Raíces de las normas y tradiciones del protocolo y ceremonial universitario actual: las universidades del Antiguo Régimen y los actos de colación.

Los elementos más tradicionales que conforman el protocolo y ceremonial universitario actual hunden sus raíces en las normas que se fijaron en las universidades mayores del Antiguo Régimen.

Asociación para el Estudio y la Investigación del Protocolo Universitario - www.protocolouniversitario.ua.e

 

Imagen Genérica Protocolo y Etiqueta protocolo.org

Tercer Encuentro de Responsables de Protocolo y Relaciones Institucionales de Universidad.

Los elementos más tradicionales que conforman el protocolo y ceremonial universitario actual hunden sus raíces en las normas que se fijaron en las universidades mayores del Antiguo Régimen, cuya máxima expresión tenía lugar con motivo de la celebración de las colaciones de grados. Durante los siglos de oro la concesión del grado de doctor estaba restringida a los miembros de la nobleza dado el altísimo coste de los fastos y ceremonias que tenían lugar por este motivo, y que incluían la celebración de corridas de toros y procesiones por toda la ciudad en las principales universidades del Reino. En este artículo describiremos estas costumbres, algunas de las cuales todavía se conservan, y que han pasado a ser las señas más características del protocolo universitario actual.

Descriptores: protocolo, ceremonial, universitario, tradiciones, Antiguo Régimen, costumbres, actos, grados.

El protocolo y ceremonial universitario han ido evolucionando a lo largo de la historia desde la Edad Media hasta nuestros días de forma paralela y como reflejo de los cambios propios y la evolución de la institución. Para entender estos cambios es necesario profundizar en sus raíces, deteniéndonos en las distintas tradiciones y usos que han ido conformando los elementos de este ceremonial, algunas de cuyas costumbres se han mantenido hasta nuestros días.

Raíces de las normas y tradiciones del protocolo y ceremonial universitario actual: las universidades del Antiguo Régimen y los actos de colación.

1. El nacimiento de las universidades en España. Los Estudios Generales del Antiguo Régimen.

Las primeras universidades en Europa surgen por bula pontificia y al amparo de la Iglesia. Es una Europa que se une en las cruzadas para defender los principios del cristianismo y que enseña en una única lengua común a todos sus estudiantes, el latín. Según María Asunción Villa (1997:52) las universidades del Medievo surgen como un producto específico de la Cristiandad del Occidente de Europa, debido unas condiciones singulares, tanto políticas como culturales que se produjeron en los siglos XII, XIII y XIV.

La Iglesia concederá la "licentia ubique docendi" o permiso para enseñar en todas partes. Los reinos medievales se darán prisa en favorecer la creación de estos centros. De hecho, cada uno tendrá su universidad; Palencia en Castilla, Salamanca para León, Lérida para Cataluña y Huesca para Aragón. A partir de 1500 se sumarán a éstas las de Alcalá, Palma en Baleares, Santiago de Compostela en Galicia, Sevilla para Andalucía, y otras (GARCÍA Y GARCÍA, 1989:22).

La "universitas" medieval en nuestro país lograría sus máximos exponentes en las ciudades de Salamanca y Valladolid, que serán los dos grandes centros de esta época, cuya importancia se reflejaba también en la organización de sus actos y la complejidad de sus ceremonias. Con el paso de los años, se sumarán otras, también calificadas como universidades mayores, como las de Alcalá y Valencia.

Según la clasificación que realiza Mariano Peset (1993:74), las universidades del Antiguo Régimen se podrían agrupar en cuatro grandes apartados:

1) Tipo salmantino, que otorgaba el mayor poder al claustro de estudiantes y profesores.

Surgen en la Edad Media y no sobreviven la mayoría de ellas a la etapa de la Ilustración en el siglo XVIII, durante la que se impondrá el poder real, limitando la autonomía de la que gozarán hasta entonces. De entre ellas destacan las de Salamanca y Valladolid.

2) Universidades creadas a partir de colegios.

Surgen unos siglos más tarde. La primera es Sigüenza, y le sigue Alcalá de Henares, que llegará a ser la más importante durante un largo periodo, siguiendo el ejemplo de la Universidad de París. Eran creadas a iniciativa de un clérigo o prelado poderoso -el Cardenal Cisneros por ejemplo en Alcalá-, que funda un colegio con el visto bueno del Vaticano que crecerá hasta transformarse en universidad. Entre los centros que siguen este modelo encontramos las universidades de Santa María de Sevilla, Santiago de Compostela, Osuna y Baeza. Tenían unas estructuras rígidas y jerarquizadas, siendo presididas por el rector y los colegiales.

3) De dependencia municipal.

Creadas a instancias de los ayuntamientos, florecieron principalmente en el Reino de Aragón como la de Barcelona, Valencia y las de Baleares; la primera de ellas fue la de Lérida creada en 1300.

