C. La sociología de Norbert Elias: Programa teórico y teoría del proceso civilizatorio. XVI.

La civilización del comportamiento. La sociología de Norbert Elias: Programa teórico y teoría del proceso civilizatorio.

La civilización del comportamiento. Urbanidad y buenas maneras en España desde la Baja Edad Media hasta

 

Imagen Genérica Protocolo y Etiqueta protocolo.org

Pese a que Elias elabora su teoría civilizatoria a partir de material empírico de procedencia europeo/occidental -manuales de urbanidad italianos, holandeses, franceses, alemanes; ocasionalmente algún título español como el Oráculo manual y arte de la prudencia de Baltasar Gracián- y refiere sus conclusiones a la conformación de un tipo humano occidental, no limita el alcance de esta teoría al ámbito europeo u occidental en general. Su alcance es universal al sostener que procesos civilizatorios como el que él estudia, sito en el marco occidental/europeo, se dan, con diferentes peculiaridades, en todos aquellos lugares en los que existen las siguientes condiciones (Elias, 1987:463): a) presión social bajo condiciones de competencia por oportunidades de poder, b) división social del trabajo, c) interdependencia mutua entre las personas y d) un monopolio de la fuerza física y la fiscalidad a cargo de un gobierno central. Una modelación de la conducta y la emocionalidad en sentido europeo, con todos sus atributos esenciales, es de imposible reproducción. Mas avances en pos del refinamiento de la conducta y el control de las emociones en la vida de los hombres sí que son constatables en todos aquellos ámbitos en los que concurren dichas condiciones. Ahora bien, resultaría preciso analizar, una vez constatada la presencia de tales condiciones, el grado de los avances civilizatorios, la consistencia de la interdependencia humana, el modo de división social de funciones y las características de dichas funciones.

3.4. El proceso de la civilización a través de los códigos de conducta.

El proceso de la civilización puede seguirse a través de la sucesión de diferentes códigos de comportamiento y regulación emocional que muestran cómo se concreta la paulatina disminución de la espontaneidad en lo que toca a la conducta y a los afectos. En dichos códigos se especifican las diferentes normas que en lo sucesivo habrán de modelar la conducta y las emociones. Elias no se detiene en todos por igual (Béjar, 1993: 135) ni tampoco procede a una total sistematización de sus contenidos. Desgaja tales contenidos de forma un tanto difusa. En definitiva, su aproximación a los códigos no es estrictamente sistemática; sistematicidad por la que sí apuesta, como mostraré más adelante, esta investigación. Empero, es posible señalar características de los mismos si se realiza una labor de recopilación y clasificación. El propósito de este epígrafe es efectuar un recorrido por dichos códigos tal y como los presenta Elias tratando de identificar las características fundamentales que el autor les atribuyó. Con arreglo a esto, puede hablarse de cuatro códigos que Elias denomina de la courtoisie, de la civilité, de la politesse y de la civilisation.

El código de la courtoisie -cortesía, courtesy o cortezia (Elias, 1987: 108) (Nota: En lo sucesivo mantendré las denominaciones que originalmente emplea Elias en su escrito; denominaciones en francés por ser Francia el ámbito del cual se nutre principalmente para su estudio)- es propio de la Edad Media. Elias dispensa a este código un tratamiento preferente a diferencia de los restantes. Esto se explica fundamentalmente por el contraste que se establece entre las maneras medievales y las actuales; contraste que tiene para Elias un sentido didáctico por cuanto ayuda al lector a observar cómo las buenas maneras han variado de tono con el paso de los siglos y sobre todo, para mostrar que el proceso civilizatorio no es nunca un proceso acabado y definitivo: lo que en la Edad Media es tenido por civilizado hoy resulta bárbaro o indecente, cabiendo suponer que será eso mismo lo que piensen futuras generaciones al referirse a nuestros hábitos actuales de conducta. Elias recurrirá al medievo y al código de la courtoisie como recurso didáctico y argumentativo con la intención de que sea el contraste quien nos ponga en guardia frente a las peculiaridades del proceso civilizatorio.

El código de la courtoisie designa la forma de comportamiento propia de la corte feudal-caballeresca (Elias, 1987: 147) y se inserta en un contexto social comunal y violento en el que los hombres se caracterizan por su radicalidad y volatilidad sentimental. El concepto 'courtoisie' es empleado sobre todo por la clase alta secular, esto es, por el círculo caballeresco que puebla las primeras cortes feudales. En sí, el código resulta mucho menos restrictivo sobre la conducta y la emocionalidad que los que le sucederán (Elias, 1987:150). Se centra en cuestiones relativas a la comida, al trato y a la limpieza pero siempre sin establecer grandes matices en las normas que propone -todas de acusado carácter imperativo- y haciendo gala de escaso refinamiento en la expresión de ideas. El modelo conductual y emocional propuesto apenas encuentra excepciones y salvedades a la regla y recurre con frecuencia a la idea del comportamiento y los afectos pulidos como elementos necesariamente contrapuestos a los del aldeano en particular y a los del pueblo llano en general. Se emplea un argumento de tipo social como justificación de las buenas maneras: la necesaria distinción con respecto a los grupos de inferior rango social y el mantenimiento de un orden social jerarquizado y desigualitario (Elias, 1987: 176). El código considera la separación física y emocional entre los individuos, aspecto éste que será muy tenido en cuenta por los códigos posteriores así como tampoco muestra reparos en aludir a la correcta satisfacción de las necesidades fisiológicas; aspecto que será paulatinamente obviado en códigos sucesivos (Elias, 1987:115). A partir de aquí, Elias procede a aportar ejemplos de las normas que propugna la courtoisie (Elias, 1987: 108-114) tomando como referencia textos alemanes no sin advertir que "[...] con ciertas variaciones, estas mismas pautas son las que se reflejan en los escritos de cortesía en otros idiomas" (Elias, 1987: 111).

