Cortesía relativamente a la mesa. II.

En la antigua Roma, la sala en que se comía en los días festivos estaba alfombrada de lirios y rosas.

El nuevo Galateo. Tratado completo de cortesanía en todas las circunstancias de la vida.

 

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Los buenos modales en la mesa.

Los vasos de los antiguos solían recordar gloriosas y caras memorias a los comensales. Los indios cuando beben tienen el vaso colgado de modo que no toque los dientes ni a los labios y derramen el agua de muy alto creyendo neciamente que el contacto del vaso con la boca puede comunicar algún maleficio.

Los reyes de Nigricia cuando beben dejan siempre que caiga por la barba la mitad del licor, pues les gusta ver en torno suyo riachuelos de vino. Esta suciedad se llama allí magnificencia.

En Francia, en España, en Italia y en las restantes naciones centrales y meridionales de Europe se come y se bebe promiscuamente; mas en el norte de Europa y en los pueblos orientales no se bebe hasta después de haber comido.

A las naciones septentrionales pueden perdonárseles la costumbre de entibiar al fuego durante el invierno el agua que les sirve de bebida, pues al parecer la naturaleza les obliga a ello; pero no es tan fácil comprender como ha podido introducirse en países templados la costumbre de beber agua caliente durante el año entero, costumbre que duró muchos siglos en varias naciones y particularmente en Francia.

En la antigua Roma, la sala en que se comía en los días festivos estaba alfombrada de lirios y rosas; los comensales y hasta los criados llevaban coronas de flores, a las cuales neciamente atribuían el poder de reprimir con su fragancia los ardores del vino.

Nosotros comemos la carne cocida y bien condimentada y los tártaros la comen cruda, juzgando que el cocimiento le quita sabor y la hace indigesta. El rey de Loango en África come en dos casas diferentes; esto es, come en la una y bebe en la otra; y está prohibido, bajo pena de muerte, verlo comer o beber. Parece que este uso tiene por objeto dar a entender que S.M. no pertenece a la especie humana, sino a la de los dioses. En Inglaterra, durante los siglos bárbaros, los cortesanos servían al rey de rodillas, y en el Japón el criado que lleva los manjares se arrodilla cada vez que pone un plato en la mesa o lo quita. Muchos documentos nos atestiguan que en los siglos XII y XIII la nobleza de Francia en los días solemnes hacía llevar los platos a la mesa por hombres montados a caballo y armados; y también a caballo servían los magnates la comida al rey en el día de su coronación. Esta apariencia de pompa militar mezclada al tranquilo servicio de la mesa era agradable a esa nación guerrera, cuyo mayor placer y más grande honra eran las armas.

En Atenas cada convidado podía separar de la mesa algunos platos y enviarlos a sus amigos, y aun parece que los comensales, terminada la comida, se llevaban cuanto sobraba, indiscreción, por cierto, bien repugnante a nuestras costumbres.

Hasta el siglo XVI se comió en Francia a las diez de la mañana, y se cenó a las seis de la tarde. Al principio del siglo XVIII, Luis XVI comía a las doce. Hacia 1750 se comenzó a almorzar algo fuerte a fin de retardar la comida hasta después de despachados todos los negocios que se fueron haciendo más numerosos y complicados. La comida se fue retardando, de manera que en muchas capitales de Europa cesó la necesidad de cenar y se acabó por comer a la hora en que antes se cenaba.

El uso de beber en el mismo vaso, que al principio fue efecto de la escasez de recursos por cuyo motivo se conserva aún en las familias pobres, vino a ser una señal de afecto. En Grecia y en Roma cuando se brindaba por alguno se tomaba un sorbo, y luego se le pasaba el vaso a fin de que bebiera, y esto vino a ser un favor muy señalado cuando el vaso pasaba de los labios del soberano a los del súbdito. La costumbre de tocar un vaso con otro y beber después, hace circular entre los comensales el sentimiento de afecto y de la alegría común, sin mezclar a ello imágenes repugnantes y asquerosas.