4) Conventos convertidos en universidades, a instancias sobre todo de los jesuítas y dominicos, gracias a la bula papal. Se extendió este modelo de forma importante también en América.

Por otra parte, y si nos fijamos en los tipos de actos que conforman el ceremonial de los Estudios Generales de la época, según Margarita Torremocha (2004:45), es ésta una etapa en la que las universidades celebran pocos actos y éstos coinciden en su mayoría en su ejecución y protocolo, aunque con algunas características propias en función de su vinculación y origen, pues según a que institución pertenecieran se celebraban más o menos actos.

Esta realidad -referida a la celebración de actos- varía sustancialmente en las fiestas celebradas en los estudios. Las universidades ligadas a alguna orden de regulares tenían sus propias fiestas religiosas y las municipales se agasajaban cuando lo hacía el municipio, las universidades reales, como heraldos de la monarquía se veían obligadas por su parte a hacerse eco de todo lo bueno y lo malo que a esta acaeciese, y por ello en este tipo de Estudio, la fiesta política adquiere un relieve especial.

Durante el Antiguo Régimen surgen muchas universidades de las que sólo unas cuantas perviven en la actualidad y que algunos autores como Manuela Suárez Pinilla (1995), han calificado como "las universidades clásicas". Nos referimos a las de Salamanca, Valladolid, Valencia, Barcelona, Sevilla, Zaragoza, Santiago de Compostela, Alcalá, Granada, Murcia, Oviedo y La Laguna, todas ellas fundadas del siglo XIII al XVIII.

2. Los principales actos universitarios en las universidades del Antiguo Régimen.

Una vez descritos los cuatro modelos de universidades españolas desde su creación hasta las reformas liberales del siglo XVIII, vamos a centrarnos en el desarrollo del protocolo y ceremonial universitario en los actos más significativos que se celebraban en las principales universidades del país.

En esta época se denomina colación a los actos de entrega de grados, que suponen las principales manifestaciones del ceremonial universitario de la época. Se desconoce el proceso de implantación de las ceremonias de graduación en la época medieval en las universidades mayores como la de Salamanca (POLO RODRÍGUEZ, J.L., 2004:7). Hay que esperar al siglo XVI para encontrar normas que regulan y desarrollan los actos que son la expresión del ceremonial y protocolo en la universidad durante estos siglos.

En concreto se han encontrado reglamentos reflejados en estatutos de 1538 y 1561 que describen las ceremonias de grados de licenciado y doctor. Durante los Siglos de Oro los elementos simbólicos del ceremonial universitario tendrán una gran riqueza y variedad. A partir de finales del siglo XVIII con las reformas ilustradas el protocolo universitario iniciará una etapa de decadencia y declive.

En la mayoría de las universidades españolas había tres grados: bachiller, que equivalía a la actual licenciatura, licenciado y doctor o maestro, grado similar que variaba en función de los estudios que se hubieran cursado.

Las distinciones entre el doctorado y el magisterio eran nominales, ya que los títulos eran equivalentes en valor: la costumbre era que los juristas, tanto legistas como canonistas, y los médicos, se graduasen de doctor, y los teólogos y artistas, de maestro (POLO RODRIGUEZ, 2004:8).

Por tanto, para ascender en la carrera universitaria primero había que graduarse de bachiller, que sería el grado más similar a las actuales licenciaturas. El bachiller tenía que cursar una serie de años de enseñanza universitaria y demostrar lo aprendido en actos académicos de práctica con argumentos. En algunas facultades de las universidades mayores, como la de Medicina y Artes, se exigía además superar un examen para obtener el título y, en el caso de Medicina, cursar prácticas profesionales al margen de los estudios.
 
Una vez conseguido el grado de bachiller, se estaba facultado para ejercer la práctica profesional y también la docencia en la universidad. Tras varios años de práctica docente, conocidos como pasantía, los que querían conseguir el grado de licenciado tenían además que participar en una defensa pública de conclusiones y respuesta de argumentos de temas relacionados con los estudios de la facultad correspondiente. Finalmente se debía realizar la reválida o examen general, y de esta manera se podía conseguir el grado de licenciado. Su obtención le confería al profesor la "licencia docendi" que le ratificaba y reconocía sus aptitudes para la enseñanza pública en la cátedra universitaria.

El grado de doctor o maestro, era ya un nombramiento más honorífico para ratificar la carrera docente, por ejemplo cuando se quería lograr el puesto de catedrático. Licenciado y doctor eran los grados mayores y no se podía tener una cátedra en propiedad sin contar con ellos. Además, era un mérito muy importante, junto con la cátedra, para alcanzar puestos de mayor responsabilidad en la administración civil y eclesiástica del Estado.

