¿Es lo mismo tener buenas maneras que ser amanerado?
Los buenos modales y la buena educación no tienen ninguna relación, ni directa ni indirecta, con el amaneramiento de una persona
El error de considerar falsa a la persona que tiene buenos modales
Tener buenas maneras y estar amanerado no es lo mismo. Las buenas maneras siempre son simples y naturales, aunque mucha gente piensa que es todo lo contrario. En las buenas maneras no hay pretensión ni falso aplomo.
Después de la revolución de 1917 en Rusia, y de la ejecución de la familia real del zar Nicolas II -fue asesinada en Ekaterimburgo a manos de los bolcheviques-, aparecieron varias estafadoras, haciéndose pasar por la hija menor del zar, Anastasia. Todas ellas aseguraron que milagrosamente lograron escaparse de la muerte.
Una de las suplantadoras más famosas del mundo fue Anna Anderson. Afirmó ser la gran duquesa. Contaba que sobrevivió al ataque bolchevique y que logró escapar con la ayuda un soldado de la guardia personal del zar Nicolas II. Sin embargo, Anderson nunca logró demostrar que realmente se trataba de Anastasia. Anderson había sido internada en un hospital psiquiátrico en 1920.
El príncipe Félix Yusupov se reunió con una de estas falsas Anastasias, y así la exhibió, especialmente por sus falsos modales.
Te puede interesar: Etiqueta Real: la visita de la emperatriz Isabel de Austria a la reina Victoria
Leemos un fragmento de su propio libro llamado "Príncipe Félix Yusupov. Memorias en dos libros."
"Ese año (1927), mientras pasaba por Berlín, conocí a un médico ruso, el profesor Rudnev, uno de los partidarios más ardientes de la autoproclamada Anastasia... Me dijeron que ella estaba en el castillo de Sion, posesión del duque de Leuchtenberg, cerca de Munich.
En Sión nos dijeron: "Su Alteza Imperial está enferma y no recibe a nadie". Con Rudnev, sin embargo, fue hecha una excepción. Se acercó a ella y pronto regresó para informar que la noticia de mi llegada hizo que su alteza enfermiza estuviera feliz y agitada.
"¡Félix llegó!", gritó. - "¡Que felicidad! ¡Dile que me visto y voy con él de inmediato! ¿E Irina está con él?"
Sonaba falso. La alegría era falsa, a menos que Rudnev mismo la inventara por el bien de la decencia...
Y si no estuviera seguro del engaño, lo reconocería de inmediato. La pseudo-Anastasia era simplemente una payasa, y, además, desempeñaba mal su papel. En nada, ni en la cara, ni en los modales, ni en la postura, se parecía a ninguna de las Grandes Duquesas. Y no tenía en absoluto la sencillez y naturalidad innatas, la característica más encantadora e inherente a todos los Romanovs. Nuestra conversación fue corta y banal... La imagen me quedó clara".