La modestia en la niña bien educada

La modestia de una niña es fruto de su buena educación y de ser poco vanidosa

Cartilla moderna de urbanidad para niñas

 

Urbanidad. Modestia. La niña humilde. protocolo.org

Huir de la soberbia y ser modestas. Valores de una niña bien educada

Aquella urbanidad

1. ¿Cuál es la virtud que más adorna a una niña bien educada?

La modestia, fruto sazonado de la buena educación, por la cual está convencido de que todo lo bueno que tiene se lo debe a Dios, por lo cual no se envanece de sus cualidades.

2. ¿Cuáles son los vicios más opuestos a la modestia?

La soberbia, que es un amor exagerado de sí mismo, con desprecio de los demás, y la vanidad que busca en todo alabanzas y privilegios.

3. ¿Qué hemos de pensar para huir de la soberbia?

Que es causa de muchos pecados y que atrae la cólera divina. Pues Dios, que ensalza al humilde, humilla al soberbio.

4. ¿A qué se puede comparar la soberbia?

A la hiel, que amarga y corrompe los alimentos más dulces y sabrosos. También la soberbia malogra e inutiliza el talento y las buenas cualidades.

5. Las que se envanecen porque son ricas o listas, ¿qué han de pensar?

Que esos bienes no son suyos; son de Dios, que se los ha regalado y les pedirá estrecha cuenta de ellos.

6. ¿Qué conviene recordar a las que se envanecen por su hermosura?

Que se pierde fácilmente y que los que vanamente la ostentan caen en ridículo ante las personas que advierten su vanidad.

7. ¿Dónde encontrará el niño hermoso ejemplos de modestia y humildad?

En la vida de los Santos. Todos ellos fueron modelos admirables de esas virtudes.

El ejemplo de humildad de Santa Teresa

La humildad más perfecta es la más libre de afectación. La de Santa Teresa fue perfectísima.

Decía con su acostumbrada gracia:

"Tres cosas se han dicho de mi. La primera que, cuando moza, tuve buen parecer. La segunda, que era discreta; y ahora, dicen que soy Santa. Las dos primeras me las creí entonces. Ya me acusé de esa vanidad; pero en la última nunca me he engañado tanto que haya venido a creermelo".

Una vez, para mortificarla, mandó su superior que se dejara retratar por un lego, que en el siglo tuvo principios de pintor. Llamábase por humildad Fray Juan de la Miseria, y al retratarla hizo pasar cien tormentos a la Santa, porque ya le mandaba que estuviese quieta, ya que mirase a la derecha, ya a la izquierda, ya arriba, ya abajo, ya gritaba si la Santa se reía.

Al fin de tanto mareo se acabó el retrato, y reconociendo Santa Teresa cuan poco le perecía, dijo con gran donaire: "Dios te lo pague, Fray Miseria, que me has hecho padecer lo que Dios sabe y al cabo me has pintado fea y legañosa".

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