Protocolo: de la corte del crisantemo a la sociedad de la gestión y la organización
El estricto protocolo trae de cabeza a la FIFA. El emperador japonés Akihito ha confirmado su presencia en la final
Protocolo: buena gestión y mejor organización
El Protocolo es hoy por hoy imprescindible para toda institución o empresa que quiera dar una sensación permanente de buena gestión y mejor organización de todos y cada uno de los ámbitos que le competen como tal.
Leo en un periódico regional el pasado domingo 30 de junio (día de la final del Mundial de Fútbol de Corea, entre Brasil y Alemania, que finalmente ganó el primero) el siguiente titular: "El estricto protocolo trae de cabeza a la F.I.F.A. El emperador japonés Akihito ha confirmado su presencia en la final". Si a uno como lector asiduo de prensa cotidiana le llama la atención semejante afirmación, no se queda corta la ampliación ya de la noticia de la que quiero extraer, en primer lugar, el párrafo más contundente sobre una convicción que -de forma excesivamente amplia- existe hoy en día sobre lo que es y para qué sirve el Protocolo. Dice así:
- "la estricta etiqueta de la corte japonesa, con tradiciones que datan de hace varios siglos, trajo de cabeza a los responsables de la FIFA, una vez confirmada la presencia del emperador Akihito en la final del Mundial".
Y sigue:
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- "La FIFA ha tenido que modificar algunas de las costumbres que se habían asentado en finales anteriores para respetar las normas de la corte del crisantemo o del Sol Naciente, las más rígidas de las familias reales del mundo".
A mis preguntas, quizás esta misma idea sobre el Protocolo sea la que me muestra inicialmente el alumno o alumna que se decide a estudiar y aprenderlo todo sobre el protocolo como profesión a la que dedicarse en el futuro. De aquí nace una lucha (creo que he escogido correctamente el término) por hacer comprender y propagar más adelante una experiencia personal bien distinta que habla de que el Protocolo es hoy por hoy imprescindible para toda institución o empresa que quiera dar una sensación permanente de buena gestión y mejor organización de todos y cada uno de los ámbitos que le competen como tal.
Y no es una frase hecha, porque la acabo de acuñar para este artículo. Protocolo, unido a tradición como reflejaba más arriba el artículo periodístico, está muy bien. Lo digo desde el punto de vista del respeto más absoluto, y de que los profesionales de las relaciones institucionales deben conocer correctamente cómo son las cosas en cualquier punto del planeta protocolario.
Pese a todo, los jóvenes que irrumpen hoy masivamente en las Escuelas y Universidades del Protocolo saben muy bien que la sociedad del empleo les va a demandar desde el principio esos conocimientos, sí, pero sobre todo actuar con agilidad, con visión de presente y de futuro, con mano izquierda también, en la creencia por ambas parte de que "El Protocolo Vende" (lo pongo entre comillas y en mayúsculas porque es el titular que yo contrapongo al que da comienzo a esta reflexión).
Que el Protocolo vende lo digo en el doble sentido. De una parte, porque abre muchas puertas a las empresas y a las instituciones. De otra, porque las empresas - cada vez más- empiezan ya a conocer que los actos; las presentaciones; el mostrarse en forma de puertas abiertas o mediante visitas institucionales; la comunicación interna y externa, son aspectos todos ellos, digo, que pueden ofrecer mucho a la hora de crecer y aumentar la rentabilidad al final en imagen social y en euros al final del ejercicio.
Ahí tenemos que enmarcar una profesión que veo sinceramente que está irrumpiendo cada vez con más fuerza. Ello me lleva a afirmar también que no es baladí hablar de que Protocolo y empleo van a ir muy de la mano en los próximos años de este nuevo siglo. Desde mi experiencia personal como profesor en la materia, he apreciado que en los últimos cinco años no sólo no ha descendido el interés de los alumnos por aprender las técnicas modernas del protocolo, sino que va en aumento. Pero, lamentablemente, tengo aquí que introducir un paréntesis mental que me lleva a denunciar públicamente a quienes enseñan en ocasiones los aspectos principales de una profesión en alza que no conocen desde dentro.
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Como ha venido ocurriendo con otras muchas profesiones anteriormente, ahora hay que preguntar a los expertos de verdad el por qué y quién imparte tal o cual curso, porque se corre el riesgo serio de encontrarse con que determinados pseudoprofesionales pueden tener la tentación de convertir algo tan bello y útil en una forma de negocio que en ocasiones puede rozar el engaño, por la especialización que se imparte, por los apuntes ausentes, y por las visiones sin práctica alguna que se presentan como croquis en esta pizarra virtual del Protocolo.
Por supuesto, no me refiero a las escuelas oficiales, ni a las universidades que entre sus planes de estudios contemplan también el ceremonial y el Protocolo, y que hay que reconocer que han sido las impulsoras serias de que esta profesión haya ido a más . Más bien, señalo a quienes de forma itinerante van de norte a sur de España ofreciendo costosos cursos, sin especificar claramente para qué sirven las enseñanzas dicen impartir.
Seguramente, acabar así mi articulo tenga mucho que ver con la convicción que siempre he tenido de que a los estudiantes hay que hacerles entrega del librillo de uno mismo, en el que se recoge todo lo concerniente al Protocolo en la Corte del Crisantemo, pero abunda mucho más en cómo hay que gestionar y organizar todo acto empresarial o institucional para que la sociedad perciba la auténtica necesidad que hay de hacer las cosas con protocolo incluido, sin olvidar la sencillez y eficacia a la hora de plantear las cosas.