De las citas.

Los ingleses no perdonan al hombre que les hace aguardar; menosprecian al que no va al sitio acordado al punto fijado desde la víspera.

El hombre fino al gusto del día, ó, Manual completo de urbanidad, cortesía y buen tono.

 

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De las citas.

Faltar a una cita puede echar a perder los negocios más importantes. En las cosas frívolas es un escollo en que se estrellan los placeres de un baile proyectado y los que se contaban en un día de campo o noche de ópera a la que se falta. Antes, pues, de prometer que estaréis en tal parte o a tal hora, pasad revista exacta a vuestros negocios, y examinad si alguno de ellos os puede llevar lejos del sitio de la cita, y exponeros a que faltéis a vuestra palabra. Los ingleses no perdonan al hombre que les hace aguardar; menosprecian al que no va al sitio acordado al punto fijado desde la víspera. En este particular parece razonable lo puntuales que son. Es una especie de insulto de parte de aquel que deja a otro que se desespere aguardando; pues le da motivo de pensar que su negligencia en asistir a lo prometido es una consecuencia del desprecio que hace de su persona.

Hay varias especies de citas; a las que son para los negocios de interés, rara vez se falta, porque tampoco se verifican sino entre individuos que entregados a los cálculos de bolsa, jamás desconocen el precio del tiempo; así es que un mercader no podrá ser muy criticado sobre semejantes faltas.

Las gentes de mundo se pican de una exactitud semejante, aunque no sea su objeto sino una comida, o una partida de campo, o un paseo en que sea necesario dar el brazo a una señora que quiera emplear este tiempo en correr las tiendas de las modistas para sus compras. En este caso se debe ir algunos minutos antes de la hora prefijada, y dar a entender que os reputáis felices del empleo que se ha querido hacer de vuestro tiempo.

"La puntualidad es una de las cuestiones más importantes en cualquier tipo de cita"

Si vuestra vocación os ha llevado a la carrera de las letras, y los individuos de una academia os citan para oír vuestra comedia o una ópera, sed exactos; lo primero por urbanidad, lo segundo por interés propio, pues semejantes reuniones de literatos podían también vengarse sobre la composición de la falta de atención del autor.

Hay citas en las que la excesiva exactitud puede ser perjudicial. Supongamos que un padre o un tío generoso os han prometido entregaros a la mañana siguiente a tal hora una suma de dinero para cubrir el déficit de algunas ocurrencias; no os presentéis sino algunos minutos después del tiempo que os habían prefijado, porque la demasiada exactitud en este caso les pudiera asustar para lo porvenir.

Las citas de amor rara vez dejan de verificarse. No obstante, los hombres vanos gustan de hacerse esperar, con lo que pretenden probar su indiferencia, y se lisonjean excitar más y más a la mujer que les ama; pero esta coquetería es impropia de un hombre honrado que hasta en sus amores debe llevar por delante su franqueza y urbanidad acostumbrada.