Urbanidad del bostezar, escupir y toser.
La cortesía exige abstenerse de bostezar cuando se está con otras personas, sobre todo cuando se está con personas a las que se debe respeto.
Urbanidad del bostezar, escupir y toser.
La cortesía exige abstenerse de bostezar cuando se está con otras personas, sobre todo cuando se está con personas a las que se debe respeto, pues es dar a entender que se está aburrido, ya de la compañía, ya de lo que dicen aquellos con quienes se está, o que se aprecia poco.
Con todo, si uno se ve forzado a hacerlo por necesidad, entonces debe dejar totalmente de hablar, poner la mano o el pañuelo delante de la boca, y volverse un poco de lado, para no ser visto, al hacerlo, por los que están presentes.
Al bostezar, hay que tener sobre todo cuidado de no hacer nada indecoroso y no hay que bostezar excesivamente. Resulta muy indecoroso hacerlo con ruido, y mucho más aún estirarse y echarse hacia atrás al hacerlo.
No hay que abstenerse de escupir, y es malo tragarse lo que se debe escupir; puede causar daño al corazón.
Con todo, no hay que acostumbrarse a escupir con demasiada frecuencia y sin necesidad. Esto no sólo es indecoroso, sino que desagrada y molesta a todo el mundo. Hay que procurar que esta necesidad sea rara cuando uno se halla en compañía, especialmente con personas hacia las cuales se debe tener respeto particular.
Cuando uno se halla con personas de calidad, y cuando está en lugares que se mantienen limpios, hay que escupir en el pañuelo, volviéndose un poco de lado.
La cortesía exigiría también que cada uno se acostumbrarse a escupir en su pañuelo cuando está en la casa de gente importante, y en todos los lugares que estén encerados o entarimados.
Pero es mucho más necesario habituarse a hacerlo cuando se está en la iglesia. El respeto que se debe tener hacia los lugares consagrados a Dios y destinados a tributarle el culto que le es debido, exige mantenerlos muy limpios y que se honre hasta el mismo suelo por el que se anda; y con todo, sucede a menudo que no hay suelo de cocina, o incluso de cuadra, más sucio que el de la iglesia, a pesar de que sea la morada y la casa de Dios en la tierra.
Después de haber escupido en el pañuelo, hay que doblarlo rápidamente, sin mirarlo, y meterlo en el bolsillo.
Es muy descortés escupir por una ventana, en el fuego, sobre los tizones, contra la chimenea, o incluso contra la pared, o sobre cualquier otro sitio en que no se pueda pisar el gargajo.
También es contra la cortesía escupir por delante de uno mismo en presencia de otros, o hacerlo demasiado lejos, de manera que haya que ir a buscar el esputo para pisarlo.
Hay que tener mucho cuidado de no escupir nunca en los vestidos propios ni en los de otros; hay que ser muy sucio o muy poco circunspecto, para hacerlo.
Hay un defecto no menos importante, y del cual hay que procurar guardarse, y es no echar saliva al hablar a la cara de aquellos a quienes se habla; eso es muy indecoroso y sumamente molesto.
Cuando se ve en el suelo un esputo grande, en seguida hay que poner hábilmente el pie encima; si se advierte en el vestido de alguien, no es cortés decírselo, sino que hay que avisar a algún sirviente que vaya a quitárselo; y si no hay ninguno, debe quitárselo uno mismo sin que se dé cuenta, pues el decoro exige no manifestar nada, a quienquiera que sea, que pueda molestarlo o causarle sonrojo. Si alguien tiene la bondad de prestarnos este buen servicio, hay que manifestarle gratitud muy especial.
Hay algunos defectos relativos al escupir a los que se debe prestar muchísima atención para no incurrir en ellos. Hay quienes hacen mucho ruido, y ruido que es incluso muy desagradable, al sacar las flemas y los esputos como por la fuerza desde el fondo del pecho; es lo que sucede con más frecuencia a los ancianos. Este modo de escupir es muy descortés. Para no ser molesto a los demás, hay que tener cuidado de no hacer ruido al escupir, o hacer sólo muy poco.
Hay otros que mantienen mucho tiempo los gargajos en su boca; eso es totalmente contrario a la cortesía, que exige que se escupa en cuanto el gargajo está en la lengua.
Hay incluso algunos, lo que de ordinario sólo les pasa a los niños, que a veces empujan con la lengua los gargajos y la saliva hasta el borde de los labios. Hay quienes escupen intencionadamente sobre otros y los que escupen al techo o al aire.
Todo este tipo de tonterías e impertinencias son faltas de urbanidad en las que no puede incurrir una persona educada.
Hay que abstenerse de toser en la medida de lo posible, y sobre todo hay que tener cuidado de no hacerlo mientras se está en la mesa, cuando se habla a alguien o alguien nos habla.
Se debe este respeto, particularmente, a la palabra de Dios, cuando se la escucha, y además para no impedir que los otros la oigan con facilidad. Pero, quienquiera que sea, si está en compañía y necesita toser, debe procurar hacerlo raramente y sin excesivo ruido.