La estimación del saber y aprender

Desprecia el falso saber, es malo. Pero estima el saber verdadero, que siempre es útil. Estímalo, lo poseas, o no lo poseas tu mismo

De los deberes de un hombre.

 

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La estimación del saber y aprender

Si tu ocupación o tus quehaceres domésticos no te dejan lugar para consagrarte a los libros, guárdate de una inclinación vulgar, común en los que poco o nada estudian; y es la de aborrecer todo el saber no conseguido por ellos, reírse de todos los que tienen en mucho la cultura del entendimiento, y desea casi como bien social la ignorancia.

Desprecia el falso saber, es malo. Pero estima el saber verdadero, que siempre es útil. Estímalo, poséaslo o no lo poseas tu mismo.

Anhela siempre hacer algún adelanto, bien sea cultivando especialmente una ciencia, bien sea a lo menos leyendo buenos libros de varias clases. Para un hombre de notable condición es muy importante ese ejercicio de la inteligencia; no solo por el honesto placer y la instrucción que puede procurarle, sino también porque teniendo reputación de culto y de amante de las luces, adquirirá mayor influencia para mover a los demás al bien. La envidia tiene demasiada inclinación a desacreditar al hombre recto; si encuentra alguna razón o pretexto para llamarle ignorante, las mismas cosas buenas, hechas por él, son vistas de mal ojo por el vulgo, y denigradas y rechazadas a todo trance.

La causa de la religión, la patria y el honor reclama campeones fuertes, provistos primero de virtuosas intenciones, y después de saber y de nobleza. ¡Ay! cuando los malos pueden decir con fundamento a los hombres de bien: "Vosotros no habéis estudiado o sois descorteses".

Pero a fin de alcanzar fama de instruido, nunca fijas conocimientos que no poseas. Todas las imposturas son bajezas, y lo es también la ostentación de saber lo que se ignora. Además no hay imposter a quien no caiga pronto la máscara, y entonces es perdido.

Todo el aprecio en que el saber debe tenerse no debe tampoco degenerar en idolatría. Deseémosle en nosotros y en los otros; pero si no hemos podido llegar a saber mucho, consolémonos y mostrémonos como somos. Los muchos conocimientos son buenos, pero al fin lo de más valor en el hombre es la virtud; y ésta por fortuna es susceptible de alearse con la ignorancia.

Así pues, si sabes mucho, no desprecies por eso al ignorante. El saber es como la riqueza; es deseable para mejor auxiliar a los otros; pero el que no la posee, pudiendo ser sin embargo buen ciudadano, tiene derecho a ser respetado de todos.

Difunde pensamientos ilustrados sobre la clase poco educada. Pero ¿qué pensamientos? No los apropiados para hacer gente astura, suspicaz y maligna; no las arrebatadas declamaciones que tanto gustan en los dramas y en las novelas vulgares, donde siempre los de grado inferior se pintan como héroes y los superiores como malvados; donde se falsea la pintura toda de la sociedad, para hacerla aborrecer; donde el pechero virtuoso es el que dice insolencias al señor, y el señor virtuoso el que se casa con la hija del pechero; donde hasta los bandidos se describen como admirables, a fin de hacer odiosos a los que no los admiran.

Los pensamientos que deben difundirse entre los ignorantes de las clases bajas son los que los preservan del error y de la exageración; los que sin tratar de reducirlos a cobardes adoradores del que más sabe y el que más puede imprimen en ellos una noble disposición al respeto, a la benevolencia y a la gratitud; que los alejan de las furiosas y necias ideas de anarquía y de gobierno popular; que les enseñan a ejercer con religiosa dignidad los oscuros pero honrosos oficios a que la Providencia los ha destinado; que les persuaden ser necesarias las desigualdades sociales, aun cuando, si somos virtuosos, resultamos todos iguales delante de Dios.