Eran muy pocos los estudiantes que alcanzaban los grados mayores en las universidades más importantes, y también pocos los graduados, y no sólo por la dificultad de ascender en la carrera académica sino por los costes elevados de las ceremonias de grados -comidas, derechos de matrículas, pagos a los organizadores y una larga lista que detallaremos al analizar los actos-. Curiosamente, en los orígenes de la celebración de los actos de concesión de grados, éstos no llevaban aparejados fuertes desembolsos económicos; sin embargo, con el paso de los años se irán añadiendo festejos y actividades que terminarán por institucionalizarse, especialmente en los grados mayores -licenciado, doctorado y maestro-, y que se mantendrán sin grandes cambios desde el siglo XVI hasta las reformas liberales.

Por este motivo, durante el Antiguo Régimen, la carrera académica era elitista y reservada a unos pocos, con lo que pertenecer al cuerpo docente era un privilegio que confería una importante valoración social y profesional. La dificultad en acceder a las cátedras aumentará todavía más a partir del año 1641, cuando el Consejo Real implantará un sistema de provisión de cátedras para las universidades mayores castellanas que favorecía a grupos concretos como los miembros de los Colegios Mayores, en perjuicio de los demás.

Si entramos ya a analizar aspectos más concretos del protocolo académico en estos actos como el de las precedencias, la presidencia correspondía al cancelario que se acompañaba en ocasiones del rector y los padrinos de los candidatos a recibir el grado. El resto de miembros de la comunidad académica se sentaban de forma alternada siendo la antigüedad de grado el factor fundamental para ordenar a los asistentes, no sólo en cuanto al asiento, sino también al orden de intervención, repartos de colaciones -que era un concepto que hace referencia no sólo a la celebración general del acto, sino también a la entrega de obsequios e incluso manjares y alimentos a los asistentes durante las comidas-, ubicación durante las comidas y en los desfiles y paseos de las comitivas académicas durante las celebraciones de los grados mayores.
 
En este sentido, los estudiantes más jóvenes ayudaban en la ceremonia en tareas auxiliares como la toma del juramento. Había comisarios, nombrados entre los graduados, que vigilaban que se cumpliera con toda la pompa y ceremonia. En universidades como la de Salamanca existía además la figura del maestro de ceremonias, encargado de dirigir y organizar los actos, y la del secretario, que se ocupaba de los aspectos administrativos, como los registros y actas para confirmar que el candidato reunía los requisitos necesarios para acceder al grado.

Además de la antigüedad en la obtención de los grados, que ordenaba a los académicos participantes en los desfiles y comitivas de menos a más importante desfilando en último lugar los más veteranos, también se tenía en cuenta la jerarquía de las facultades dentro de cada universidad. Estas normas heredadas como tantos otros detalles del ceremonial eclesiástico, se han mantenido hasta la actualidad y constituyen unos criterios fundamentales en la ordenación de las comitivas académicas que se conforman en los actos universitarios más solemnes y ceremoniosos.

A grandes rasgos, las fases fundamentales que conformaban los actos de concesión de grados eran las siguientes:

- En primer lugar, la solicitud del grado por parte del estudiante a la autoridad competente, que era el rector en el caso del bachiller y el cancelario para los grados mayores.

- En segundo lugar, la publicación del grado por si había alguna objeción u otros pretendientes a él con mayor grado de antigüedad en los estudios o de la facultad a la que pertenecían.

- A continuación, el candidato se presentaba ante la autoridad académica a la que había solicitado la concesión del grado, representantes de la facultad correspondiente -en los grados de licenciado- así como a los doctores y maestros de la universidad en el caso de los grados de doctorado o maestro, y les informaba sobre sus méritos académicos y, si era preciso, sus circunstancias personales. (En los primeros siglos de existencia de las universidades llegará a imponerse la limpieza de sangre del candidato como requisito indispensable para acceder a los grados. Esto suponía una información detallada acerca de los antecedentes familiares de los aspirantes).

- Por último se celebraba el acto ceremonioso de colación o concesión del grado por parte de la autoridad académica correspondiente.

El grado de bachiller, como hemos indicado, era el que contaba con un ceremonial más discreto que los grados mayores. A pesar de que existían diferencias puntuales en la celebración de los actos y ceremonias académicas de las principales universidades, especialmente las de los grados mayores, todas ellas tenían en común una atención a los detalles y las normas de protocolo, que no se observaban en las universidades menores.

De hecho, el elevadísimo coste de la "borla" -símbolo del doctorado- en las universidades mayores dio lugar a que con el paso de los años, muchos estudiantes a pesar de haber cursado estudios en Salamanca, Valladolid, Alcalá o Valencia, fueran a recibir el grado a universidades menores, como la de Ávila en tierras castellanas o la de Gandía en Aragón, por el importante ahorro que les suponía. Según describe José María Herráez (1994:143) en Ávila, durante esta época, había estudiantes que conseguían el grado de bachiller, licenciado y doctor el mismo día en dos facultades, cosa impensable en las universidades mayores.

