El manto, los guantes, las medias y los zapatos. La camisa y la corbata. Prendas de vestir
No se debe entrar en un lugar en el que haya personas de consideración, envuelto en el manto; en las casas de los príncipes se expondría uno a una reprensión, o incluso ser echado fuera
La urbanidad y el vestuario: los guantes, las medias y los zapatos
Aquella urbanidad
El decoro pide que se lleve el manto sobre los dos hombros y que caiga por delante, y no que se arremangue por debajo de los brazos: es aún más descortés replegarlo por debajo del codo; sienta bien conservarlo estando en la mesa.
No se debe entrar en un lugar en el que haya personas de consideración, envuelto en el manto; en las casas de los príncipes se expondría uno a una reprensión, o incluso ser echado fuera.
Es descortés tirar por el manto o la ropa a una persona a la que se quiere hablar, sobre todo si es de categoría superior.
Es fino llevar guantes cuando se va por la calle, se está en compañía o se va al campo; pero es mal visto tener los guantes en la mano, agitarlos, jugar con ellos o utilizarlos para golpear a alguien: es propio de los escolares.
Hay que quitarse los guantes al entrar en la iglesia, antes de tomar agua bendita, cuando se quiera rezar y al ponerse a la mesa.
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Cuando se quiere saludar a alguien y hacerle una profunda reverencia, como para besarle la mano, hay que tener entonces la mano desnuda, y para ello basta con quitar el guante de la mano derecha; esto mismo pide la buena crianza antes de dar o de recibir alguna cosa.
Es descortés, en compañía, sacarse y meterse continuamente los guantes; también lo es el ponerlos en la boca para mordisquearlos o chuparlos, llevarlos bajo el brazo izquierdo, llevarlo puesto solamente en la mano izquierda y tener con ella el guante de la derecha, o ponerlos en el bolsillo cuando deberían estar revistiendo las manos.
Es muy feo dejar caer las medias hasta los talones, por no atarlas; hay que cuidar de estirarlas bien para que no hagan arrugas sobre las piernas; y no se debe tolerar nunca que aparezcan un poco rotas, o que asome algún remiendo fuera del zapato, o que estén tan estiradas que se vea la pierna a través.
En cuando a los zapatos, hay que cuidar que estén adecuadamente cerrados con hebillas, o atados con cordones.
Es grosero ponerse los zapatos a modo de zapatillas, ya en casa, ya fuera; y los buenos modales exigen que estén siempre muy limpios.
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Hay que tener los vestidos cerrados por delante, sobre todo en el pecho, de modo que no aparezca la camisa, y es negligencia imperdonable dejar caer las mangas de la camisa sobre el puño, por no estar sujetas, o dejar colgar las cintas de los calzoncillos; sería incluso atraerse la confusión dejar salir la camisa por alguna parte.
La buena educación no puede sufrir que se tenga el cuello desnudo y al descubierto; quiere más bien que se use corbata en público, y cuando se esté en casa, sea desvestido, sea indispuesto, que se tenga un pañuelo adecuado para cubrirlo.