Modo de preguntar, informarse, repetir y dar su parecer
Cuando se desea saber algo de una persona a la que se debe respeto, es cortés hablarle de modo que se vea obligada a responder a lo que se le pida
La manera correcta de preguntar, informarse y dar su parecer según las reglas de urbanidad
Aquella urbanidad
Es una gran descortesía interrogar y hacer preguntas a una persona a la que se debe consideración, e incluso a cualquier persona que sea, a menos que sea muy inferior a nosotros, o que dependa de nosotros, o se esté obligado a hacerle hablar; y en este caso debe hacerse de manera muy honesta y con mucha circunspección.
Cuando se desea saber algo de una persona a la que se debe respeto, es cortés hablarle de modo que se vea obligada a responder a lo que se le pida, aunque sin interrogarla. Si se quiere saber, por ejemplo, si una persona irá al campo o a algún lugar, sería muy descortés y contrario al respeto, decirle: ¿Irá usted, señor, al campo? Esto es chocante y demasiado familiar; se debería, al contrario, utilizar modos de hablar como: ¿Irá usted sin duda al campo, o a tal lugar? Este modo de hablar no tiene de ofensivo más que la curiosidad, que suele excusarse cuando es respetuosa.
También es descortesía, hablando a una persona, decirle: usted me entiende bien; ¿me entiende usted bien?: No sé si me explico bien, etcétera. Es preciso continuar la conversación sin utilizar estas maneras de hablar.
Cuando se llega a un grupo, es bastante descortés informarse de lo que se está diciendo. Esta forma de procurarse información es demasiado familiar, y corresponde a una persona que no sabe vivir: se debe uno contentar, una vez sentado, con escuchar al que habla, y oportunamente tomar parte en la conversación.
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Tampoco se debe, en la conversación, indagar o querer saber de una persona, por más cortésmente que se pida, dónde estuvo, de dónde viene, qué ha hecho o qué quiere hacer; estas preguntas son demasiado informales y de ninguna manera están permitidas: ordinariamente no debe uno indagar lo que toca a los demás, a menos que se tenga obligación particular de hacerlo, para saber algo que concierne a la persona que se informa, o que tiene relación con ella.
Es descortesía imprudente adelantarse a una persona que pregunta, respondiendo antes de que haya acabado de hablar, aun cuando se sepa bien lo que ella quiere decir.
También es descortesía responder el primero a una persona a la que se debe respeto, cuando pide algo en presencia de otras personas que están por encima de uno, aunque no se tratase más que de cosas comunes y ordinarias; por ejemplo, si preguntase qué hora es; se debe dejar responder a las personas más consideradas de la compañía, a menos que el que pregunta se dirija a alguien en particular, que entonces estaría obligado a responderle.
Es muy deseducado y de poco respeto, cuando se responde a alguien, ya sea a los padres, ya a otros, decir simplemente sí, no; se ha de añadir siempre algún término de honor, y decir, por ejemplo: sí, Padre; sí, señor; con todo debe procurarse no repetir demasiado a menudo estas palabras en el discurso, lo que sería incómodo y molesto a unos y otros.
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Cuando, al responder, se ve uno obligado a contradecir a una persona a la que se debe tener consideración, no está bien hacerlo rudamente; se debe en tal caso utilizar giros, diciendo: usted me perdonará, señor; o: le pido perdón, señor, si me permito decir que, etcétera.
Cuando se está en un grupo en el que se habla de un asunto, es descortesía dar su parecer, a menos que se lo pidan, sobre todo cuando haya personas superiores.
Si se encuentra uno en un grupo en el que se debe dar el parecer sobre algo, hay que esperar a que le llegue el turno; y entonces descubrirse, saludando a la persona que preside y a los demás asistentes, y luego decir simplemente lo que se piensa.
Cuando se da el parecer se debe poner cuidado en no defenderlo con obstinación; porque no debe uno aferrarse tanto a sus ideas que las crea irrefutables. También sentaría muy mal disputar para sostenerlas, pues no debe uno mantener tan fuertemente su opinión que no la someta a la de los demás. Debe estarse, pues, bien lejos de acalorarse o encolerizarse para obligar a los demás a seguir su propio pensamiento: la pasión no es un medio honrado, ni conveniente que pueda utilizarse para hacer creer que su opinión es razonable. Tampoco se puede censurar a los demás, ni despreciar lo que hayan dicho: al contrario, es propio de un hombre bien educado estimar y alabar el parecer de los demás, y dar simplemente el suyo, porque se lo piden.