Los peores modales afloran con el calor
Después de algunos de los oprobios en los modales del verano cabe preguntarse si existe salvación o el pueblo español está abocado a reiterarse
El calor y los malos modales
Carlos García-Calvo, Josemi Rodríguez Sieiro y Pilar González de Gregorio -expertos en buenas maneras- son consultados por Magazine para saber cómo andamos de modales los españoles. Sus opiniones coinciden en que en verano se acentúan determinadas "malas" costumbres. Según ellos, somos excesivamente ruidosos, vestimos en cualquier lugar como si estuviésemos en la playa -chanclas, bermudas, sudaderas- y muchos descuidamos el aseo personal. No se moleste, son solamente opiniones.
No gritan tanto ¡por favor!
Las trompetas de Jericó. "Que conste que yo soy muy española y me gusta estar aquí, pero para mí el monstruo del verano en España es el ruido, hay mucho más que en invierno. El español es muy proclive a los gritos. Nuestra sociedad es excesivamente ruidosa y extravertida, como demuestra el botellón, que sólo se hace aquí. Además, entras en un bar y hay mucho más ruido que en otros lugares; salimos más a las terrazas y la música está altísima. Todo esto se oye desde las casas, porque hace calor y se abren las ventanas. Con diferencia, eso es lo peor de nuestra sociedad".
Está claro que para la duquesa de Fernandina, Pilar González de Gregorio, escritora y especialista en lo que ella llama "costumbrismo" y que la mayoría de los mortales conocen como buenas maneras, la estridencia se convierte en casi insoportable en el estío. Su colega, periodista y especialista en personas "A" en el dominio de los modales, estilo y moda, Carlos García-Calvo, coincide plenamente. " El peor defecto: que gritan en toda época del año. Hablan a gritos. Creen que así se les entiende mejor, un ejemplo sería lo que antes llamaban conferencia en la época de mi madre y mi abuela. Todos los latinos de la cuenca mediterránea son muy ruidosos, véase en las películas italianas neorrealistas". Ninguno de los dos sabe la causa, no se ven muy filosóficos.
Josemi Rodríguez-Sieiro y R.-Vila, también experto en el saber estar y autor del libro Cuestión de estilo, echa un capote al españolito de a pie al considerar que "se habla a gritos, porque los sitios están mal acondicionados, hay un problema de acústica". Donde sí lo analizaron fue en la O.M.S. y, lejos de enjuiciar las maneras patrias, lo hicieron sobre la salud. El dato: casi una cuarta parte de los españoles soportan niveles de ruido que superan el límite de tolerancia de este organismo en 65 decibelios. De hecho, detrás de Japón, España es el segundo país más estridente del mundo.
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El vestuario en verano: enseñar más de la cuenta
Se acabó el sastre. Rodríguez-Sieiro y R.-Vila sufre, y mucho, ante otras escenas. "El verano urbano es muy ordinario. Se toma la calle como si estuviese en una playa, donde todo se justifica muchísimo más. Esto ocurre en todos los sentidos, por ejemplo, no entiendo la sandalia en los hombres en la ciudad, es una porquería.
Además, los cuerpos se desparraman y las prisas hacen que se sude y, contra eso, sí hay solución: hay que moverse más lentamente y hay que llevar ropa muy ligera, adecuarse un poco, como han hecho los japoneses con la corbata". La duquesa de Fernandina coincide con él y señala que "la vestimenta en la ciudad es de primera línea de playa con pantalones cortos, chanclas o camisetillas. A partir del viernes, ese casual se ha puesto de moda, y hasta hace poco se veía a ejecutivos con la bermuda, la cartera y mostrando una cierta barriga nada estética por la calle. La gente con tal de ir fresquita renuncia a cualquier consideración. Yo siempre digo que para algunas personas, cuando llega el verano, se acaba el sastre y empieza el desastre".
Pero no es sólo en el asfalto urbanita donde se liberan las carnes. En un país en el que el año pasado pasaron casi 66 millones de viajeros por los aeropuertos nacionales, Carlos García-Calvo se horroriza ante la vestimenta de muchos de ellos al llegar a las terminales. Momentos antes de que rompa la temporada estival le hacen "gracia" esas señoras que se visten en Madrid para ir a la Feria de Sevilla y viajan tal cual en el A.V.E., pero lo de los aeropuertos sí que le parece "fatal". "En un avión va mucha gente y hay que guardar ciertas formas. Me parece ridículo ir medio desnudo por el mero hecho de que vayas a Mallorca o Málaga, enseñando todo: los tatuajes, los ombligos al aire, los piercings o el pelo del cuerpo (conste que no tengo nada en contra del vello). Muchas veces llevan ropa que está sucia, que huele a playa y a sudor añejo. Además, como dice mi amiga Cari Lapique, ‘es ridículo ir medio desnudo, porque hace un frío polar".
