho; me persignaré cuando lo haga el sacerdote y rezaré Ave María, arrodillado o al menos profundamente inclinado, según la costumbre; durante las novenas y demás ejercicios piadosos, puedo estar de rodillas cuando se reciten las oraciones primeras y últimas, y sentado mientras se lean las reflexiones y los ejemplos.

Fuera del templo, puedo concurrir a otros varios actos de cultos; si me encuentro en la calle con el Santo Viático debo descubrirme y arrodillarme mientras pasa, saludando a Jesús Sacramentado y orando por el enfermo, y si me fuere posible, acompañaré al Señor durante todo el recorrido hasta que regrese al templo; si tomo parte en alguna procesión, iré descubierto y con gran modestia y gravedad, cuidando de no cortar las filas ni manchar a nadie con la vela, que procuraré llevar encendida y en posición vertical; si tan sólo presencio el paso de la procesión estaré descubierto respetuosamente y haré genuflexión doble mientras pase el Santísimo Sacramento; también me detendré y permaneceré descubierto cuando desfile ante mí un entierro y el Clero que le acompaña; además, seguiré las laudables costumbres de descubrirme al pasar ante las iglesias o imágenes públicas, de santiguarme al salir de casa, etc., etc.