Escuela de mayordomos: los futuros profesionales del servicio. I
Aprender a llevar una casa moderna y activa con confianza, gracia y estilo
Escuela de mayordomos: educación, preparación y discreción
La profesión de mayordomo tiene más futuro de lo que muchos podrían creer y menos corsés de lo que han impuesto la literatura y el cine. Los alumnos de una escuela holandesa, una de las más reputadas en la formación en este trabajo, cuentan por qué lo han elegido.
"Eh tíos, me voy dos meses a Holanda. Quiero ser mayordomo y he entrado en una de las mejores escuelas del mundo ". Los amigos de Eric se rieron cuando oyeron algo parecido a esto. Y su familia. Adiós a los estudios para ser contable. "Quería cambiar mi carrera. Me gusta la idea de ayudar a los otros a sentirse bien y de ser mayordomo, aunque esto suponga renunciar a mi vida privada", dice. Eric Noel es francés, tiene 22 años y, junto a Wouter Bagin, es el alumno más joven de la promoción invernal de The International Butler Academy (TIBA), un centro donde se forma a profesionales del servicio y la gestión doméstica.
"Soy una persona que busca la perfección -explica Wouter Bagin, de origen belga-. Mi padre estaba totalmente en contra de que me dedicara al sector de la hospitalidad -como lo llaman integrantes del centro-, dice que soy lo suficientemente inteligente como para trabajar para mí mismo, no para los otros. Pero, visto mi empeño, me dijo que adelante. Mis amigos lo respetan". A Simone Moretti las ocho semanas de formación en el castillo ocre de Valkenburg aan de Geul, en el sur de los Países Bajos, donde está la TIBA, le van a servir para mejorar su formación como gerente de hotel en Venecia. "No quiero ser mayordomo. Es muy esclavo, no tienes vida -asegura-. He venido porque es una de las mejores escuelas del mundo y mi hotel me ha pagado el curso".
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Tras 17 años como mayordomo en una casa estadounidense, Michael Ganje aterrizó en este pueblo turístico cercano a Maastricht "para aprender el estilo europeo y mejorar y diversificar mis aptitudes. Estados Unidos es más informal que Europa". Más Geoffrey (El príncipe de Bel Air) en una mansión de Los Ángeles que James Stevens (Lo que queda del día) en la residencia inglesa de Darlington Hall. Sylvie Rousseau lleva 18 años como asistente de los embajadores de Luxemburgo en Rusia: "Mi intención es complementar mi formación y cambiar mi orientación profesional, que hasta ahora se ha centrado en organizar visitas, cuidar el protocolo, llevar la agenda del embajador, encargarme de tareas administrativas. Me gustaría trabajar con una familia o en un hotel". Es la única mujer de esta promoción, dispuesta a ser mayordoma, nada de ama de llaves. Menuda, delgada, discreta y la primera de la fila cada vez que toca formar ante el director, el jefe de estudios, el mayordomo jefe, el profesor de turno o los invitados.
No son almas caritativas, no tienen superpoderes ni buscan la redención ni la aprobación constante de los demás. Sencillamente, adoran el orden y la excelencia, y les complace anticiparse a las voluntades de los otros. "Disfruto sirviendo, es un regalo", argumenta Marcel van Wessel mientras arregla un ramo de flores. Holandés, de 49 años, es el prototipo del mayordomo de película. A este hombre alto, delgado, de mirada timorata, prudente y evasivo le entusiasma su trabajo como director de un hotel. Las más de 12 horas diarias consagradas al buen gobierno y a la armonía de las instalaciones y sus huéspedes no son una carga, al contrario.
La vida cómoda del siglo XXI tiene sus excepciones en ciudadanos como los que desde hace más de diez años acuden a TIBA en busca de un futuro mejor o con la intención de pulir rutinas y modales. "Nuestra misión es educar, preparar y acompañar a los alumnos para que se conviertan en profesionales en el arte del servicio y la gestión de una casa (...) Ofrecemos todas las herramientas para cumplir con las demandas del siglo XXI, y nuestros graduados pueden trabajar en un abanico de puestos alrededor del mundo", proclama la web de la escuela.
" Aprenderá a llevar una casa moderna y activa con confianza, gracia y estilo ", añade. Vestidos con el chaqué reglamentario, pantalón gris marengo a rayas negras, camisa blanca cuello wing y de puño doble, corbata negra con nudo windsor, chaleco gris plata, levita negra, zapatos negros de cordones, guantes de algodón blancos y reloj de cadena en la cintura, los 14 alumnos atienden las enseñanzas del director sobre cómo ayudar a un cliente a entrar y salir del coche cuando llueve. En las escaleras de entrada al castillo, paraguas extendido, abrir la puerta del vehículo, mano en el dintel para evitar que el cliente se golpee la cabeza y, una vez fuera, el paraguas no se aparta de quien protege.
