Del aseo en las personas, en verso
Cada día al levantarse, el hombre bien educado, debe siempre con cuidado manos y cara lavarse
El niño bien aseado y su apariencia exterior
Aquella urbanidad
Antes del juego y paseo,
oh niño, constantemente
tu ocupación preferente
ha de ser tu propio aseo.
Cada día al levantarse,
el hombre bien educado,
debe siempre con cuidado
manos y cara lavarse.
Se a estos preceptos sumiso,
peina después tus cabellos
y ten cuidado con ellos,
varias veces, si es preciso.
No dejes que tu cabeza,
erizada eternamente,
la horrible imagen presente
de una intrincada maleza.
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Al buen parecer atento,
haz que una hermosa blancura
conserve tu dentadura
y tu boca un buen aliento,
que es preciso que no ignores,
que los dientes descuidados
por la carie destrozados
causan horribles dolores.
Pero no por el temor,
de parecer incivil
el afeite femenil
usases a más y mejor,
que el hombre que fatuo y necio
como mujer se engalana,
y en perfumarse se afana,
solo merece desprecio.
No te tus miembros en torno
debes afeites tener,
la limpieza debe ser
del hombre único adorno.
Exige la educación
un esmero bien medido,
ni extraordinario descuido,
ni excesiva presunción.
La rudeza censurable,
nunca en tu porte se vea,
norma de tus actos sea
moderación siempre amable.
Nunca las uñas presentes
como una salvaje bravío,
pero tampoco, hijo mío,
te las cortes con los dientes.
No excuses la urbanidad
por pobre o desamparado,
pues nunca el humilde estado
disculpa la suciedad.
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Rica esencia delicada,
vale mucho, es evidente;
pero el agua de la fuente
a nadie le cuesta nada.
Semejante a la virtud,
la simpática limpieza,
es lujo de la pobreza
y conserva la salud.