Analizaremos a continuación dos de los actos más característicos de colación de grados, el de bachiller y el de doctor, tal y como se celebraban en dos de las universidades más importantes de la época, la de Salamanca y la de Valladolid.

3. Ceremonia de grado de bachiller en la Universidad de Salamanca.

Al margen de la pomposidad y trascendencia pública de la celebración de los grados mayores, en los que se involucraba en los festejos toda la ciudad, también la celebración del grado de bachiller, aunque más privada, tenía unas características y fases bien definidas.

La solicitud de concesión de grado se realizaba al rector de Salamanca, aunque el acto era presidido en esta universidad por el padrino, que era un doctor o maestro de la facultad del candidato y en él recaía la responsabilidad de otorgarle el grado. Como hemos señalado, el aspirante solicitaba la concesión del grado al rector y ya en ese momento le confiaba el nombre de su padrino. El rector, por medio de un bedel, transmitía al padrino la solicitud del candidato y era éste el encargado de fijar la fecha de realización del acto, que era comunicada asimismo por el bedel de forma pública en los generales universitarios, o aulas en las que se impartían las clases.

La defensa del grado se realizaba en un aula de clase y en un día no festivo, y participaban en él -además del aspirante y el padrino-, el secretario de la universidad, dos o tres testigos elegidos normalmente entre los estudiantes y los bedeles mayor y menor. El padrino presidía el acto desde la cátedra del aula. El graduando, antes de comenzar con la defensa de la materia que se tratase, pronunciaba el juramento ante el secretario, que también podía realizarse en la secretaría de la universidad en el momento de abonar las tasas relativas a los derechos y propinas del grado.

En el juramento el aspirante a bachiller se comprometía a no ir contra la universidad, ni contra sus privilegios ni jurisdicción. A partir de 1618 se añadirá a éste el compromiso de defender la Concepción Inmaculada de la Virgen María y, con las reformas Carolinas en la etapa de la Ilustración, los de no enseñar las doctrinas del regicidio y tiranicidio y no defender cuestiones contrarias a las regalías del Rey (POLO RODRÍGUEZ, 2004:15).

Una vez realizado el juramento comenzaba el acto con una arenga latina por parte del bedel mayor informando del cumplimiento por parte del solicitante de los requisitos académicos exigidos y de su petición del grado. Días antes el padrino había indicado el punto o argumento que en ese momento le tocaba defender el estudiante. Una vez terminada la exposición, en pie y descubierto, pronunciaba en latín la fórmula de solicitud de grado: "peto gradum". El padrino, que era doctor o maestro, le contestaba poniéndose en pie desde la cátedra y, tras colocarse el birrete, concedía el grado con la siguiente fórmula en latín:
 
Aucthoritate pontificia et regia, qua in hac parte fungor, concedo tibi baccallareatus gradum in ...facúltate, in nomine Patris etFilii et Spiritus Sancti. (POLO RODRIGUEZ, 2004:15).

Concedido el grado, era el momento de que el nuevo bachiller pronunciaba su primera lección desde la cátedra, invitado por el doctor o maestro que le acababa de conceder el grado que le invitaba diciéndole: "Ascende in cathedram". Una vez terminada su lección, daba las gracias y le daba el abrazo de fraternidad a su padrino. La invitación a impartir la lección desde la cátedra simbolizaba la facultad que, desde aquel momento, se le otorgaba al ya bachiller para impartir docencia en las cátedras de la universidad. Con este grado el alumno podía continuar su periodo formativo superior mediante la práctica docente.

4. Actos de concesión de grados de doctor o maestro en la Universidad de Valladolid.

De entre todos los actos académicos la mejor y más elaborada expresión del ceremonial y protocolo universitario de esta época es el de concesión de grado de doctor o maestro. Dado que, como señalábamos en líneas anteriores, los grados de doctorado y magisterio son actos meramente protocolarios y suponen un premio para los candidatos, sólo unos pocos privilegiados, que además debían tener una economía muy saneada, podían optar a ellos. Al no fundamentarse en la validez académica de los candidatos, se pondrá especial interés en otros detalles de índole simbólica, como el desarrollo minucioso de un buen número de ceremonias y celebraciones muy elaboradas y fastuosas, con un gran despliegue de medios, como vamos a describir a continuación.

La única diferencia que existía entre los grados de doctorado o magisterio radicaba en la carrera universitaria. Mientras que el grado mayor en Leyes era el doctorado, en otras disciplinas como Artes o Teología era el de maestro. Una vez concedido por las autoridades universitarias la solicitud de concesión de grado, el ceremonial en el que se le confería el grado al licenciado solicitante duraba dos días consecutivos.

