Protocolo a la española. Por sevillanas, otra forma de protocolo.
Original manera de entender el protocolo del embajador español.
Por sevillanas en Asia central. Otra forma de Protocolo.
El embajador español en Kazajistán es el diplomático más popular de la república asiática porque, para estrechar lazos, organiza fiestas flamencas.
Vasco, alto, rubio, elegante y casado con una rusa con la que tiene dos hijas y un hijo a punto de abandonar la adolescencia, Francisco Pascual de la Parte, embajador de España en Kazajistán antes podría pasar por alemán que por gitano, pero, lo que son las cosas, se ha convertido en el diplomático más popular de la joven República de Asia central, a base de darle al flamenco.
Pasó cinco años en Moscú y allí está ambientada su primera novela, Nadia, que acaba de publicarse en España.
Tal vez por usar unas gafas que no logran ocultar el azul de sus ojos y adornar su labio superior con un escueto bigote de corte antiguo y tan ceniciento que no deja saber a ciencia cierta si es más rubio o cano, su aspecto sea el de un diplomático de la vieja escuela, pero nada más lejos de la realidad.
«Tengo un tablao instalado en la última planta de mi residencia y he organizado un cuadro flamenco con bailaoras rusas, del que forman parte mis hijas. Cada dos por tres, tiro de tortilla de patata, de jamón y de Rioja y monto unas veladas épicas. Hay puñetazos por conseguir invitaciones. Tienes que venir a casa a conocer a mi familia y a españolear con nosotros».
Ser vegetariano sirve, entre otras cosas, para incordiar a los anfitriones, pero en este caso la embajadora ha dispuesto una espectacular batería de ensaladas y unos platos tan creativos como deliciosos.
Sólo transgreden la norma el puñado de perdigones de caviar beluga que escoltan a las verduras y una fuente con redondos de caballo. Tras el exquisito helado con fresas que cierra la cena, se brinda con vodka de cerezas preparado por la propia embajadora.
Los anfitriones apuran el vaso de un solo trago, al estilo ruso, mientras el embajador recrimina cariñosamente a su huésped español: «El vodka no se puede beber a sorbos. Hay que beberlo de un trago».
A continuación, todo el mundo se traslada al ático de la casa donde está el tablao flamenco. Suenan alegres sevillanas y Natasha, la hija mayor del embajador, de 18 años, alza los brazos al cielo como una gitana rubia y clava sus ojos azules en ninguna parte, componiendo una figura llena de fuerza interior.
En un momento dado, el embajador, eufórico, no aguanta más y, sin desanudarse la corbata, se marca unas discretas sevillanas con sus hijas, llenas, eso sí, de pasión española.
El gesto basta para desatar los aplausos y los «olés» de la distinguida e internacional audiencia. La estampa no deja de ser sorprendente, teniendo en cuenta que nos encontramos en el corazón de Asia Central y a cualquiera podría parecerle un sacrilegio romper con el desmadre del flamenco el rígido protocolo diplomático, pero no a Pascual de la Parte.
«A mí, me puede la casta. En cuanto escucho la música, se me empieza a poner la carne de gallina, y ya no hay quien me pare. Me arranco por sevillanas y, a partir de ahí, puede pasar de todo. Lo que ha hecho famosas a estas fiestas entre el mundillo diplomático es precisamente que prescinden del protocolo. La gente quiere divertirse y para eso no hay nada como el flamenco y el vino español».
«Una vez que sabes bailarlas», continúa, «las sevillanas te arrastran con su fuerza y te meten en la esencia del flamenco. Casi sin querer, me di cuenta de que las fiestas flamencas entusiasmaban a mis invitados y ahora se han popularizado tanto en Almaty que no hay semana que no me saquen en la prensa o en la televisión. Lo doy por bueno, mientras sirva a los intereses de mi país, que están por encima de todo. Siempre es más fácil llegar a acuerdos en un ambiente distendido y, a la vez, sirven para difundir nuestra cultura. Además, las propias hijas del presidente Nazarbaev están entusiasmadas con el flamenco y son mis visitantes más asiduas».