Organizar una cena en el castillo de Le Lude, Francia (con vídeo)
Hasta el siglo XVIII, solo la nobleza y la alta burguesía podían permitirse el lujo de usar porcelana, pero desde entonces su uso se ha democratizado
Organización y preparativos para una cena en el castillo de Le Lude
Invitados ilustres para celebrar el comienzo de la temporada de caza
Con el comienzo de la temporada de caza, en el castillo de Le Lude -Francia- se celebra con una recepción con una gran cena para un reducido número de invitados. Partipan en la cena nombres tan ilustres como los del barón y la baronesa de la Tournelle, el marqués y la marquesa de Clermont-Tonnerre, y el conde y la condesa D'Ormesson y de Terrier Ruaux.
¿Dónde está situado el castillo de Le Lude? Historia
El castillo de Lude se encuentra situado en el valle del Loira, en el noroeste de Francia. Esta zona es célebre por sus grandiosos castillos, sus extraordinarios parajes para la caza y sus numerosos manjares que proporciona esa tierra.
Este castillo ha albergado a muchos reyes como invitados. Incluso a Luis XIII, solía pasar algunos días alojado en el castillo durante la temporada de caza. Construído en el siglo X como fortaleza para albergar a 2000 soldados, el castillo ha sufrido múltiples cambios y ha tenido diferentes propietarios. Hace 250 años, fue adquirido por la familia del conde Louis-Jean de Nicolay.
Los preparativos para la gran cena
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En el comedor, la condesa y su ama de llaves están preparando la cena de mañana. Serán unos 10 ó 12 invitados, solamente. Pero esperan las confirmaciones. La decoración de la mesa y el menú están aún por decidir. Pondremos pato, porque tendremos caza, indica la condesa. Y de postre podemos servir unas tacitas con mousse de chocolate.
Los patos que se van a preparar para el menú los ha cazado el propio conde. Louis-Jean de Nicolay ha vivido en Le Lude toda su vida. Su madre era la princesa Pia Maria de Orléans Bragança, lejanamente emparentada con la familia real francesa y la familia imperial brasileña.
Además de ocuparse del menú, Sophie tiene que decorar el comedor y asegurarse de que todo lo demás marcha sobre ruedas. Es mucho trabajo, pero siempre se hace en un ambiente fantástico y además es estimulante comenzar una nueva temporada de caza. Las flores de las habitaciones de los invitados las arregla la propia condesa. Algunas habitaciones siguen teniendo los mismos muebles que tenían en el siglo XV.
Para el menú van a elegir una de las mejores vajillas de porcelana que tiene el castillo. Hasta el siglo XVIII, solo la nobleza y la alta burguesía podían permitirse el lujo de usar porcelana, pero desde entonces su uso se ha democratizado.
La condesa debe efectuar una última ronda por el recinto, para asegurarse de que la terraza y el sendero que recorrerán mañana los invitados están limpios.
Colocar a los invitados en la mesa
Mientras los invitados disfrutan de un momento de reposo tras la febril actividad de la mañana, Sophie sigue al pie del cañón. Entre la cena, las decoraciones y la distribución de la mesa, no tiene un minuto que perder. Ahora están decidiendo que sitio va a ocupar en la mesa cada uno de los invitados.
Al lado del señor conde pon a la marquesa de Clermont-Tonnerre.
-¿A su izquierda?
-A su izquierda pon a la princesa ya sabes, mi amiga libanesa.
-Sí.
Bárbara de Nicolay se encarga de doblar las servilletas en forma de mitra de obispo, un proceso bastante complicado. La condesa conoce bien el arte de la etiqueta, que resume en una regla tan simple como valiosa.
Lo ideal, comenta la condesa, es aplicar la regla que nos contaba nuestro tío Christian, que era diplomático. Decía que durante una cena, debías hablar la mitad del tiempo con el vecino de la derecha, y la otra mitad con el de la izquierda. Cada cambio de plato, cuando llegaba a la mesa, te permitía interrumpir la conversación y dirigirte al otro vecino, eso es lo ideal.
Comienza la cena con un aperitivo
Mientras en la cocina las cosas están en plena ebullición, en el salón los invitados disfrutan apaciblemente de un aperitivo. Fabrice da los últimos toques a la comida, cubre la terrina de calabacín con una fina salsa de tomate, y carameliza las peras con mantequilla y azúcar moreno, para adornar el pato asado. Tras una larga jornada de caza, los invitados ansían disfrutar de una buena comida. Fabrice cuenta con sobrada experiencia en este tipo de cenas, y mantiene la calma y la concentración a pesar de la presión.
Los chefs se dan prisa en servir la cena para que todos los convidados puedan degustar el pato bien caliente. Gracias a los esfuerzos de Inés, la mousse de chocolate se puede servir con la máxima elegancia. Esto ya es el broche de oro para la velada.