Como señala Margarita Torremocha (2004:47), el primer día de celebraciones era la jornada más breve, solía coincidir con la tarde del sábado y se conocía como vísperas. La parte principal de la celebración era el desfile de la comitiva académica tras la comida. El cortejo estaba formado por doctores y maestros de la universidad montados a caballo que se dirigían en primer lugar a la casa del padrino, que por lo común era el decano de la facultad en la que se doctoraba el licenciado. El padrino dirigía el cortejo que a continuación se dirigía a casa del futuro doctor y, una vez reunidos, ambos encabezaban la procesión de la comitiva que, tras recorrer un itinerario diseñado previamente por el maestro de ceremonias, concluía en la universidad.

La colocación en la comitiva estaba perfectamente establecida y tenía que cumplir con unas normas protocolarias estrictas. En primer lugar, el doctorando iba descubierto, de hecho uno de los atributos que recibiría al doctorarse sería el birrete, con el traje talar académico, pero sin la clámide o capa corta. A su derecha iba el padrino y detrás de ellos, en fila de a dos, iban el resto de miembros del cortejo.
 
Detrás del candidato se colocaban los maestros de la universidad o los doctores, en función de si se aspiraba al doctorado o al magisterio. Tras el padrino iban otros académicos no tan vinculados a la incorporación del nuevo doctor al claustro. Tras estas dos filas se colocaban los responsables de argüir y presentar argumentos en el grado, tras ellos a continuación el resto de licenciados y los catedráticos recientes -algunos de los cuales todavía no habían recibido el doctorado-, continuaban el desfile los "veedores" (Los veedores eran profesionales que se encargaban en las ciudades de velar porque los actos celebrados por los distintos gremios y asociaciones, entre ellos las universidades, fueran conforme a las leyes y normas civiles. En los actos académicos de la Universidad de Valladolid, se preocupaban de que se cumpliera con el ceremonial previsto), tras ellos el secretario y tesorero de la universidad y por último los caballeros conservadores o bedeles.

En las comitivas académicas con motivo de la celebración de los grados no era obligatorio que desfilaran todos los miembros del claustro de la universidad, como sí sucedía en otras festividades como la de Santo Tomás o San Nicolás, aunque estaban bastante motivados para participar por la cuantía de las propinas en dinero y especie que recibirían, así como el honor de participar en una procesión por toda la ciudad un día de celebración tan destacado (TORREMOCHA, 2004:48). De hecho, la importancia de la ceremonia para la ciudad, llevaba incluso a que, en ocasiones participaran en las graduaciones los miembros de la nobleza vinculados con la universidad o con la ciudad.

Lo que resulta curioso de las ceremonias de grados de doctor y maestro en Valladolid, frente a otras universidades mayores, es que los actos no los solía presidir el canciller de la universidad, que era el obispo de la diócesis, sino que delegaba, desde el mismo momento de tomar posesión de su cargo, en el vicecanciller. Éste era el encargado de imponer los atributos doctorales durante la ceremonia a los candidatos y coincidía que era asimismo una autoridad académica, dado que formaba parte del cuerpo de doctores o maestros de la universidad.

Tras la finalización del recorrido de la comitiva por la ciudad, los participantes se desplazaban a la casa del doctorando, o al lugar que éste tuviera reservado donde se servía una abundante cena. La Universidad nombraba a comisarios y veedores que debían velar porque se cumpliera con detalle cada una de las celebraciones de la concesión de grados y se entregasen las propinas correspondientes a los participantes que debían ser invitados a comer y cenar tanto el día de vísperas como el de concesión del grado. Los comisarios también velaban porque las comidas fueran lo suficientemente abundantes, como se señalaba en los estatutos de la universidad, y no se repitieran los manjares. En la cercana Universidad de Salamanca, por ejemplo, las comidas había acompañamiento musical, y se señalaba con las chirimías cuando se servía un nuevo plato, el ceremonial mandaba que hubiera ocho platos mínimo de la mejor calidad.

Al día siguiente, el domingo, la actividad comenzaba temprano por la mañana. Como los gastos eran tan cuantiosos, en ocasiones se graduaban más de un doctorando a la vez. Además de los pagos en metálico y en especie a los miembros de la universidad, los licenciados que se iban a doctorar si no contaban con el trono debían haber mandado construirlo, con distintos escalones, donde se ubicarían los principales participantes del acto durante la graduación en la capilla de la Iglesia. Asimismo, debían hacer frente a las otras construcciones que fueran necesarias para que se pudiera cumplir de forma adecuada con todas las celebraciones.

Como señala Margarita Torremocha (2004:49), en el acto de concesión del grado de doctor a los licenciados Santiago y Espinosa, el primer domingo de septiembre de 1551, tuvieron que encargar a un carpintero de la ciudad la construcción del teatro de la Iglesia Mayor de la villa y los tablados de fuera para que se ubicaran los doctores durante la celebración de la corrida de toros, que además implicaría cortar las calles.

Toda la infraestructura tenía que estar preparada con antelación, y el domingo empezaba de nuevo con la procesión por las calles de la ciudad de la comitiva académica, de manera similar a como se había producido el día anterior, con el mismo orden por parte de los participantes y el mismo recorrido, todos revestidos con sus trajes académicos, pero con una parada adicional en casa del vicecanciller que, como hemos señalado, era el que presidía el acto y el encargado de entregar los atributos al nuevo/s doctor/es.

