E. Los modales en la Baja Edad Media española. II.

El código de buenas maneras de la cortesía: Los modales en la Baja Edad Media española.

La civilización del comportamiento. Urbanidad y buenas maneras en España desde la Baja Edad Media hasta

 

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Estamos ante un texto, si se quiere, relativamente alejado de la tradición occidental pese a que esta afirmación merezca ser matizada. Ese carácter ajeno es más visible en aquellas zonas en las que los musulmanes apenas tuvieron implantación y contactos con la población autóctona, esto es, el norte peninsular. Pero a partir de los ríos Duero y Llobregat, su implantación hizo de la zona uno de los territorios más prósperos del mundo entonces conocido. Las cortes musulmanas siempre sorprendieron a los cristianos por su suntuosidad, su elegancia y la refinada sociabilidad que las presidía. Esta obra deja constancia de cuanto digo y ofrece la posibilidad de incluir en el estudio del proceso civilizatorio español los patrones de conducta y emocionalidad de quienes durante ocho siglos dominaron la Península (Nota: Asumo que mi justificación puede pecar de generalista o imprecisa. No contamos con ningún estudio que analice específicamente el grado de implantación del texto en las cortes musulmanas peninsulares por lo que, en este punto, admito que la inclusión de la obra es más una propuesta que merecería posteriores investigaciones capaces de responder a las cuestiones que hoy se ignoran: su grado de implantación, su influencia específica sobre las maneras, su articulación con respecto a textos cristianos, su difusión, lecturas, interpretaciones y lectores. Este tipo de textos solían llegar a lla Península gracias a desplazamientos de individuos que desde Bagdad, y por diferentes motivos, se trasladaban hasta aquí. Uno de los más famosos, y prueba de este tránsito, fue el poeta y cantor Ziryab (anterior a al Wassa), perteneciente a la Corte de Abderramán III (822-852). Ziryab trae consigo los modales refinados de la Corte de Bagdad y es de gran influencia en la introducción de nuevos hábitos: con él se impone el cabello al rape frente al cabello largo y dividido en la frente; los vasos de cristal y los manteles de cuero en vez de los vasos de oro y los manteles de hilo o, por ejemplo, la degustación de espárragos y su consideración como manjar exquisito: "Pero más que por su inmenso saber [Ziryab], por lo que más atraía era por su ingenio, por su gusto, por la extremada distinción de sus modales". Cfr. Dozy (1998: 300)).

Por último, me referiré a Arte Cisoria, obra escrita por Enrique de Villena en 1423. Este autor nace entre 1382 y 1384 muriendo en 1434. Escribe Arte Cisoria, un tratado sobre el bien cortar los alimentos, entendiéndolo como un arte a medio camino entre la dietética y la medicina. Hallamos en esta obra ejemplos acerca del correcto uso de los cubiertos; ejemplos que aúnan moral y conocimientos técnicos. Villena trata de poner de manifiesto la profunda dignidad del oficio de cortador -adjudicado habitualmente a personas de linaje distinguido- y la total lealtad a quien sirve encargado como está siempre de probar el primer bocado antes de cada comida. Mas, junto a esto, se interesa además por los hábitos y las conductas relacionadas con la comida y por los procedimientos de limpieza. Su experiencia como cortador es la que emplea para construir su obra a la que incorpora citas de personajes ilustres como Alfonso X, Aristóteles o San Jerónimo. Con arreglo a esto, expone cuáles son los requisitos que ha de satisfacer el buen cortador, recuerda las reglas fundamentales de conducta que deben presidir la mesa y confecciona un glosario con términos controvertidos en el arte de cortar.

