H. EL NUEVO RÉGIMEN Y LA SOCIEDAD DE CLASES: Cambios en el marco de referencia de las buenas maneras. VI.

Cambios en el marco de referencia de las buenas maneras.

La civilización del comportamiento. Urbanidad y buenas maneras en España desde la Baja Edad Media hasta

 

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Reconocer al individuo implica reconocer sus capacidades, su aptitud, su esfuerzo y su mérito. En la sociedad de clases, el mérito se alza como factor prioritario puesto que, gracias a él, la persona atesora la posibilidad de ocupar una posición ventajosa en el entramado social. Habitualmente, este mérito entronca con el desarrollo de iniciativas económicas que conducen a un incremento de la fortuna personal que permite el ascenso social. Así, el mejoramiento de la situación económica individual tenderá a ser equiparado al propio ascenso social hasta convertirse en muchas ocasiones en sinónimos o en términos casi equivalentes. La siguiente cita, incluida en el diario "El Censor" del 26 de Julio de 1787 revela ya tempranamente esta tendencia que posteriormente no iría sino a consolidarse. Un individuo que se ha enriquecido -identificable con la clase social de la burguesía- le espeta a un noble:

"Soy nuevo: eso es decir que vine al mundo antes que mi fortuna: que ésta es obra mía: que mis acciones no son imitadas sino imitables: que soy original, no copia, y que soy cabeza, no miembro. Soy nuevo: es verdad. Soy el primero de mi linaje; tú eres [dirigiéndose al noble] el último del tuyo (Nota: Citado en Maruri (1998:749)).

Esta cita aglutina todos los elementos que caracterizan la situación cambiante que conducirá a la burguesía a ocupar puestos de primacía social: la negación del linaje y el privilegio nobiliarios, el valor del quehacer personal, la importancia del individuo forjador de su destino y, como compendio de todo esto, la definitiva trascendencia atribuida al mérito individual. La burguesía ascendente no precisa legitimarse mirando al pasado en busca del linaje de su familia. El burgués es nuevo y ahora que el recurso al linaje deviene inútil, se erige en creador de sí mismo, funda, si se quiere, su propio 'linaje'. Mas este linaje no depende de las acciones o del prestigio de sus antepasados sino que se fundamenta en el mérito. Abiertas las puertas de la promoción social nada le impide ascender en la escala social (Nota: Nada de esto ocurría con un grupo como la nobleza durante el periodo del Antiguo Régimen. El nacido en el estamento nobiliario, noble permanecía el resto de su vida al margen de su mérito o demérito personal. El Nuevo Régimen supone un cuestionamiento constante de esta concepción. La crítica a la preponderancia social de la nobleza se plantea de forma aguda e irónica en este fragmento de las Cartas Marruecas (1793) de José de Cadalso (1741-1782), obra póstuma de este escritor: "Nobleza hereditaria es la vanidad que yo fundo en que, ochocientos años antes de mi nacimiento, muriese uno que se llamó como yo me llamo, y fue hombre de provecho, aunque yo sea inútil para todo". Cadalso (1993:128)). Así, promoción social y mejora económica se entienden términos equiparables. Esta intención de mejora económica -que por extensión es también intención de promoción social- resulta indisociable del desarrollo de una racionalidad económica profesional-burguesa, de signo distinto a la racionalidad económica nobiliaria.