Durante el desfile se contrataba a músicos para que amenizaran la procesión con trompetas, atabales y chirimías. Una vez que llegaban a la capilla donde se iba a celebrar la colación del grado, había que seguir un orden protocolario en la ubicación de los asistentes, siguiendo las precedencias marcadas por el maestro de ceremonias, similar al ya marcado durante el desfile de la comitiva. Los doctorandos y los licenciados de la misma facultad ocupaban el lado de la derecha, mientras que los que no pertenecían a esos estudios se ubicarían en el lado izquierdo.

Hasta que el doctorando no era llamado, ocupaba un lugar en la parte baja del trono construido para la ocasión, a ambos lados estaba flanqueado por licenciados de la universidad. El vicecanciller daba inicio al acto y era el turno de hablar del rector y de los doctores o maestros que lo deseasen acerca de los méritos del doctorando para recibir el grado. El doctorando no solía responder a estas réplicas, por lo que concluidos los discursos se procedía a solicitar por parte del padrino y del doctorando la petición de que le fuese concedido el grado.

El vicecanciller lo mandaba llamar y el doctorando abandonaba su lugar en el escalón inferior y se dirigía al lugar donde se encontraba éste, prestando el juramento sobre unos almohadones. Se prometía fidelidad y obediencia al Papa, al rey, reina y príncipes, que eran los que mantenían económicamente la Universidad, así como se juraba defender el honor, los bienes y la libertad de la Universidad y sus individuos, observar los estatutos en vigor y los que se pudieran implantar.
 
A continuación se le hacía entrega de los atributos de doctor que consistían, en primer lugar el birrete, coronado por la borla que era el símbolo más importante del grado por considerarse el signo de la corona y de la excelencia del doctor.

A continuación se le entregaba el anillo, que simbolizaba su matrimonio con la ciencia de la que era creado nuevo profesor. El birrete y el anillo eran símbolos vitalicios, y el tercero de los símbolos se limitaba a un elemento ceremonial del acto y era la silla que se colocaba entre el padrino y el vicecanciller donde tomaría asiento para simbolizar su posesión de la cátedra docente, como ya sucedía en otras ceremonias de grados anteriormente descritas.

Para finalizar el acto, el nuevo doctor era abrazado y besado por el padrino y el vicecanciller, así como por el resto de los doctores y maestros presentes, comenzando por la derecha. Este abrazo de fraternidad, al igual que otros símbolos, se mantiene en la actualidad como signo de que el nuevo doctor es bienvenido entre sus "hermanos" docentes y entra a formar parte del claustro de doctores y maestros. Tras el acto en la capilla, los asistentes se dirigían a la casa del doctorando donde se serviría una comida, supervisada tanto en la cantidad como en la calidad por los veedores y comisarios, como en el día anterior.

Según describe Margarita Torremocha (2004:51), en el convite celebrado en 1581 con motivo del doctorado de los licenciados Aríndez de Oñate y Pedro Sanz, entre las propinas en especie que repartieron al claustro de profesores se encontraban cuarenta y dos cajas de mazapanes, piñonates y otras golosinas y manjares para que se las pudieran llevar a su casa, además de las comidas y otras celebraciones con motivo del acto de concesión de grado. Una de las más llamativas, y que servía de cierre a los festejos celebrados durante los dos días, era la corrida de toros. Cada nuevo doctor debía hacerse cargo de pagar un mínimo de cuatro toros y la universidad nombraba también uno o dos comisarios de toros para que supervisaran que se cumplía con todos los requisitos.

Dado que el acto de grado de doctor es el más fastuoso de entre todas las manifestaciones del ceremonial y protocolo universitario de la época, aunque la mayoría de las universidades importantes festejaban estas celebraciones de manera similar, existen algunas singularidades entre unas y otras que resulta curioso destacar. En Salamanca, por ejemplo, durante el acto de colación académico durante el que se realizaba la entrega de los atributos doctorales, además de los discursos de elogio a los futuros doctores, también en el s. XVI existía los "vejámenes" o "gallos", que eran discursos satíricos llenos de pullas y bromas, sacando a relucir sus defectos para que no se envanecieran. (POLO RODRÍGUEZ, 2004:30).

Encontramos también en esta época, como los mismos reyes participaban de ese ánimo festivo y menos riguroso que primaba en las celebraciones de la universidad, frente a otras más estrictas de la corte. Un buen ejemplo lo encontramos durante el reinado de Felipe III que durante una visita que realizó en la mitad del siglo XVI con su esposa Margarita de Austria a la universidad salmantina impuso otra costumbre que se mantiene todavía en nuestros días. Jacobo Sanz recoge las palabras del Rey (2004:155):
 
Admirado en otro tiempo Felipe los altos honores de esta Escuela se dijo. "¿Qué otra cosa mejor podría ya engrandecerla?', que los venerables maestros se sienten ante sus Reyes y en el mismo momento puedan cubrirse la cabeza ".

