Buenos modales en los juegos de mesa

Un juego es para divertir y entretener, no para empezar un conflicto o discusión que incomode a los jugadores y a las personas que los acompañan

 

Juego mesa. Juego de mesa en Brighton. ejosully

Reglas de etiqueta para los juegos de mesa. Los buenos modales en el juego

Jugar es una forma entretenida de pasar el tiempo. Pero este modo de divertirse puede sacar el lado menos amable de algunas personas. No solo cuando se pierde -tener mal perder-, sino también cuando se gana. Lo que se denomina tener "mal ganar". El comportamiento en el juego es tan importante como en cualquier otra faceta de la vida. Hay que aprender a ser educado en las lides del juego.

Cuando participamos en cualquier tipo de juego -con apuestas o sin ellas-, lo primero y más importante, es ser honesto, ser honrado. Nada de hacer trampas, de engañar a los otros jugadores o de utilizar cualquier tipo de treta que se salte las reglas del juego para tratar de ganarlo de una forma poco elegante y legal.

Tampoco es correcto "picar", cabrear o provocar al adversario con frases o comentarios subidos de tono, con acciones poco elegantes -como retrasar el juego de todos actuando lentamente, por ejemplo- o con objeto de distraer su atención y perder la concentración de lo que está haciendo o tratando de resolver.

No es muy elegante ni correcto aprovecharse de la edad de sus adversarios, por ser más jóvenes -su inexperiencia- o por ser de una edad avanzada -su falta de reflejos o rapidez- para tomar ventaja de forma poco honesta. Hay que adaptarse al ritmo natural de todos los participantes, siempre que no se haga como una estrategia el acelerar o lentificar el juego.

No podemos ni debemos reírnos o mofarnos de las acciones de otros jugadores, por confusiones, por errores o por falta de conocimiento. Una persona puede ser muy culta y responder muy bien a las preguntas del Trivial pero puede no ser habilidosa jugando al futbolín. Y al contrario. Cada persona es un mundo y tiene sus propias habilidades y cultura.

Si alguno de los participantes está cansado, podemos proponer un descanso de unos minutos para reponer fuerzas, ir al baño, fumar, etcétera. O simplemente, el tiempo de descanso puede servir para estirar un poco las piernas.

Es bueno admitir a todos los que quieran participar en un juego -siempre que sea posible-, aunque no sean los más habilidosos para jugar. El juego debe servir como integrador social, y debe ser muy participativo. No es muy educado tener a gente mirando todo el tiempo, a no ser que sea por voluntad propia.

Si hay diferencias en las reglas básicas del juego, que puede ocurrir, pues en cada ciudad, zona o país pueden tener alguna característica propia, debe indicarse al principio una norma común. Por ejemplo, en el juego del parchís, hay personas que indican que con el primer cinco se sacan dos fichas a la vez, otros que una. Se deben unificar criterios para evitar disputas posteriores.

Acatar la mayoría. En caso de diferencias o disputas en una determinada jugada o durante un determinado juego, la mayoría de los participantes pueden decidir cuál es el criterio a aplicar y debe, por regla general, acatarse.

Si somos el anfitrión de la casa, invitemos a participar a todos los invitados, o bien, podemos preguntar por el juego al que les gustaría jugar para ver si es posible jugar a él y proponerlo al grupo de invitados.

Ni que decir tiene que se deben evitar las voces, gritos, tacos, palabras malsonantes, blasfemias y comportamientos groseros, tanto de palabra como de obra -gestos obscenos-.

Hay que recordar que el juego es un pasatiempo, y debe servir para entretener no para crear situaciones incómodas, embarazosas o conflictivas que hagan pasar un mal rato tanto a los anfitriones como a sus invitados. Una persona que no sabe comportarse en el juego, no sabe comportarse en sociedad, y no merece la pena ser invitado a otra fiesta o evento.