Las niñas bien educadas en el juego
Comportamiento que deben tener las niñas bien educadas en los lances y juegos con otras niñas
Buenos modales y buen comportamiento en los juegos de una niña bien educada
Aquella urbanidad
1. ¿Tienen alguna utilidad los juegos o recreos?
Tienen mucha, porque distraen y recrean, es decir, vuelven a crear fuerzas en el cuerpo y en el espíritu.
2. ¿Pueden ser a veces perjudiciales?
Si, señor. Lo son cuando duran demasiado y cuando se juega por vicio.
3. ¿Son buenos todos los juegos?
Algunos hay que desdicen de la buena educación como son los que dan ocasión a tirarse por el suelo, a destrozar la ropa, pegarse, manosearse, etcétera.
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4. ¿Qué reglas se han de tener presentes en los juegos de habilidad o destreza?
Principalmente las tres siguientes:
Primera. Saber ganar sin demostrar excesiva alegría.
Segunda. Saber perder sin enfadarse.
Tercera. No hacer trampas ni de broma.
5. ¿Cómo trata la niña bien educada los juguetes y los otros objetos que sirven para jugar?
Con mucho cuidado, para no romperlos ni mancharlos. Igual conducta debe observar con los ajenos, para no dañar ni disgustar a nadie.
6. Concretándonos a las muñecas ¿cómo se porta con la suya la niña cuidadosa?
Muestra su buen gusto en presentarla siempre limpia, bien peinada, bien vestida y sin roturas, pero evitando, en gracia a la modestia, vestirla lujosamente.
7. ¿Qué hay que decir de las disputas?
Que son siempre muy desagradables y por ello las niñas bien educadas las evitan con mucho cuidado.
9. ¿En qué punto pone especial atención la niña bien educada tocante a los juegos?
En daros por terminado puntualmente así que se lo mandan.
9. ¿Cuál es el peor enemigo de las buenas relaciones entre las compañeras de clase?
Son las discusiones acaloradas que se originan en los juegos o recreos.
Los hombres santos también juegan
También los santos y los hombres maduros toman recreos para descansar y reponerse. San Juan Evangelista gustaba de jugar con una perdiz que siempre iba tras él. San Francisco de Asís jugaba con los pajaritos, con los corderos, con los chiquillos que encontraba en la calle. San Francisco de Sales invitaba a los sacerdotes que venían cansado de predicar misiones por los pueblos, a pasear en un bote que él mismo remaba por un gran lago que bañaba las murallas de la ciudad.