Sin embargo, al que se ve desesperado con esta situación es a Josemi Rodríguez-Sieiro y R.-Vila, que define estos lugares como "el desfile más espectacular de la vulgaridad andante en el mundo". Declara que no coge un avión a no ser que no tenga más remedio. "La vulgaridad de la gente no tiene recato cuando viaja. En invierno van en chándal y en verano en pelotas. Por no hablar de esas esperas en las que no sabes dónde van llenos de bultos. La gente con tres maletas en el avión es detestable", dice.
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Buscando a Andreíta. ¿Y la playa? Allí confluyen millones de españoles durante los meses del calor para luchar por su espacio con ansias de broncearse y refrescarse ora en el Mediterráneo, ora en el Atlántico. Evidentemente, es conflictiva y un punto candente en las buenas maneras. "Antiguamente, ahora se ve menos, la playa era exactamente como los programas de los Morancos con los colchones enrollados y toda la familia durmiendo en la playa con el transistor a todo volumen, cosas y venga cosas, neveras y lo que hiciera falta; pero creo que eso está desapareciendo", señala la duquesa.
Aunque el autor de "Cuestión de estilo" sí que encuentra todavía a personas que comen en la playa, algo incomprensible para él con la gran cantidad de chiringuitos que existen. "Luego, están los que van a la playa con diez mil bolsas. Me quedo fascinado, cuando llegan con la nevera, la sombrilla, las sillas, los cubos... La pelotita para jugar y machacar al que está tumbado, que se debería prohibir. En España no se respeta nada, el verdadero lujo es el espacio. En Francia, por ejemplo, tienen un lugar especial vallado para los niños. No te dejan jugar ni al fútbol, ni al pádel ni al tenis en la playa. Eso sólo pasa aquí". García-Calvo resume los comentarios de sus compañeros en una sola escena cuyo leit motiv sería "Andreíta, ven".
El olor corporal en verano
Aquí huele. Desgraciadamente las altas temperaturas hacen más ostensible el problema oloroso de algunos individuos (un 8% de españoles no usa desodorante, según un estudio realizado por Unilever), que es una grave falta de respeto hacia la pituitaria de aquéllos que se duchan a diario, los más, afortunadamente. Aún así existe cierto sector que no se da por aludido con el tema. "Hay que usar mucho desodorante, porque existen personas que cuando se acercan son un zorrino, tremendos", apunta la duquesa de Fernandina. "Algunos necesitan más de una ducha diaria y no lo comprenden, por eso antes de que lleguen, ya los hueles. Nos encontramos con olores como la cabeza sucia que son inciertos pero certeros... Hay que tratar el tema con mano izquierda, por ejemplo, que le diga algo alguien muy cercano; aunque hay muchos que son inasequibles al desaliento y, por mucho que les regales jabones, perfumes, colonias o que hables de que tú en verano te duchas tres veces, pues no se dan por aludidos".
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Sí, pero hay otras afrentas a la nariz ajena, ya que no sólo se exhala sudor sino otras pestes, porque algunas personas no tienen cultura de las fragancias. García-Calvo considera que ése es uno de los pecados de la temporada: "Perfumarse demasiado, en general, y despreciar el desodorante. Se utilizan aromas de invierno en verano. Los estivales son cítricos, florales, frescos y ligeros, mientras que invernales son amaderados, ambarinos, con notas como de chimenea encendida, de popurrí o de pachulí. En definitiva, olores que están fenomenal con el frío, en verano, con el sudor, producen un tufo muy fuerte". Se trata de no agredir con la estela olorosa.
¿Existe salvación? Después de este repaso a algunos de los oprobios en los modales del verano cabe preguntarse si existe salvación o el pueblo español está abocado a reiterarse. Un halo de esperanza llega de Carlos García-Calvo, quien recuerda que "Mademoiselle Chanel era una inclusera ilegítima y llegó a ser una de las mujeres más elegantes del mundo. Más perfecta en todo que ella es difícil de encontrarla". Así que cabría imaginar que si ella pudo, por qué no cualquier ciudadano. Pero puntualiza que la cosa está complicada en el país. "No hay manera de subsanar los problemas, porque la mayoría de los españoles creen que están en posesión de la verdad y si, por ejemplo, creen que a una boda se va escotada, pintada, con taconazo a las cinco de la tarde, irán así, digas lo que digas". Por si acaso ofrece una fórmula de tres pasos para ser "A" en modales: "Sentido común, discreción y respeto".
Una regla en la que coinciden sus compañeros. Rodríguez-Sieiro y R.-Vila añade que es importante ser feliz y hacer felices a los demás. Mientras que la duquesa de Fernandina subraya que se ha de ser "sencillo", no pensar que lo sabes todo y tener un cierto sentido de la estética y dar una buena imagen. "Eso no quiere decir que seas guapo o feo, sino tener un cierto equilibrio", puntualiza. González de Gregorio añade la solución para el qué hacer cuando no se sabe cómo actuar. "Mirar un poco a tu alrededor o nada más fácil que preguntarlo, que queda muy natural. Con naturalidad todo se arregla. Lo que pasa es que hay gente que no sabe admitir que no sabe algo". Pues eso, un mínimo este verano: no gritar, cubrirse, lavarse, peinarse y respetar el espacio ajeno.