Medios de conseguir la felicidad. Urbanidad y sociedad.

La felicidad en este mundo no consiste en poseer muchas riquezas y honores, sino en tener el corazón sosegado y contento.

Tratado de la obligaciones del hombre. 1821.

 

Imagen Genérica Protocolo y Etiqueta protocolo.org

Medios de conseguir la felicidad.

El que tuviere de su persona el cuidado que hemos dicho, podrá esperar con mucha razón la felicidad posible en este mundo, y la mayor en el otro.

La felicidad en este mundo no consiste en poseer muchas riquezas y honores, sino en tener el corazón sosegado y contento. Cualquier ciudadano o artesano que puede vivir honradamente con su trabajo, que tiene el corazón tranquilo, y está contento con su suerte, es tan feliz como el mayor Monarca. Y para lograr esta tranquilidad y alegría se necesita: en primer lugar, pensar bien, y obrar con rectitud, porque el hombre malo se ve siempre perseguido de los remordimientos de la conciencia, que turban su interior; y en lo exterior se ve expuesto a la enemistad y a los castigos que pueden darle los otros hombres en esta vida, y además a las eternas penas que le esperan en la otra.

En segundo lugar, es preciso que los que son pobres aprendan algún oficio, o tomen alguna profesión con que puedan ganar la vida honradamente; y aun los que son ricos deben aplicarse con ardor al estudio, para poder ser útiles a su patria, ocupar agradablemente el tiempo, y huir de la melancolia, que es la inseparable compañera de la ociosidad, y el mayor tormento imaginable.

"Hay que estar contento con lo que cada uno tiene y alcanza con su trabajo"

En tercer lugar, es menester guardarse de todos los males, así morales como físicos, absteniéndose de todas aquellas cosas que pueden producir aflicciones en el ánimo o enfermedades en el cuerpo. Y cuando a pesar de nuestro cuidado nos veamos con aflicciones o enfermedades, no debemos abandonarnos al abatimiento, sino sufrirlas con valor, y procurar cuanto antes podamos remediarlas o compensarlas.

En cuarto lugar, debemos estar contentos con los bienes que Dios nos diere, y que podamos alcanzar con nuestro trabajo, y no inquietarnos ni afanarnos por tener más. Los deseos desordenados son nuestros mayores enemigos; porque ocupándonos incesantemente con el afán de conseguir lo que no tenemos, nos impiden gozar con tranquilidad la que poseemos.