Con ocasión del análisis del código de la prudencia, ya me referí al tipo de racionalidad nobiliario-cortesana en contraposición a la racionalidad profesional-burguesa. De acuerdo con Elias, la racionalidad nobiliario-cortesana se fundamenta en la ganancia o pérdida de oportunidades de prestigio, lo cual implica necesariamente un cálculo y previsión del curso de acción que va a desarrollarse. La racionalidad profesional-burguesa también contempla el cálculo y la previsión mas no orientados con arreglo al prestigio sino de acuerdo con la pérdida o ganancia de oportunidades de poder financiero (Elias, 1987:125-127). El Nuevo Régimen comporta el arrumbamiento de la racionalidad nobiliario-cortesana y el encumbramiento de la profesional-burguesa. Con todo, la burguesía no abandona, su intención de disfrutar del prestigio social que tradicionalmente había acompañado a la nobleza. Aún así, ese anhelo de ennoblecimiento jamás supuso un abandono de sus principios meritocráticos y de su modelo de racionalidad económica. Podía alcanzar el éxito en los negocios y por ello progresar en pos de un título de nobleza pero una vez alcanzado el título o la consideración social no dejaba nunca de atender esos negocios ni cesaba en su intento de que los beneficios creciesen de forma continuada (Maruri, 1998:754).

La burguesía, al enarbolar la bandera del mérito, negaba al tiempo los fundamentos del privilegio nobiliario. No obstante, y paradójicamente, quiso ennoblecerse para revestir de prestigio social su éxito económico. En momento alguno abandonó la burguesía sus principios para abrazar sin reservas el ideal nobiliario. Así, nobles y burgueses, incluso con los movimientos de interpenetración clasista, siguieron siendo conocidos en muchos casos por los rasgos que esencialmente los caracterizaban desde hacía siglos: el linaje para los primeros y el dinero para los segundos. Esta doble caracterización, sencilla y generalista, queda recogida tempranamente en las "Cartas Marruecas" (1793) de José de Cadalso (1741-1782):

"¿Habrá cosa más fastidiosa que la conversación de aquellos que pesan el mérito del hombre por el de la plata y el oro que posee?. Éstos son los ricos. ¿Habrá cosa más cansada que la compañía de los que no estiman a un hombre por lo que es, sino por lo que fueron sus abuelos?. Éstos son los nobles". (Cadalso, 1993:165; énfasis mío)

El principio de reconocimiento del individuo y el principio del mérito llevan implícita consigo una afirmación de la igualdad de los seres humanos. En una sociedad que observa como principios articuladores la evaluación positiva de las capacidades individuales y la concreción de estas capacidades de forma meritoria en aras del ascenso social, va a perder peso como principio de organización social el privilegio basado en la noción de la natural desigualdad cualitativa de los seres humanos. Teóricamente, los hombres disponen por igual de la posibilidad de hacer valer sus capacidades, su esfuerzo y su trabajo para, acumulando méritos, escalar posiciones en la jerarquía social. En la jerarquía social ya no se contemplan posiciones privilegiadas dadas de antemano en virtud de criterios adscriptivos. A partir de ahora, esas posiciones las conquista o pierde el individuo según sus méritos. La desigualdad que consagra el Antiguo Régimen será reemplazada por una concepción de la igualdad establecida como relación jurídica, sociopolítica y moral. Se producirán avances en el campo de la igualdad formal al perder vigor el recurso al linaje o al nacimiento como criterios de estratificación social e imponerse una concepción igualitaria del ser humano. Las sucesivas constituciones garantizarán la igualdad política posibilitando el acceso de cualquier ciudadano a cargos públicos. La ampliación progresiva del sufragio es también prueba del avance de la igualdad política. Se trabaja además por la igualdad material: la desamortización de los bienes de la Iglesia en el siglo XIX (Nota: La desamortización de bienes eclesiásticos es sólo una de las medidas, acaso la más llamativa, que durante el siglo XIX tienen como misión el desmantelamiento del poder institucional eclesiástico. Otras medidas de similar índole fueron la reducción del número de conventos, el favorecimiento de la exclaustración de clérigos, la reducción a favor del estado de sus facultades jurisdiccionales y la eliminación progresiva de las prestaciones fiscales que en nombre de la Iglesia se le exigen al ciudadano. Véase al respecto Artola (1978:140-148)) o el reparto de las cargas e impuestos mediante la aplicación de políticas redistributivas en el XX son evidencias de este esfuerzo.