Verso del decoro religioso.

Urbanidad para el uso de las señoritas. El decoro religioso.

Tratado completo de urbanidad en verso para uso de las niñas.

 

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Del decoro religioso.

Cuando despiertas y veas
el albor del nuevo día,
tu primer suspiro envía
a tu Dios y Criador;
y dale gracias postrada
delante su acatamiento,
por las mercedes sin cuento
que te dispense su amor.

Encomiéndate a la Virgen,
que es madre amorosa y pía
con sus devotos María,
y grande su protección;
también a tu ángel Custodio
pídele sea tu guía,
y en la intercesión confía
del Santo que es tu Patrón.

Al Señor ofrece la obra
que va a ser por ti empezada,
y de verla coronada
la gracia le pedirás;
y si algún trabajo o pena
en el decurso del día
para probarte te envía,
también se lo ofrecerás.

Sea, niña, tu respeto
al templo de Dios constante,
y si pasas por delante
la cabeza inclinarás;
tomarás agua bendita
cuando entrares o salieres,
y a aquellos con quienes fueres
luego se la ofrecerás.

No hablas, rías o divagues
tu vista dentro del templo;
de cristiana un buen ejemplo
esmérate en presentar.
A los divinos oficios
asiste devotamente,
y con tu boca y tu mente
al Eterno has de loar.

Procurarás oír misa
cada día, si te es dable,
pues devoción tan loable
sin premio no ha de quedar;
también el Santo Rosario
de bendición será fuente
para el que debidamente
los acostumbrare a rezar.

A Jesús Sacramentado
que en el sagrario se encierra,
con una rodilla en tierra
reverente has de adorar;
mas si estuviese patente
(lo que llaman descubierto),
ambas rodillas te advierto
que entonces debes doblar.

El alma que Dios te ha dado,
si no recibe alimento,
no dudes por un momento
que moribunda estará;
son del espíritu pasto
la Eucaristía y la gracia;
con su celeste eficacia
nuestra vida cobrará.

Como doncella cristiana
al sacerdote venera
como un padre y considera
que es un ministro de Dios;
salúdale reverente,
su mano, humilde, besando,
sus doctrinas escuchando
como del Señor la voz.

De mucho aprecio y respeto
son dignas las Religiosas,
pues por sus castas esposas
las eligiera el Señor.
Ellas aplacan orando
al Juez Supremo irritado
contra un pueblo, que obstinado
siempre excita su furor.