La apostura.
Es muy corriente juzgar a nuestros semejantes por la gentileza y buena disposición de la persona, resultando generalmente cierto este criterio.
Juventud rural. La apostura.
La Sagrada Escritura, en el Libro Eclesiástico, en los últimos versículos del capítulo XIX, dice: " Por la vista es conocido el hombre y por el aire de la cara es conocido el cuerdo ". El vestido del cuerpo, la risa de los dientes y el andar del hombre dan muestras de él.
Apostura.
Es la gracia, gentileza, buen aire en el manejo y disposición del cuerpo en su estado de reposo o movimiento.
Es muy corriente juzgar a nuestros semejantes por la gentileza y buena disposición de la persona, resultando generalmente cierto este criterio.
Vemos -verbigracia- personas infranormales, que ni saben sentarse ni estar en pie; parece que están siempre con miedo. Al contrario, el bien dotado lo encuentra todo hecho, causando placer estar con él, por su desenvoltura, por su conversación amena, por su trato afable ...
En la apostura, como en todas las partes de la Urbanidad, se admiten en los pueblos, o medios rurales, ciertas licencias, intolerables en los núcleos de población importantes, como son: Que corran los jóvenes unos tras de otros; que se sienten en el suelo, etc., etc.; no está mal en los pueblos, y a nadie llama la atención, pero hay que desterrar tal costumbre, porque en todo debe procurarse guardar lo más posible las reglas del "buen porte", procurando desechar estas licencias incompatibles con una esmerada educación.
La apostura es parte principalísima de la Urbanidad. En la vida social, nuestra primera obligación es una apostura digna y honesta, que resulta de la posición de nuestra cabeza, cuerpo y miembros. La cabeza debe tenerse recta, siendo defectuoso llevarla inclinada a un lado, dejarla caer hacia adelante o echarla hacia atrás. No debe moverse sin cesar, como si fuese un péndulo o cuerpo sin equilibrio, ni moverla como veleta por la cosa o ruido más insignificante.
Esta regla no quiere decir que hay que tenerla fija o inmóvil, con aire de soplado, no; se puede y debe comunicarla movimientos suaves y graciosos; estos han de ser naturales, sin afectación, expresando a la par delicadeza.
En el lenguaje mímico, cuando la cabeza se inclina hacia adelante, significa benevolencia; cuando se baja, humildad, respeto; si se echa hacia atrás, arrogancia, y ... hasta tontuna; estando recta, firmeza y piedad; inclinada a uno u otro lado, apocamiento.
"No está permitido en buena sociedad tener las manos en los bolsillos, introducir los dedos en el chaleco, ni tener las manos en la cadera"
El cuerpo debe estar en posición recta; Dios Nuestro Señor, hizo al hombre recto. Debe evitarse el sacar el pecho para adelante, como si fuera la persona más interesante de la localidad; encorvar la espalda, como hombre caduco a quien los años le indican la proximidad del sepulcro; inclinarse a uno u otro lado, denotando desidia y extravagancia. Cuando nos veamos obligados a permanecer mucho tiempo en la misma postura, se permite cruzar los brazos (abrazarse); en sociedad y en la mesa, no se puede hacer.
Los brazos convienen tenerlos caídos a los lados, o colocados sobre el pecho, apoyada la mano derecha sobre la izquierda, si no están ocupadas. Cuando empleamos una mano, la otra se puede tener en el pecho o accionar con sencillez un poquito con ella.
No está permitido en buena sociedad tener las manos en los bolsillos, introducir los dedos en el chaleco, ni tener las manos en la cadera.
Grosería imperdonable es meter los dedos en la boca, sirviendo de escarbadientes, en la nariz u oídos; tampoco es admisible limpiarse las uñas, mover los objetos que se tienen al alcance, dar vueltas a las sillas, etc., etc., y estirarse como si se desease crecer.
Está bien visto el ademán, mas no ha de abusarse de él; hay quien parece más bien que un hombre hablando, un molino de viento molturando. No se pueden estirar los dedos para dar cohetes.
Estando levantado deben estar frente por frente los pies, sin que se hallen muy separados. No debe cargarse el cuerpo sobre una pierna, ni apoyarse en las paredes, muebles u objetos.
En la posición de sentados, los talones se tienen juntos. La moda de cruzar los pies o piernas, predomina en nuestros días, siendo postura muy corriente; no obstante, debemos evitarlo delante del superior, y en la iglesia; a nadie está permitido abrazar las piernas, apoyar el brazo en la silla, sosteniendo la cabeza, y menos columpiarse, como si se estuviese en una hamaca.
Yendo por la calle, se marchará con cierta gravedad; no siendo en casos excepcionales, no está permitido correr; los brazos se moverán lentamente; el bastón o el paraguas, se llevarán a la derecha; es descortés llevarlos al hombro, y más que sirvan de percha a otros objetos; se pondrá cuidado al andar para no manchar de barro a quien nos acompañe,
La parte del cuerpo que mejor expresa nuestra manera de ser, es la cara. La cara es el espejo del alma, dice el adagio. Cuántos movimientos tiene nuestro espíritu, de amor, odio, alegría, etc., por contrarios que sean, y aun sucediéndose con la prontitud del relámpago, todos, absolutamente todos, se reflejan fielmente en nuestro rostro.
La cara debe ofrecer, sin exageración, una expresión acomodada a las circunstancias en que nos encontramos. Evitemos gestos ridículos, a los que fácilmente nos habituamos. Nuestro semblante aparecerá, salvo raras excepciones, dulce, bondadoso, tranquilo. Hay quien tiene siempre el rostro triste, sombrío, como si fuese símbolo del dolor, y cual perico ligero, con sus gestos, lanzan al viento la protesta de su manera de ser; otros, siempre riendo. El saberse reír, y el estar serio a su tiempo es un verdadero arte. Procuremos participar del ambiente que nos rodea. Si hay satisfacción por alguna enhorabuena, revistámonos de la expresión de placer, manifestando nuestras simpatías; si el dolor punza el corazón, observemos una conducta opuesta. Aparecer en este caso contento y satisfecho, revelaría perversidad en el corazón, falta de conocimiento o ausencia de sensibilidad.
La cara, hemos dicho, "es el espejo del alma"; en ella está concentrado el poder de la expresión, en especial, en la frente y en los ojos. La frente arrugada comunica tristeza, preocupación. Los ojos no han de moverse, ni guiñarlos; no los tendremos fijos, mirando a la persona con quien conversamos; pero no dirigirle alguna mirada, sería signo de desprecio.