Los buenos modales de los niños con su familia
Aquella urbanidad
Los seres que te rodean,
padres y hermanos queridos,
honrados y distinguidos
por tu afecto siempre sean.
A tu familia venera
y vivirás estimado,
que el que en su casa es honrado,
es honrado donde quiera.
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Amor santo, amor profundo,
a tus padres debes dar;
las virtudes del hogar
se reflejan en el mundo.
Al que a sus padres disgusta,
y a su familia no aprecia,
la sociedad le desprecia,
noble mostrándose y justa.
Al que una franca bondad,
no tiene en su íntimo trato,
como a un vil, como a un ingrato,
le mira la sociedad.
Ve a tus padres con amor,
con un amor sin segundo,
con un respeto profundo,
más no con necio temor.
Diles siempre la verdad,
diles tu mayor secreto;
santo y profundo respeto
no excluye la intimidad.
Amor y virtud concilia,
en tu pecho noblemente;
se con todos indulgente,
pero más con tu familia.
Sirva siempre tu presencia,
como señal de concordia,
y desarma la discordia
con tu amor, con tu paciencia.
Si por desgracia se agita
en el hogar la tormenta,
se la brisa que la ahuyenta
y no el huracán que la irrita.
No con severa exigencia
te reveles indignado;
sufre siempre resignado
de tu hermano la imprudencia.
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No con airada pasión
llenes tu hogar de dolores;
¡bendito el que siembra flores
en vez de desolación!
A una innoble grosería
no des cabida en tu pecho,
que el tener el mismo techo
no excluye la cortesía.