De hecho en nuestras universidades tras dar por iniciados los actos solemnes en los que desfila la comitiva académica con los doctores revestidos con el traje académico actual que también conserva el birrete con la borla de doctor, la máxima autoridad que presida en ese momento dice, "doctores sentaos y cubrios" en recuerdo a esta licencia real.

El vejamen también se practicaba en la Universidad de Alcalá. Como recuerda José Luis Peset (2004:36), su origen puede encontrarse en costumbres y ritos muy diversos, desde las chanzas estudiantiles, el memento mori claustral, el elogio de la locura erasmiano, o quizá es común en cualquier rito de iniciación.

En Salamanca se mantendrá hasta mediados del siglo XVII, existen escritos de la época que reflejan como Felipe III asiste a uno en 1618, pero la crítica satírica y mordaz en ocasiones planteó más de un problema entre los doctorandos, enojados por su contenido. Su supresión se debió a que un alto personaje recurrió al Consejo de Castilla, quien dictaminará que es inadmisible, ya que:

(...) en la forma en la que se ha introducido es muy perjudicial, indecente y ha ocasionado grandes enfados y desconciertos (PESET, 2004:36).

No eran las universidades castellanas las únicas en hacer uso de estos discursos graciosos y más o menos ocurrentes. Jacobo Sanz (2004:155) recoge unos versos escritos por Luis de Góngora en un vejamen que se pronunció durante un acto de concesión de grados en la Universidad de Granada en 1611, y que es interesante por la identificación del graduando como "pollo" en estos discursos conocidos también como gallos.

Pater noster, yo soy pollo del huevo que ya empollastes, con vuestra pluma me honro; dejadme caer en esta tentación de semidocto...

De cualquier forma, como se apuntaba al principio de la comunicación, los actos de concesión de grados sufren importantes modificaciones a partir del s. XVIII. El ceremonial cambia con la intervención de los reyes de la dinastía borbónica que suprimieron muchos elementos de la pompa y ceremonia para rebajar el coste de las ceremonias de grados y posibilitar que pudieran acceder a ellos aquellas personas que estuvieran verdaderamente preparadas y por méritos propios. Las reformas liberales de este siglo suprimieron en las universidades mayores las celebraciones por toda la ciudad, las corridas de toros, la cuantía de las propinas, entrega de guantes, etc., rebajando de forma considerable los gastos de las graduaciones. Fernando VI en este sentido, dictó una cédula Real en 1752 que sería completada por órdenes posteriores en años sucesivos.

5. Símbolos y tradiciones que perduran en la actualidad.

Si bien algunas señas características de los actos universitarios solemnes de los primeros siglos de existencia de las universidades españolas no se han conservado, como por ejemplo la fastuosidad de las celebraciones del grado de doctor que incluían corridas de toros y que desaparecen en el siglo XVIII, otras han permanecido convirtiéndose en verdaderas señas de identidad del ceremonial y protocolo universitario actual en nuestro país.

Como hemos explicado, el grado de bachiller era el primero en alcanzarse tras concluir los estudios en las universidades del Antiguo Régimen, y venía a equipararse con el de licenciado actual. El de licenciado estaría más cercano al de doctor, y el grado de doctorado era honorífico, con lo que equivaldría al doctorado honoris causa, pues el candidato no debía pasar ningún examen ni prueba académica.

La concesión de los grados de bachiller y de licenciado implicaban un examen y defensa pública de méritos, tal y como sucede en la actualidad con el doctorado. De hecho también era necesario publicar la solicitud del grado por si alguien quería hacer objeciones a la concesión del grado. En la actualidad esto sucede con las tesis doctorales que deben pasar el período de depósito, normalmente de dos o tres semanas, durante el cual cualquiera puede plantear objeciones a la calidad y méritos investigadores del trabajo antes de que se forme el tribunal responsable de examinar y conceder el grado.

Asimismo, en la actualidad, en los actos universitarios solemnes también desfila la comitiva académica que es la representación de los doctores y autoridades de la universidad, como ya sucedía en las antiguas universidades, aunque es cierto que el desfile está restringido a las dependencias universitarias y no recorre toda la ciudad, ni se realiza montado a caballo, como antaño.

Por otra parte, ya en los antiguos actos de colación existía la figura del padrino y el juramento que tenía que hacer el candidato, así como los atributos del birrete con borla, el anillo y el abrazo de fraternidad de los miembros del claustro académico tras la concesión del grado. Estas tradiciones y símbolos permanecen en los actos de investidura de doctores, aunque, dada la cantidad de profesores que reciben el doctorado en las universidades españolas cada nuevo curso, es cierto que se celebran de forma menos solemne y con un ceremonial más sencillo.