En torno a estas tres obras construyo fundamentalmente mi exposición. Es en ellas donde he encontrado las referencias más explícitas a las buenas maneras consideradas como tema digno, relevante y prioritario para la enseñanza y el aprendizaje. Tanto en Lo Crestiá, como en El Libro del Brocado como en Arte Cisoria las buenas maneras aparecen como una cuestión que en sí misma merece un tratamiento aparte y exclusivo; un tratamiento en el que los autores entienden las buenas maneras como legítimo objeto de estudio y disertación. He incluido también citas de otros autores y publicaciones que aunque referidas a las buenas maneras, a) no otorgan a éstas una posición central en sus consideraciones y b) los preceptos y recomendaciones que ofrecen poseen un carácter secundario frente a contenidos generales de tinte teológico, político, legal o literario (Nota: Es el caso de las referencias a Juan Ruiz (Arcipreste de Hita), Alfonso X El Sabio, Ruy González de Clavijo o Pedro Alfonso). Estas citas quieren cumplir una función de apoyo respecto a los argumentos centrales, construidos a partir, insisto, de Lo Crestiá, El Libro del Brocado y Arte Cisoria (Nota: La bibliografía general que acerca de publicaciones sobre buenas maneras manejo a lo largo de esta investigación es la que coordina y dirige Montandon (1995). En ésta, sin embargo, tan sólo aparece para el periodo bajomedieval español la obra de Villena (Arte Cisoria) y una obra de Eiximenis - Llibre de les dones- en la que las buenas maneras no son abordadas con la precisión y centralidad que este mismo autor demuestra en Lo Crestiá. Por ello he tenido que seleccionar otras que si bien no figuran en esa bibliografía general, sí que aparecen mencionadas en otras fuentes secundarias -historiografía medieval general- y que tras su lectura sí se adecuaban a los criterios de centralidad que deben otorgar a las buenas maneras las publicaciones que incluyo en mi investigación. Por tanto, hube de apartarme de la bibliografía general de Montandon para acceder a Lo Crestiá de Eiximenis y a El Libro del Brocado de Al-wassa).

2. Hombres en torno a la mesa: Reconstrucción de una cena bajomedieval.

La mesa es un ámbito especialmente adecuado a la hora de estudiar la evolución de las buenas maneras. Nos movemos en un terreno en el que la preocupación por el decoro en el comportamiento es particularmente notable. Esa preocupación se vincula a la enorme fuerza socializadora que ostenta el hecho de que varias personas se reúnan juntas a comer. Simmel advierte que el significado de una comida conjunta no es el resultado de la agregación de los caracteres de los comensales. Su significado es suprapersonal: una reunión de estas características eleva simbólicamente la comida a la categoría de elemento ético y estético capaz de trascender la simple satisfacción de las necesidades biológicas (Simmel, 1998:264).

La comida aúna la satisfacción individual de una necesidad biológica -el hambre- con la interacción entre diferentes personas. De esta ligazón deriva la dimensión sociológica de la comida, sometida a unos patrones, a un estilo y a una regulación referida al alimento no en sí mismo sino a la manera de consumirlo. De acuerdo con Simmel, la comunidad de la comida trae consigo, a) dosis notables de regularidad, en tanto la reunión de un determinado círculo de personas sólo es posible fijando de antemano el momento en el cual ha de producirse dicha reunión; b) niveles de jerarquía, a la hora de servirse o colocarse en la mesa y c) una regulación de los modales, sometidos a principios éticos y estéticos (Simmel, 1998:265).

A partir de aquí, puede constatarse la presencia de criterios que norman la celebración de la comida y que quedan por encima de las fluctuaciones y deseos individuales. Queda superada la visión de la comida en común como mera satisfacción de una necesidad fisiológica y alcanza el rango de elemento sistematizado, esquematizado y de carácter netamente supraindividual (Nota: Apunta Simmel (1998:269-270): "Que tengamos que comer es un hecho situado tan primitiva y tan bajamente en el desarrollo de nuestros valores vitales que sin duda es común a todo individuo. Precisamente esto posibilita el reunirse para la comida en común y en la socialización mediada de este modo se desarrolla la superación del mero naturalismo del comer"). No resulta, pues, accidental que la civilización de las maneras se temple en torno a la mesa (Al igual que Simmel, también Miension-Rigau (1993:167) y Zaidman (1993:173) señalan la importancia de la mesa y la comida en común como ámbito privilegiado para el aprendizaje y estudio de las buenas maneras).

Se trata de un espacio socialmente significativo en el que se aprenden y pueden estudiarse las buenas maneras. Los hombres se sientan juntos a la mesa cuando poseen un acervo de convicciones compartidas, una noción de orden que hace que el comer no devenga en algo caótico o azaroso y un arquetipo de comportamiento deseable que habilita comidas sin sobresaltos. Este arquetipo de comportamiento deseable es el que define el código de buenas maneras de la cortesía, objeto de estudio de este capítulo. No obstante, antes de entrar en el estudio propiamente dicho de ese código, propongo una posible reconstrucción de una cena bajomedieval a fin de que puedan observarse una serie de comportamientos y formas de proceder en la mesa sobre los que ha de imponerse la cortesía con miras a lograr su perfección y pulimento. La mesa es un observatorio privilegiado de las buenas maneras y por eso entiendo pertinente esta reconstrucción. A partir de la mesa serán desglosados los argumentos que sustentan el código de buenas maneras de la cortesía. La reconstrucción permitirá observar el comportamiento que contradice el ideal cortés para posteriormente exponer las pautas correctoras propuestas en los tratados sobre buenas maneras. Para esta reconstrucción me he valido de tres tipos de materiales.