Las niñas bien educadas y la caridad
La caridad es una virtud cristiana opuesta a la envidia y a la animadversión
Las niñas y los buenos modales con el prójimo
Aquella urbanidad
1. Si el primer deber es amar a Dios sobre todas las cosas, ¿cuál es el segundo?
Amar al prójimo como a sí mismo.
2. ¿Qué es amar al prójimo?
Es hacerle todo el bien que se pueda.
3. ¿Por qué hemos de amar al prójimo?
Porque todos los hombres somos hijos de Dios, porque todos somos hermanos y porque Jesucristo ha muerto por amor de todos.
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4. ¿Cómo ha de ser la caridad que tengamos con el prójimo?
Ha de ser verdadera y efectiva, socorriéndole unas veces con dinero, ayudándole otras con nuestro propio trabajo y siempre ayudaremos como veamos que más lo necesita.
5. ¿Es necesario ser rico para ser caritativo?
No, señora; el que socorre con amor y de todo corazón, es más caritativo que el que da mucho dinero y no lo hace por amor de Dios ni del prójimo.
6. ¿Cuál es el vicio más opuesto a la caridad?
La envidia, que es un pecado capital muy feo.
7. ¿Cómo se conoce que una niña es envidiosa?
Se conoce, si cuando vemos que otra es más inteligente, más aplicada y más alabada que ella, siente como una pesadumbre o tristeza en nuestro interior.
8. ¿Hasta qué punto hemos de ser caritativas?
Hasta saber perdonar de corazón las injusticias que con nosotros comentan nuestros enemigos.
Toda persona de corazón noble y cristiano rechaza inmediatamente cualquier resentimiento u odio que pudiera sentir contra su prójimo.
Las niñas envidiosas y vanidosas son ordinariamente muy poco caritativas.
La anciana y la visita familiar
Una señora muy anciana me refirió que, siendo ella niña, fue una tarde de visita con una primita suya que solo tenía diez años. Era aquella niña vanidosa y lucía con mucho orgullo un collarín de plumas finas que le había comprado su abuelita.
Como hablaba tanto de su dichoso collarín y lo enseñaba tanto, una niña de aquella casa dijo que ella también tenía un collarín de plumas muy bonito.
- Enséñamelo, dijo la niña vanidosa.
La otra niña fue buenamente a buscarlo, y como era muchísimo más hermoso aun que el de mi prima, se quedó sorprendida primero, se puso luego a mirarlo fijamente y sin decir nada; se puso luego muy encarnada y, por fin, llena de rabia como una loca, se lo arrebató de las manos, lo tiró al suelo y lo pisoteó con furia.