Mitra, insignia litúrgica menor

Es una especie de bonete, circular en la parte que se asienta sobre la cabeza, y que luego se divide en dos hojas, una delante y otra detrás, que van disminuyendo hasta formar dos puntas

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Insignias litúrgicas. Insignias litúrgicas. Protocolo religioso y eclesiástico foto base serghei_topor - Pixabay

Mitra, insignia litúrgica menor

La mitra. Protocolo eclesiástico

Es una especie de bonete, circular en la parte que se asienta sobre la cabeza, y que luego se divide en dos hojas, una delante y otra detrás, que van disminuyendo hasta formar dos puntas.

El nombre de mitra es conocido desde la antigüedad y se aplicaba genéricamente a todo turbante o tocado precioso, para uso civil o religioso; la versión latina Vulgata de la Biblia usa la palabra muchas veces; las vestales y sacerdotes paganos la usaban en sus ritos. Sin embargo, la liturgia cristiana de los primeros tiempos no la conoció; p. ej., San Pablo expresamente manda rezar descubiertos a los hombres (1ª Carta de San Pablo a los Corintios 11,4).

San Isidoro de Sevilla en las Etimologías llama mitra a un tocado propio de las vírgenes cristianas. Sin embargo, la mitra tuvo su origen con toda probabilidad en un gorro -pileus- de procedencia oriental, usado ordinariamente por hombres y mujeres; era de muchas clases, más o menos enriquecidos según las circunstancias.

Una descripción de la entrada del Papa Constantino (708-715) en Constantinopla lo señala tocado con un camelaucum, antecesor del kamelaukion, birrete clásico de los clérigos orientales, usado hoy día, y que sería el precedente histórico de la mitra. Igualmente, también en el siglo VIII, se habla de un gorro pequeño regalado por el Emperador al papa Silvestre. Entre los siglos IX y X es frecuente el phrygium, blanco, como distintivo no litúrgico propio del Santo Padre.

El nombre de mitra, aplicado al tocado de que venimos hablando, no aparece hasta el siglo X u XI, precisamente cuando empieza a concederse a obispos, abades y otros sacerdotes. Los primeros en solicitar el privilegio de la mitra fueron los abades de la Ciudad Eterna, que, en aquella época, gozaban de gran preeminencia.

Su uso se va extendiendo lentamente, con la forma de la época: un gorro cónico más bien. bajo o, a veces, terminado en punta. En el siglo XII empieza su evolución a causa de su uso general; Inocencio II la menciona como distintivo del obispo, y su imposición se introduce en el rito de la ordenación episcopal; en el centro de la mitra se forma una depresión acentuada generalmente por un galón.

Hacia la mitad del siglo XII aparecen los primeros documentos en los que la mitra ha sufrido un giro y se usa ya en la disposición actual: una punta delante y otra detrás, que van creciendo lentamente hasta unos 19-22 cm. El estilo de ornamentación del siglo XIII va ensanchando la mitra para darle solemnidad y riqueza y así se llega a los ejemplares desmesurados de los siglos XVI-XVII. 

Las mitras son dos, "simple" o "blanca" y "preciosa", es decir, adornada con bordados o piedras de valor.

La mitra se usa en algunos momentos de la Misa Pontifical y en otros actos litúrgicos importantes: una y otra según la solemnidad.

Los abades tenían prescrita una mitra más sencilla que los obispos, y es ésta la tendencia actual en su confección para todos los prelados: tamaño medieval y mesura en la ornamentación.

Se conserva todavía el uso de las ínfulas, dos pequeñas bandas que cuelgan de la parte posterior de la mitra y que, primitivamente sirvieron para sujetarla debajo del mentón.

La mitra, insignia característica del obispo, en su calidad de Pontífice entre su pueblo y Dios, representa, según Santo Tomás, la ciencia de los dos Testamentos (simbolizados por las dos hojas), que reside en él y que él interpreta para su Iglesia. La oración de imposición del Pontifical Romano ve en la mitra, de acuerdo con la interpretación citada, la imagen del escudo con que defiende el Pastor a los fieles, con la fuerza de ambos Testamentos contra el mal que les acecha.

La tiara papal tiene el mismo origen que la mitra. La generalización de ésta, según hemos visto, la modificó; sin embargo, en Roma, mantuvo su forma cónica con tendencia, más bien, a aumentar de volumen.

En tiempos de Pascual II se hace la primera mención de la tiara que se debía usar en grandes ocasiones. En un fresco del siglo XI aparece Nicolás II llevando la tiara, que tiene forma de cono y con una franja dorada en su parte inferior, sobre la cabeza. Lentamente este cerco o franja va adquiriendo importancia y a finales del siglo XIII es ya una corona, que recibe el nombre de regnum.

En tiempos de Bonifacio VIII (1294-1303) adquiere más valor: enriquecimiento de oro, piedras, etc. Se le añaden también las ínfulas, indudablemente para establecer un paralelismo entre la insignia propia del Papa y la de los obispos; por último, se le añade el globo superior, indicación del poder universal, y también una segunda corona.

En el siglo XIV en tiempos de Clemente V la tiara, ya para esta época estructura interna consistente, recibe la tercera corona: de ahí su nombre de trirregnum, por los tres poderes del Papa. A partir del siglo XV tiene ya, prácticamente, su aspecto actual.