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Manual del hombre fino

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Manual del hombre fino

Manual del hombre fino

El manual del hombre fino es un compendio de reglas extraídas de dos libros de autores franceses: "Código Civil, Manual completo de urbanidad", que contiene las leyes, reglas, aplicaciones y ejemplos del hombre fino y educadi

Todos los art�culos de Manual del hombre fino

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Las comidas. Parte II.
Aquella urbanidad
5131
Los que llegan una hora o dos antes el tiempo prefijado para la comida, lo trastornan todo en una casa.
Del día del matrimonio.
Aquella urbanidad
5126
Este día, llamado el más hermoso de la vida, tiene sus incomodidades y embarazos.
Del juego y la gente fina.
Aquella urbanidad
5127
Por enemigos que seáis de esta diversión, la urbanidad exige que alguna vez toméis parte; por ejemplo, no es dado el negaros a hacer la partida al amo de la casa.
El hombre de ciudad en viaje.
Aquella urbanidad
5122
Llegados al término del viaje nada se deben los unos a los otros sino un saludo urbano, y algunos deseos lisonjeros.
Un día en el campo.
Aquella urbanidad
5123
Solamente daremos algunos consejos sobre el modo de conducirse en el campo.
Del hombre de mundo con su familia.
Aquella urbanidad
5106
El hombre honrado y amable lo es también en su casa; y entre su esposa y sus hijos es donde debe excederse su dulzura.
El hombre de mundo con sus domésticos.
Aquella urbanidad
5107
Hay quien tiene costumbre de tutear a sus criados, y no aprobamos semejante costumbre.
De las visitas. Sus tipos.
Aquella urbanidad
5108
Hay visitas que son necesariamente cortas, como las que se hacen en las tres épocas señaladas de la vida: visitas de bautismo, de boda y de duelo.
De las citas.
Aquella urbanidad
5109
Los ingleses no perdonan al hombre que les hace aguardar; menosprecian al que no va al sitio acordado al punto fijado desde la víspera.
De los bailes.
Aquella urbanidad
5116
Al entrar en la sala de baile, no se debe abandonar a las señoras para pasar a la pieza de juego.
Reuniones literarias y filarmónicas.
Aquella urbanidad
5119
Por más duros y poco armoniosos que sean los versos que recite, flojos o aprosados, no importa; escuchad con atención, y no os durmáis porque sería la mayor grosería.
El hombre de mundo con sus superiores.
Aquella urbanidad
5103
En las casas de un hombre de elevada clase, es donde fácilmente se conocen los caracteres e inclinaciones de aquellos que las frecuentan.
Del hombre de mundo entre los artistas.
Aquella urbanidad
5104
Por lo regular, en la casa de un artista se exige más franqueza, y ninguna reserva diplomática.
Del hombre de mundo en su propia casa.
Aquella urbanidad
5099
Un hombre, pues, que recibe en su casa a otro, debe tener cuidado de que todo el mundo esté cómodamente, y nada encuentre en qué reparar, ni en su conducta ni en sus costumbres.
El hombre de mundo con sus iguales.
Aquella urbanidad
5101
Si pasa la noche con iguales, se porta con aquella urbanidad habitual que jamás debe abandonarle.
De la generosidad.
Aquella urbanidad
5088
Un hombre naturalmente generoso no teme ponerse a jugar con un compañero que sabe no es muy hábil en el juego.
De la avaricia.
Aquella urbanidad
5089
La avaricia se echa de ver, por donde quiera, pareciéndose al amor y a los celos.
De la moda.
Aquella urbanidad
5090
El hombre juicioso sigue la moda sin afectación, y procura que se advierta más bien en su modo de vestir un buen gusto, que lo que se llama última moda.
De la conversación. Parte I.
Aquella urbanidad
5091
Suele ser el escollo donde se estrellan las personas de talento, la piedra de toque de los caracteres de cada uno, y en la conversación es en donde se conoce a un hombre bien educado.
De la conversación. Parte II.
Aquella urbanidad
5092
Guardaos también al escuchar la historia o relación de un suceso de decir: "eso lo sé yo muy bien".
De la conversación. Parte III.
Aquella urbanidad
5093
La mentira es indigna de un hombre de honor, se descubre muy fácilmente en el mundo, y expone a un bochorno y la ridiculez.
De la conversación. Parte IV.
Aquella urbanidad
5094
Jamás entréis en partido alguno de las familias; esto no os toca, y si fuereis llamados para intervenir, apaciguad, endulzadlo todo.
De la crítica. Parte I.
Aquella urbanidad
5095
Hay una crítica decorosa y justa que suele emplearse libremente, y que si así no fuese se faltaría a la franqueza.
De la crítica. Parte II.
Aquella urbanidad
5096
La crítica amarga, acre y mordaz, degenera por lo común en personalidades, y saca enteramente de la esfera a que debe limitarse un hombre de buena sociedad.
Del vestido.
Aquella urbanidad
5097
Ya no tanto distinguen a los individuos los trajes, como la instrucción, la educación, el ingenio y los talentos acompañados de las gracias y elegancia.
De la alabanza.
Aquella urbanidad
5082
Si tenéis que alabar a una mujer sobre su belleza, frescura y dulzura de sus miradas, o sobre el conjunto de sus facciones, no lo hagáis jamás a expensas de otra.

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