Deberes entre las preceptores y los padres de sus alumnos. Entre los jefes de oficinas públicas y el público.

Deberes respectivos entre las preceptores y los padres de sus alumnos. Entre los jefes de oficinas públicas y las personas que entran en ellas.

Novísimo Manual de Urbanidad y Buenas Maneras para uso de la juventud de ambos sexo.

 

Imagen Genérica Protocolo y Etiqueta protocolo.org

De los deberes respectivos.

Entre las preceptores y los padres de sus alumnos.

La persona que recibe de un padre la alta misión de enseñar y moralizar a su hijo, contrae imprescindibles deberes de mostrarse acreedor a esta confianza, y su conducta ha de ser tan moral, digna y delicada, como noble es la misión que se confia a su virtud y a la cultura de su ingenio.

Le es indispensable, pues, corresponder con agradecimiento a la confianza que han depositado en él los padres, y mostrarse amable y complaciente en cuanto no rebaje su dignidad.

Los padres, a su vez, haciendo abstracción del interés material, que nunca debe entrar en cuenta para las almas nobles, se mostrarán altamente reconocidos a los afanes y desvelos que el preceptor consagra a sus hijos.

Un padre no tiene ningún derecho para reconvenirle por actos que están autorizados por los estatutos, la disciplina y prácticas generales que el preceptor haya ya establecido, pues cumplía a su buen juicio haberlo reflexionado antes.

En un establecimiento de enseñanza no puede haber otras distinciones que aquellas que están fundadas en la virtud y el mérito.

Según esto, la mediación de los padres para que se premie a los niños, o librarlos de las prudentes y provechosas correcciones que se Ies impongan, son exigencias ridículas, que siempre redundan en perjuicio de los mismos hijos.

Entre los jefes de oficinas públicas y las personas que entran en ellas.

El jefe de una oficina pública tiene una imprescindible obligación de recibir con afabilidad a cualquiera persona que solicite audiencia, y excitarla a que tome asiento. Pero no tiene precisión de ponerse de pie, como no sea una señora o un amigo.

Los que entren en una oficina pública se abstendrán de tomar asiento, como no se les indique, y no se acercarán a ningún bufete, de modo que puedan leer los papeles que haya encima de él, pues esto sería una imprudencia muy grande.

Deben retirarse lo más pronto posible, y hacer un saludo al oficinista desde la puerta.