Los curiosos en la sociedad.

¿Qué interés, pues, tendrá en conocer de esta suerte los negocios de todo el mundo? Ninguno, sino que es un genio curioso.

El hombre fino al gusto del día, o Manual completo de urbanidad, cortesía y buen tono.

 

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De los curiosos.

¿Quién es aquel que se pasea solo en medio de la sala de una tertulia? No toma parte alguna en los placeres del baile, no arriesga una peseta en la mesa de juego, evita el mezclarse en la conversación general, se dirige con preferencia a los sitios en que dos o tres personas hablando en voz baja, manifiestan que no quieren ser oídos, y que el asunto de su conversación debe ser secreto. ¡Qué listas tienen las orejas! ¡Como procuran percibir los sonidos que no pueden llegar a ellas! ¡Cómo se ensanchan cuando han podido pillar alguna palabra! ¿Qué interés, pues, tendrá en conocer de esta suerte los negocios de todo el mundo? Ninguno, sino que es un genio curioso.

Aquellos dos, a quienes estaba escuchando, hablaban de una especulación de comercio; estos otros del matrimonio de su hijo; y todo esto está claro que le interesaba muy poco, pero ha podido pillar algunas palabras que le han dado a entender de lo que se trataba, y queda contento. Este mismo será también quien se ponga a mirar por encima de vuestro hombro si estáis escribiendo una carta; que leerá las que hayáis dejado sobre vuestro bufete; que preguntará a los porteros y sirvientes los asuntos de la casa. Es verdad, que no procurará abusar de las confianzas que obtenga, porque la curiosidad no es un vicio del corazón; es una manía que infesta a los hombres, por otra parte excelentes, y que son más dignos de lástima que de enojo.

El conde de A. de P. tenía un criado extremadamente curioso a quien sorprendió un día, mirando desde su ventana, y vio que iba leyendo una carta que le había dado. Al día siguiente le encargó una comisión igual, y puso por posdata a su carta: "Puede dar Vd. verbalmente la respuesta al portador, porque está enterado del asunto lo mismo que yo, pues ha tenido cuidado de leer en el camino la carta que le envío". Es de presumir que esta leccioncita corrigiese al criado curioso, mucho mejor que las más graves reprimendas.