La piedad en el niño bien educado

Comportamiento de un niño piadoso y bien educado

Cartilla moderna de urbanidad para niños

 

La piedad. Piedad niño bien educado foto base Cartilla moderna de urbanidad para niños, Jaime Pons

Obligaciones para con Dios de un niño bien educado

Aquella urbanidad

1. ¿Qué deberes tiene como más sagrados el niño bien educado?

Los que ha de cumplir con Dios, de quien ha recibido el cuerpo y la salud, el alma y sus facultades, y de quien espera la gloria del cielo.

2. ¿Cómo se llama el niño que cumple las obligaciones que tiene para con Dios?

Se llama niño piadoso.

3. ¿En qué consiste la piedad?

En rezar con atención y devoción, en poner por obra los buenos deseos de corregirnos que sentimos interiormente y en tener gusto para cuanto guarda relación con el servicio de Dios.

4. ¿Es una gran bien la piedad?

Es grandísimo bien, y quien en ello piensa, nota que por la piedad le vienen innumerables beneficios durante toda la vida.

5. ¿En qué cosas pone especial empeño el niño piadoso todos los días?

En encomendarse a Dios mañana y tarde, en no faltar nunca a los rezos y devociones de la familia y los que tiene costumbre de hacer antes y después de la comida.

6. ¿Es necesario tener rezos largos?

Ordinariamente, no. Importa más no dejar nunca por abandono, tibieza o respeto humano los que se tiene por costumbre, y pensar en Dios de vez en cuando durante el día, ofreciéndole todas las acciones y trabajos.

He aquí un hermoso ejemplo

Llevaron a un niño piadosito a pasar la tarde del domingo con unos tíos suyos, y allí se quedó dormido. Al volver a casa, su mamá le tomó en los brazos sin que se despertase en todo el camino ni cuando le metió en la cama. Despertose al fin cuando su mamá le besó al ir a acostarse ella también, y dijo el niño:

- ¡Ay!, mamá, ¿qué me ha pasado? ¿Cómo es que hace poco estaba en casa de mi tío y ahora estoy en la cama?

- No te asustes, hijo, que no es nada, le dijo la mamá. Es que te quedaste dormido y te traje aquí sin despertarte.

- ¡Ay!, mamá, así no he rezado esta noche antes de acostarme, repuso el niño.

- Déjalo por una vez, contestó la mamá; ya rezarás mañana.

Pero el bueno del niño replicó:

- No, mamá, que si algún día me olvidase de comer, tampoco lo dejaría para el día siguiente.

La mamá le abrazó enternecida y rezó con él las oraciones acostumbradas.