El declive de la nobleza guerrera y la progresiva constitución de una aristocracia cortesano-absolutista son las transformaciones "macro" que en el Renacimiento corren parejas a la sustitución de la courtoisie por la civilité. Durante el siglo XVI, ambos códigos conviven solapados para imponerse definitivamente la civilité en el siglo siguiente (Elias, 1987: 147).

El código de la civilité es presentado por Elias tomando como texto paradigmático de referencia una obra menor de Erasmo de Rótterdam -'De civilitate morum puerilium' (De la urbanidad en las maneras de los niños)-, aparecida en 1530. El texto de Erasmo constituye la principal fuente de inspiración para quienes tras él se decidieron a escribir sobre buenas maneras. Esta obra fijaría el tono, la estructura y el tratamiento de la cuestión hasta bien entrado el siglo XVIII. El código en sí es propio de un mundo en transición; un mundo que comienza a poner en cuestión los valores caballerescos y guerreros pero en el que todavía el entramado cortesano-absolutista no constituye una realidad sólida (Elias, 1987: 118). Existen continuidades medievales, como lo son las libres alusiones a la sexualidad y a las necesidades corporales (Elias, 1987: 127) pero también novedades: es un código que profundiza en la autoobservación y en la observación de la conducta y el carácter ajenos, en la comprensión de los puntos de vista del prójimo y en la necesidad de que la corrección en el comportamiento responda a algún tipo de razonamiento o explicación antes que a un simple mandato (Elias, 1987: 124-125). Los argumentos que legitiman y justifican el código continúan siendo de índole social, tal y como señala Elias: "La necesidad de observar del modo más estricto las diferencias de rango en el comportamiento se convierte a partir de ahora en la quintaesencia de la cortesía; en la exigencia fundamental de la civilité" (Elias, 1987: 119).

Tras el código de la civilité sigue el de la politesse, que domina el siglo XVIII y es propio de la Corte absolutista (Elias, 1987: 147-148). El elemento clave del código es sin duda la Corte, que se erige como centro de referencia ratificador, corrector y propulsor de modelos de comportamiento y afectividad. El incremento de los niveles de interdependencia convierte el control sobre la conducta y las emociones en una suerte de imperativo: el comportamiento y los afectos han de ajustarse a un número creciente de contactos interpersonales (Elias, 1987: 179). Se profundiza hasta límites antes desconocidos en la observación propia y ajena sobre el comportamiento y el carácter. No en vano, en la Corte, la conducta es un elemento vital en la pugna por oportunidades de prestigio. Con todo, no puede hablarse todavía de una conducta y una emocionalidad plenamente autocontroladas pues ambas siguen remitiendo, para su regulación, a la presencia y al rango social de los demás. Los individuos son conscientes de los motivos sociales -la liza por el prestigio- que les impelen a reprimir sus impulsos. La continencia se corresponde fielmente con la posición social ocupada (Elias, 1987: 179).

Por último, será el código de la civilisation en el siglo XIX quien tome el relevo de la politesse. El uso del vocablo "civilisation" implica que ese proceso de refinamiento y depuración de la conducta y la emocionalidad ya se entiende acabado. Restan por civilizar, en el exterior, otros pueblos y naciones y en el interior, los estratos populares.

Para los estratos medios y altos, las pautas y modelos de la civilisation son ya una posesión segura e inamovible (Elias, 1987: 148). Este código no recoge en sí grandes variaciones con respecto a lo que hoy es tenido por una conducta y una emocionalidad civilizadas. Únicamente cabría apuntar pequeñas variantes nacionales y sociales, éstas últimas relacionadas con la integración de los estratos populares en los patrones civilizados (Elias, 1987: 149). Así, la curva civilizatoria distingue cambios rápidos y sucesivos en los modelos de comportamiento y emocionalidad durante los siglos XVI, XVII y XVIII. A partir del siglo XIX, la velocidad de los cambios aminora considerablemente. Se mantiene lo alcanzado y el movimiento se torna más lento. Ni el comportamiento ni la gestión de las emociones van a perder su significado como diferenciadores sociales pero ya no poseerán un sentido tan excluyente como antaño a la hora de considerar el rango social de la persona. Con el siglo XIX y el advenimiento de la sociedad democrática, industrial y capitalista, el dinero se alzará como factor básico de diferenciación social (Elias, 1987: 150).