Donde sí se pueden observar una mayor profusión de tradiciones y símbolos es en el acto de concesión del doctorado "honoris causa". Durante estas celebraciones también se mantiene la obligación del nuevo doctor de dictar una lección magistral tras la investidura, así como se le concede como un privilegio más del doctor, pasar a ocupar un asiento entre las sillas que ocupan los otros doctores del claustro.
 
Por último el cargo más importante en las universidades del Antiguo Régimen -fundadas en su mayoría a instancias de autoridades eclesiásticas, salvo las de origen municipal como la de Valencia -era el cancelario, que presidía los actos más importantes, salvo que cediera al vicecanciller en algún caso. En la actualidad podemos observar como también existe la figura del Canciller o Gran Canciller en todas las universidades de la Iglesia Católica en nuestro país, e incluso en algunas privadas como es el caso de las universidades del CEU, en lo alto del organigrama de la institución, siendo en la mayoría de los casos una autoridad eclesiástica -la excepción de nuevo la encontramos en el CEU- y responsable de presidir todos los actos más importantes de la universidad, salvo que, como sucedía en la antigüedad, decida ceder al vicecanciller, figura que también se mantiene en varias universidades españolas de la Iglesia.

Bibliografía.

GARCÍA Y GARCÍA, A. (1989): "La escuela de Salamanca en el panorama universitario europeo", en VV.AA., La Universidad Pontificia de Salamanca, Salamanca, Ed. Universidad Pontificia de Salamanca, (pp. 21-36).

HERNÁNDEZ MARTÍNEZ, S. 

(2004). "Diferencias en materia de protocolo y ceremonial entre las universidades públicas, privadas y de la Iglesia", en Actas del I Congreso Internacional de Relaciones Públicas: Investigación y Relaciones Públicas, Madrid, Servicio de Publicaciones de la Facultad de CC. de la Información, UCM.

(2006): "Evolución de los actos universitarios y sus tradiciones", en Actas del V Encuentro de Responsables de Protocolo y Relaciones Institucionales de las universidades españolas, Pamplona, Universidad de Navarra.

HERRAEZ HERNÁNDEZ, J. M. (1994): Universidad y universitarios en Avila durante el siglo XVII Análisis y cuantificación, Institución "Gran Duque de Alba", Ávila.

PESET, M. (1993): "La organización de las universidades españolas en la edad moderna", en ROMANO, A. Studi e Diritto nell'area mediterránea in etá moderna. Rubbettino Editare,  Messina, Italia (pp. 73-122).

PESET, J.L.(2004): "La Universidad de Alcalá, la mitra y la corona", en VV.AA. Miscelánea Alfonso IX.

Monográfico: Grados y ceremonias en las Universidades Hispánicas. Homenaje a Águeda Rodríguez Cruz. Centro de Historia Universitaria, Universidad de Salamanca.

POLO RODRÍGUEZ, J.L. (2004): "Ceremonias de graduación en la universidad, siglos XVI-XVIII" en HERNÁNDEZ DE CASTRO, J. y POLO RODRÍGUEZ, J.L.  Ceremonias y grados en la Universidad de Salamanca. Una aproximación al protocolo académico. Ediciones Universidad Salamanca, pp. 7-36.

RAMOS FERNÁNDEZ, F. (2001): "Color y tradición en la ropa universitaria", en Revista Internacional de Protocolo, n° 21, Ediciones Protocolo, Madrid.

(2003): "La ordenación del protocolo universitario", en VV.AA., Curso superior de comunicación y protocolo, Universidad de Vigo, Vigo.

SANZ HERMIDA, J. (2004): "Vejámenes y gallos en las ceremonias universitarias salmantinas en los siglos de oro", en VV.AA. Miscelánea Alfonso IX. Monográfico: Grados y ceremonias en las Universidades Hispánicas. Homenaje a Águeda Rodríguez Cruz. Centro de Historia Universitaria, Universidad de Salamanca.

SUAREZ PINILLA, M. (1995): "La universidad Española", ponencia de las VII Jornadas Nacionales de Protocolo en la Administración Local y Comunidades Autónomas, 8 de marzo, Córdoba. TORREMOCHA HERNÁNDEZ, M. (2004): "Rito y fiesta académica en la universidad vallisoletana de los austrias. La trastienda de un ceremonial", en VV.AA. Miscelánea Alfonso IX. Monográfico: Grados y ceremonias en las Universidades Hispánicas. Homenaje a Águeda Rodríguez Cruz. Centro de Historia Universitaria, Universidad de Salamanca.

VILLA SÁNCHEZ, M.A. (1997): "La Casa Real en la Universidad" en VV.AA., Actas del II Encuentro de Responsables de Protocolo y Relaciones Institucionales de las universidades españolas , Logroño, Ed. Universidad de la Rioja (pp. 52-56).