Tarde doce. De la hora de levantarse.

Todo lo más principal que tenga que deciros acerca de la urbanidad se comprenderá en veinticuatro horas, al fin de las cuales vuelve a repetirse la misma tarea de trabajo y descanso.

Lecciones de moral, virtud y urbanidad.

 

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El Padre. - Acostumbrado siempre, a tener orden en todo por las ventajas que trae consigo, me agrada también tratar con orden los asuntos, pues no hay duda que la imaginación los recibe con gusto, y por consiguiente quedan impresos más profundamente. Todo lo más principal que tenga que deciros acerca de la urbanidad se comprenderá en veinticuatro horas, al fin de las cuales vuelve a repetirse la misma tarea de trabajo y descanso. Empezaremos por la hora de levantarse de la cama.

Emilio. - Papá, V. siempre nos dice que es bueno el madrugar, pero me cuesta tanto trabajo, y me sabe tan bien la cama...

El Padre. - Porque eres un pequeño perezoso. Debes saber que la costumbre de madrugar tiene muchas ventajas. Ante todas cosas es útil a la salud, despeja el entendimiento y hace que se viva más; de aquí nace que se pueda trabajar más tiempo, y por lo tanto aumentar los bienes de fortuna. Siete horas de sueño bastan para los temperamentos ordinarios. Los que por hábito están en la cama nueve horas, cuando con siete tendrían sobrado tiempo para reparar sus fuerzas, pierden dos horas, y esto en el curso de un año ya es de bastante consideración. Para que lo palpéis, voy a hacer una suposición.

Supongamos que Antonio y Juan han vivido sesenta años cada uno; Antonio ha hallado el medio de vivir más que Juan, y ved cómo. Este último se acostaba a las once y se levantaba a las diez de la mañana; en tanto que Antonio iba a la cama a las diez y salia de ella a las cinco. De este modo Antonio tenia un dia de diez y siete horas, y Juan solamente de trece; estas cuatro horas de diferencia hacían al fin del año mil cuatrocientas sesenta horas, las cuales partidas por trece, número de horas de que se componía el dia de Juan, dan ciento y doce dias, cerca de un tercio del año de más para Antonio. Mas no paran aquí las ventajas. Figuraos que empezaron a vivir así a los veinte años, resulta que a los sesenta, Antonio había ganado, madrugando, cuatro mil cuatrocientos ochenta dias, o bien doce años y tres meses; reflexionad también cuánto más dinero pudo ganar Antonio, si ambos tenían un mismo oficio, en el cual las ganancias estuviesen en razón directa de las horas del trabajo.

Jacobito. - Y ¿qué debo hacer para sacudir la pereza, y levantarme pronto?

El Padre. - Saltar luego de la cama en despertándote, con tal que ya sea hora de vestirte. Para esto es bueno observar una conducta arreglada en las horas de acostarse. El decoro exige que nadie se vista delante de gentes, excepto en aquellos casos en que los achaques o alguna enfermedad lo requieran. Muchas personas ricas hay que se hacen servir por algún criado que escogen para el intento, sin permitir que los demás se acerquen para nada a su tocador; pero es mucho mejor vestirse por sí solo sin ayuda de cámara.

El que se vea obligado a vestirse en presencia de alguno, debe tomar todas las precauciones necesarias para no ofender al pudor; y si su conservación es útil en los hombres, en las mujeres es la salvaguardia de otras muchas virtudes. La que hace poco caso del pudor, pronto se habituará también a hacerlo menos de otros deberes importantes. Una joven debe ser tan modesta estando sola como delante de testigos; debe respetarse a sí misma, y no olvidar que Dios está en todas partes. El célebre naturalista Lineo tenia escritas estas palabras en la puerta de su gabinete de estudio: "Manten una vida inocente, porque Dios te observa."

Jamás imitéis el ejemplo de ciertas gentes, que por darse importancia, o por una necia vanidad de enseñar la ropa y los muebles interiores, reciben por la mañana visitas en la cama, sin estar enfermas.