Robert Wennekes pone a prueba a sus pupilos andando con rapidez para que le sigan con el paraguas o frenando y arrancando el coche para despistarlos en el momento de abrir la puerta. Sir director es exigente y jocoso. Holandés, 54 años, cabeza rapada al cero, gafas de pasta, traje impoluto, voz grave, zapatos color cuero de hebilla y calcetines con rombos rojos y negros. Él ya dejó atrás su carrera como mayordomo y sus años como asesor y director de una empresa de reclutamiento de servicio privado, hasta que en 1999 fundó la escuela que sigue dirigiendo. "Siendo mayordomo ganas dinero, siempre ves cosas nuevas y trabajas con gente a la que admiras. Todo está en tus manos para dar placer en los demás", precisa.
El mayordomo debe anticiparse a los deseos de su amo, aunque hoy la sociedad individualista no lo pone fácil. "Es una profesión vocacional", tercia Luiz Costa, ex-alumno e instructor del centro. Estudió administración de empresas, trabajó en compañías de lujo, pero abandonó su Brasil natal hace 15 años. Hijo de familia bien, con servicio, su nueva vida en Holanda comenzó como limpiacristales. "Empecé como tercero de mantenimiento; al cabo de tres años era el gerente de la casa", recuerda. "Mi éxito ha sido saber qué espera cada persona de mí. Un mayordomo debe tener energía, pasión, flexibilidad, lealtad, discreción", dice.
"Vengo a esta escuela para mejorar. Yo veo todos los detalles y quiero potenciar esta aptitud; veo pequeños detalles que la gente no ve". Ojo con llevar la contraria a Ali Fraitekh. "Soy muy estricto, duro, exigente. Me gusta que todo esté perfecto", confiesa el futuro mayordomo de uno de los hermanos del rey Abdalah II de Jordania. Realeza, familias acaudaladas, nuevos ricos, estrellas de cine, hoteles de lujo, embajadas y políticos de primera fila dejan en manos de TIBA la formación de sus sirvientes. Aunque el sueño de Ali Fraitekh es dirigir "uno de los mejores restaurantes del mundo". Está hecho para mandar y para ser mandado; compite por ser el primero en cada actividad de la escuela y hay un puesto en el que no tiene rival: el cambio de ropa.
El compás tres por cuatro se altera, y los 14 aprendices corren con diligencia por las escaleras hasta un cuarto. Otra camisa, otra corbata y el traje negro, sin chaleco. Cierto caos que se recompone al cabo de tres minutos, cuando todos forman, con la nueva indumentaria, en la buhardilla. Al principio del curso disponían de 20 minutos para cambiarse de traje; en la séptima semana de curso, se les exigen tres.
El desván ocupa el segundo piso del castillo. Bajo el tejado de doble vertiente, con vigas de madera y parquet en el suelo, la sala es un espacio polivalente que lo mismo sirve para impartir clases de primeros auxilios como de protocolo, de comunicación, de historia de la mayordomía, de gestión doméstica o como cuarto de la plancha. En algunas asignaturas, siempre con los mejores expertos en cada disciplina como profesores, los alumnos pueden vestir su propia ropa. Los vaqueros y los jerséis con que cada día, durante los dos meses que dura el curso, salen poco antes de las ocho de la mañana de los apartamentos en los que se alojan, en el centro de Valkenburg.
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La ceremonia de liberación del champán requiere etiqueta. Vuelve el chaqué, y en semicírculo, escuchan a Frank Fortgens, miembro de la Confrérie du Sabre d'Or: "Descorchar una botella de champán es un show". Desprecinta la funda dorada y da seis vueltas al tapón, se desprende del armazón de alambre, aparta una tira del papel que recubre el cuello de la botella, la sostiene inclinada con una mano, y golpe seco y grácil con un sable para descorcharla. Un corte limpio y sin rasguños que sólo las buenas botellas de champán soportan.
Con el traje negro de trabajo, el mayordomo se ocupa de las tareas domésticas. Desde quitar el polvo y barrer o agacharse para limpiar los baños hasta abrillantar la plata. " Para llevar las riendas de una casa hay que saber cómo se limpia cada rincón -apunta el instructor Costa-. Formamos a mayordomos top, tienen que conocer el trabajo de cada rango de la jerarquía que sirve en una casa para poder corregir las imperfecciones. No se puede ser gerente y tener a otras personas a tu cargo si desconoces sus tareas".
- Escuela de mayordomos: los futuros profesionales del servicio. I.
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