Obligaciones del hombre. Obligaciones para con Dios.

Describe la obligaciones que todo hombre de bien debería tener en distintos ámbitos y situaciones.

Juan de Escoiquiz, Canónigo de Zaragoza y Sumiller de cortina de S.M.

 

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DE LAS OBLIGACIONES DEL HOMBRE.

INTRODUCCIÓN.

Todos debemos conocer a fondo nuestras obligaciones para cumplirlas exactamente.

Estas obligaciones son de tres especies:

- I. Obligaciones para con Dios.

- II. Obligaciones respecto de nosotros mismos.

- III. Obligaciones para con los demás hombres.

De cada una de estas tres clases trataremos particularmente, empezando por nuestras obligaciones para con Dios.

Obligaciones respecto de Dios.

Dios es el Ser supremo que ha criado y conserva todas las cosas. Como criador de todas es igualmente Señor de ellas, y con la misma facilidad que las ha sacado de la nada, puede destruirlas y abandonarlas.

Nosotros mismos hemos recibido de mano de Dios la vida y todo lo que tenemos, y basta un solo acto de su voluntad para quitárnoslo todo, y aniquilarnos en un instante. Debemos pues en primer lugar adorar a Dios con la más profunda humildad, y con un temor nacido del sumo respeto que se merece como supremo Señor y dueño del universo; y obedecerle con la mayor exactitud en todo lo que nos manda.

Tenemos además el mayor interés en hacerlo así, porque el Señor es Juez rigurosísimo de los transgresores de sus leyes, y castiga con penas terribles en esta vida y en la otra al que se atreve a quebrantarlas.

Y no podemos lisonjearnos de que se oculte delito alguno a sus ojos, como se esconde a los de los hombres; porque Dios como inmenso está en todo lugar; todo lo ve, y todo lo sabe. Ve todas nuestras acciones, oye todas nuestras palabras, penetra nuestros más íntimos pensamientos, y descubre hasta la más mínima y oculta inclinación de nuestro corazón. Lleva exactísima razón de todos nuestros pensamientos, deseos, palabras y obras, y de todos le hemos de dar algún día la más estrecha cuenta.

Así debemos poner el mayor cuidado en no hacer cosa alguna que sea contraria a sus leyes; diciéndonos continuamente a nosotros mismos: cuidado que Dios te mira; y si por desgracia nuestra incurrimos en alguna falta contra ellas, debemos inmediatamente pedirle perdón con la mayor humildad, y corregirnos.

"Debemos poner el mayor cuidado en no hacer cosa alguna que sea contraria a sus leyes"

¡Desgraciados de nosotros, si dilatando esta diligencia, somos sorprendidos antes de hacerla por la muerte! ¡Qué horrendos castigos nos esperan en este caso! ¿Y quién puede estar seguro de que la muerte no le sorprenda de un instante a otro? Pero no siempre aguarda Dios a la muerte para castigar a los transgresores de sus leyes; muchas veces aun en esta vida los maltrata con enfermedades, con pobreza, con infamia, y con otra infinidad de males.

Así por todas razones debemos temer a Dios continuamente, y vivir con el mayor cuidado para no quebrantar el más mínimo de sus preceptos. Pero del mismo modo que es severo Juez para los malos, es liberalísimo Remunerador de los buenos. Muchas veces aun esta vida premia las buenas acciones de los justos con prosperidades temporales, y siempre las recompensa en la otra, si perseveran en ellas, con bienes incomparables y eternos.

No solo pues debemos guardarnos de obrar mal por librarnos de su ira y de sus castigos, sino ejercitarnos también continuamente en buenas obras para conseguir su gracia, y los premios temporales y eternos que concede a los que observan fielmente sus leyes.

Estamos al mismo tiempo obligados a profesarle un sumo y perpetuo agradecimiento por los infinitos beneficios que nos ha hecho; pues cuanto poseemos es don suyo.

Por esta razón debemos, llenos de reconocimiento, darle gracias todos los días de todo lo que nos suceda de bueno; seguros de que todo viene de su mano, y de que ningún bien podemos tener sin él.

Aun los mismos males, las adversidades mismas que nos envía, deben recibirse por nuestra parte con humilde resignación; pues si permite que nos veamos atribulados, es o para corregirnos, o para satisfacción de nuestras culpas, o para probar nuestra virtud y paciencia y darnos la ocasión más oportuna de merecer mayores premios en la otra vida.

"Recurrir a él con humildad y confianza en nuestras aflicciones y necesidades"

Pero nosotros por nuestra parte no debemos dejar de recurrir a él con humildad y confianza en nuestras aflicciones y necesidades, seguros de que siendo como es infinitamente piadoso, atenderá a nuestras oraciones, o librándonos de los males presentes, o dándonos fuerza para sufrirlos, y para merecer con ellos mayores bienes.

Debemos sobre todo acudir continuamente al Señor para conseguir su auxilio, a fin de poder resistir a las tentaciones, observar constantemente sus leyes, y perseverar en el camino de la virtud, pues que sin él nada de bueno podemos hacer por nosotros mismos.

Estamos pues obligados a amarle con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma, y sobre todas las cosas; ya porque merece, a causa de su infinita perfección, todo nuestro amor, ya porque él mismo nos ama tiernísimamente, y continuamente nos colma de beneficios.

A estos movimientos interiores de veneración, de obediencia, de temor, de agradecimiento, de resignación, de confianza y de amor para con Dios , debe acompañar la devoción exterior; manifestando públicamente la fe que profesamos; celebrando con el debido respeto las solemnidades establecidas en honra suya; visitando con veneración los templos consagrados a él; asistiendo con fervor a las oraciones públicas y a la celebración de los sagrados misterios; frecuentando los Sacramentos que ha instituido; ocupándonos continuamente en buenas obras para gloria suya, y procurando promover en los otros su culto y su amor.
Pero nuestra devoción, para que le sea agradable, no ha de ser solamente exterior y de mera apariencia, sino acompañada de los movimientos interiores del corazón, y del ejercicio continuo de las obras de virtud.