Los anteojos, el lente y el anteojo de teatro.

Si se mira con la lente a una mujer, es casi como señalarla con el dedo.

El hombre fino al gusto del día, o Manual completo de urbanidad, cortesía y buen tono.

 

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Objetos de capricho.

Los anteojos, el lente y el anteojo de teatro.

Si os ha dado la naturaleza dos buenos ojos con niñas negras y demasiado salidas que saben disparar miradas penetrantes bajo largas pestañas, no los cubráis jamás con anteojos; dejad este adorno para los que no son tan felices como vosotros, que tienen la vista incierta y débil; a aquellos que en las calles y paseos no pueden distinguir bien los objetos. En este caso son perdonables los anteojos; pero no en ningún otro, pues dan una fisonomía insolente y atrevida que desagrada.

Hay quienes no pudiendo aguantar continuamente los anteojos puestos, se sirven del lente, que suspendido al cuello con una cinta de seda completa el tocador de los petimetres. Pero aun el lente es más impertinente que los anteojos, porque señala casi siempre la persona a quien se dirige. Si se mira con él a una mujer, es casi como señalarla con el dedo; procúrese, pues, evitar el mirar de esta suerte, y si la necesidad os precisa a serviros del lente, hacedlo con tanta reserva y medida que no os tachen ni de impertinencia ni de presunción impolítica. En fin, manifestad de tal suerte la necesidad en que os halláis de este instrumento, que en vosotros se mire como una desgracia lo que algunos jóvenes mal educados hacen que se mire como ridiculez.

En el teatro se suelen usar anteojos llamados así, los cuales son necesarios cuando está uno lejos del escenario, para distinguir perfectamente la fisonomía de un actor y ver hasta qué punto posee el arte de pintar las pasiones sobre su fisonomía. Las señoras se suelen servir de este instrumento para examinar los prendidos de las demás, o para ver si tal actriz es tan bonita como dice su marido o su primo, o si tiene tanto mérito como publica el Correo Literario; pero estos anteojos no deben servir sino en el teatro, ni deben usarse demasiadamente en él, porque éstos llaman la atención de todos hacia la persona a quien se dirigen y debe evitarse en el mundo cuanto marque particularmente a uno y le cause algún embarazo.

Hay otra especie de anteojo que se usa algunas veces en el teatro, hecho de manera que se dirige de costado opuesto a aquel a quien se quiere ver, y el artificio está en un espejito en el que vienen a juntarse los objetos, de modo que aparece el que lo usa mirando como a la escena, al mismo paso que registra el palco de su izquierda o de su derecha. Pero sobre esto diremos que se desconfíe de un hombre que si tiene razones de espiar vuestra conducta no os mira jamás cara a cara. Esto no es natural, sino un lazo tendido, y sin duda es algún envidioso quien se vale de estos anteojos pérfidos de que hablamos.