Las empresas ya no quieren ropa informal en la oficina.

La relajación en el vestir llegó a finales de los 90 de la mano de las 'puntocom'.

 

Imagen Genérica Protocolo y Etiqueta protocolo.org

Los cerca de 5.000 empleados de oficinas de la cadena de tiendas estadounidense Target no han tenido que pensar mucho qué ponerse hoy para ir a trabajar. Se lo ha dicho su empresa, que ha decidido acabar con la política de business casual e imponer una mayor formalidad de imagen. Target ha establecido un código de vestir que se detalla en su intranet y que, entre otras cosas, impone la corbata para los hombres y las americanas para las mujeres que lleven blusas sin mangas. Los que no se atengan al guión tendrán que volver a casa a cambiarse.

Los empleados de Target no se van a sentir demasiado aislados, porque cada vez más compañías están pidiendo la vuelta a la formalidad más clásica en el vestir a sus trabajadores. Según una encuesta de Men's Apparel Alliance, en 2003 el 20% de las empresas reinstalaron ciertos códigos de formalidad en el vestido y el 60% de las empresas consultadas ahora mantienen una política de imagen que incluye trajes y corbatas para los hombres y vestidos para las mujeres.

Para John Challenger, consultor especializado en recursos humanos de la firma Challenger, Gray & Christmas, este cambio de tendencia 'es el fin de otro de los pilares de la feliz era puntocom'.

Este experto explica que fue a finales de los 90 cuando se relajó la exigencia de formalidad. La tendencia la crearon muchas de las empresas nuevas de alta tecnología en las que no solo los jefes sino también los empleados trabajaban entre 10 y 12 horas diarias y estaban absortos en sus proyectos. Entonces, la formalidad en el vestir era irrelevante y se buscaba comodidad. La brecha en el clasicismo abierta por estas empresas llegó a otras que evolucionaron desde el llamado viernes informal (casual friday) a la semana informal.

Lo cierto es que a muchos empleados que habían estado hasta entonces casi uniformados, la transición no se les hizo fácil e incluso se tuvo que poner un límite al todo vale para evitar bermudas, vaqueros, gorras o la exhibición de tatuajes.

La relajación en el vestir llegó a finales de los 90 de la mano de las 'puntocom'.

Challenger certifica que este abandono de la informalidad, que despegó en 2003, significa la vuelta no solo de la corbata y el traje de chaqueta sino incluso de los uniformes para algunos empleados. Para los expertos, ésta es la reacción a la tendencia anterior de una relajación masiva de las normas del vestir.

La vuelta al modelo clásico tiene detractores como el propio Challenger, quien dice que 'aquellos que tienen trato con clientes deben vestir de forma presentable y profesional pero no hay nada que demuestre que un vestido formal mejore la productividad o la calidad del trabajo'. Más aún, este experto cree que cuando se reprime la individualidad del trabajador 'se reduce su creatividad'.

Diferentes estilos en la empresa.

La introducción de la informalidad no fue fácil. Algunos empresarios afirman que cuando se empezó a imponer esta tendencia hubo extralimitaciones y se tuvo que frenar el estilo Erin Brockovich. 'Se distrae la atención y se crean conversaciones poco profesionales', decían entonces. El psicólogo Jeffrey Magee, hizo un estudio en 1998 entre 500 compañías que verificaban que 'vestidos poco rigurosos daban lugar a actitudes relajadas y menor productividad'.

Se acabó la libertad en esta temporada. Ayer se celebró en EE UU el día del Trabajo y con esa festividad se da tradicionalmente por acabado el verano. Con ello se acaba la relajación veraniega del vestir en muchas de las oficinas que han permitido que durante el estío los hombres utilicen polos en vez de camisa y corbata y las mujeres prescindan de chaqueta. El frío impone el clasicismo.

Negro y perfil bajo son claves en muchas empresas donde la creatividad y el diseño es la mercancía. Estée Lauder prefiere que sus empleados vistan de negro. Se trata de estar a la moda o por delante de ella, porque no se valora el clasicismo, pero hay que hacerlo con un perfil bajo para dar relevancia al trabajo, no al empleado. Los diseñadores adoptan una actitud similar ya que raramente se visten como sus maniquíes y en general ellos se imponen un uniforme. ¿Ejemplos? Giorgio Armani y sus camisetas tipo abanderado blancas o negras. Tom Ford, con vaqueros y camisa blanca. Perfil más bajo imposible.

En tiempo de crisis vuelve el uniforme.

Cuando las empresas querían atraer trabajadores en los noventa, uno de los atractivos que citaban era el ambiente informal de trabajo, lo que incluía la libertad en el vestido. Pero la crisis laboral aún no está conjurada en EE UU y se ve muy difícil la vuelta a aquella época lo que ha contribuido a traer de nuevo el rigor en el vestir.'Se quiere dar idea de más profesionalidad de cara al cliente porque hay que conquistar de nuevo su confianza tras la crisis en la que dominó la informalidad', señala un empleado de banca de Nueva York. 'Los empleados tolerarán códigos de vestir rigurosos y uniformes porque piensan que sus opciones de trabajo son limitadas', dice el consultor John Challenger, quien cree que cuando se anime el mercado laboral se verán menos corbatas.