Del modo de conducirnos dentro de la casa. Del vestido que debemos usar dentro de la casa.
Nuestro vestido, cuando estamos en medio de las personas con quienes vivimos, no sólo debe ser tal que nos cubra de una manera honesta.
Manual de Buenas Costumbres y Modales. Urbanidad y Buenas Maneras.
1. Las leyes de la decencia y del decoro, así como también las de la etiqueta en su prudente aplicación a las relaciones íntimas, son las reguladoras de aquel desahogo y esparcimiento a que nos entregamos en el círculo de la familia; y por lo tanto en ellas debemos encontrar las condiciones del vestido que habremos de usar dentro de la propia casa.
2. Nuestro vestido, cuando estamos en medio de las personas con quienes vivimos, no sólo debe ser tal que nos cubra de una manera honesta, sino que ha de constar de las mismas partes de que se compone cuando nos presentemos ante los extraños; con sólo aquellas excepciones y diferencias que se refieren a la calidad de las telas, a la severidad de las modas, y a los atavíos que constituyen el lujo.
3. No está pues, permitido a un hombre el permanecer en su casa sin corbata, en mangas de camisa, sin calcetines, ni con los zapatos sucios. El uso de la bata fuera del dormitorio, es inadmisible y apenas puede tolerarse en los enfermos, y en los eclesiásticos y ancianos fuera del acto en que reciben una visita de poca confianza. Los zapatos se pueden suplir con pantuflas.
4. En cuanto a la mujer, en quien debe lucir siempre mayor compostura que en el hombre, ya se deja ver que su desaliño dentro de la casa dará muy triste idea de su educación.
5. La severidad de estas reglas se atenúa naturalmente cuando permanecemos en nuestro dormitorio, o en el baño, donde podemos atender más bien a la comodidad que a la compostura, bien que jamás hasta el punto de permitirnos ningún desahogo contrario a la honestidad y a la decencia, que serán siempre el atavío del hombre en todos los momentos en que solo tiene a Dios por testigo de sus acciones.
6. Tampoco nos autoriza el desahogo del dormitorio para ofrecernos a la vista de ninguna persona, sea como fueren los lazos que con ella nos unan, vestidos únicamente con la ropa interior, aunque ésta sea bastante para cubrirnos perfectamente todo el cuerpo. Esta condición, a más de irrespetuosa y poco digna, tiene el incoveniente de deslucir extraordinariamente la persona y hacerla ridícula a la vista de los demás.
7. Por eso las personas delicadas, cuando habitan con otras en un mismo aposento, procuran quedarse siempre a solas para asear su cuerpo o cambiar de vestidos; y siendo un compañero el que se ocupa en esto, no entran en el aposento sino por una necesidad urgente y del momento, previo el permiso correspondiente que jamás debe dejarse de solicitar. Cuando son dos esposos los que habitan juntos, el aposento en estos casos es todavía más inviolable para cualquiera de los dos; y sólo un raro y grave accidente puede justificar el hecho de penetrar en él.
8. Las visitas que recibimos en la sala, deben encontrarnos en un traje decente y adecuado a la categoría y a las demás circunstancias de las personas que vienen a nuestra casa. Y como es tan fácil que nos sorprenda una visita de etiqueta en momentos en que recibimos una de confianza, será bien visto que nos presentemos a ésta con un vestido que no sea impropio para recibir a cualquier persona.
9. Aparte de los adornos de lujo, y el mayor esmero que ponemos siempre a nuestro aliño y compostura para salir de nuestra casa, o para recibir en ellas visitas de etiqueta, puede establecerse que en lo general deberemos recibir con el mismo traje que llevamos puesto.
10. Es por lo tanto intolerable en un hombre el uso de cualquier otro vestido que no sea el debido para recibir visitas. En cuanto a la bata, ésta es una especie de caricatura en materia de sociedad, de la que deberá de huir todo hombre juicioso y bien educado, con mucha mayor razón la mujer.
11. El hombre que ha contraído la mala costumbre de permanecer dentro de la casa con la cabeza cubierta, no debe olvidar descubrirse en el momento en que tenga que recibir a un extraño; y en el caso de impedírselo alguna enfermedad, debe manifestarlo así al acto de presentarse y saludar. Más en tratándose de una persona de etiqueta, como quiera que sería impropio y chocante el permanecer cubierto delante de aquélla, en el caso expresado será preferible no recibirla, a menos que su visita tenga por objeto un negocio de gravedad y urgencia.
12. Igual conducta debe observar una persona, ya sea mujer u hombre, cuando una enfermedad la obliga a estar desaliñada y en traje impropio para recibir; presentando entonces sus excusas a las visitas de confianza, y absteniéndose de recibir las de etiqueta que no tengan un carácter urgente.
13. A los eclesiásticos, a quienes como se ha dicho puede tolerarse el uso de la bata, no les está en manera alguna permitido para sentarse en una mesa redonda o de familia. Si no acostumbran para tales casos un traje secular serio, tomarán un vestido talar negro que les cubra todo el cuerpo.
14. En los hoteles y en las casas particulares donde estemos hospedados, seremos todavía más estrictos y cuidadosos en todo lo que mira a la seriedad y decencia de nuestros vestidos. Por regla general, no nos sentaremos jamás en aquéllas ala mesa sino correctamente vestidos; y fuera de nuestro dormitorio, debemos andar con nuestro traje habitual, a menos que estemos bajo un clima ardiente, que nos fuerce a utilizar vestido ligero y sencillo.
15. También debe ser objeto de nuestros cuidados el vestido que han de usar dentro de la casa los niños que nos pertenecen, no permitiendo jamás que anden desnudos o andrajosos. Cuando veamos a un niño en semejante estado, no nos ocurre ni puede ocurrirnos ningún cargo que hacer a ese inocente; pero si nos formamos desde luego una idea bien desventajosa de la educación de sus padres.
16. La indumentaria correcta que debe llevarse para cenar en el restaurante, en el teatro (cuando no se trate de funciones de gala ni de ópera), lo mismo que para el hogar en la noche, y en todas las demás festividades serias en las que no se puede ir con traje de calle, es el saco con solapa de seda y los pantalones con galón de seda, comúnmente conocido como smoking.
17. Con el smoking se lleva chaleco negro o blanco, como se quiera, aunque es más correcto el primero; cuello de pajarita con corbata negra ancha, para moño; camisa almidonada de pechera lisa (aunque las plisadas suelen llevarse algunas veces al teatro), y zapatos y calcetines negros. Las zapatillas de charol no deben llevarse con el smoking. Se puede llevar también, a discreción, sombrero de copa, fieltro o bombín. Es de recomendarse el segundo, de preferencia gris, perlado haciendo juego con los guantes. (Puede ampliar información en el capítulo de este libro relativo al traje en general).
18. El vestido que usamos además de limpio y sin ajaduras debe estar de acuerdo con la hora y la ocasión en que nos encontramos. Las mujeres deben procurar no estar desaliñadas dentro de su casa ni aún para ejecutar las labores domésticas. Se pueden usar vestidos o slacks apropiados pero siempre con elegancia y buen gusto que no reside en el lujo de la ropa sino en la sobriedad y apropiada combinación de colores.
19. La ropa para dormir debe seguir las mismas reglas anteriores. Su finura depende de las posibilidades económicas de las personas, no así su gracia y limpieza.
Ver el manual completo de Antonio Carreño.