El paseo y las reglas de cortesía.

El paseo y el andar por la calle debe hacerse de una forma prudente y respetuosa.

Arte de escribir pot reglas y con muestras. 1798.

 

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El paseo y las reglas de cortesía.

Tan mal visto es el paseo apresurado, como el pesado, artificioso y femenil. Menear el cuerpo, echarle hacia un lado, arrastrar los pies, o ir demasiadamente erguido y, como se suele, decir, espetado, es una ridicula quijotería que manifiesta la vanidad del sujeto y la ligereza de su cabeza.

Cuando se entre en algún jardín o casa digna de verse, será descortesía manosear los muebles y alhajas , o arrancar los frutos y flores sin expreso mandato de sus dueños.

Jamás se parará el niño yendo con personas de distinción, sino cuando ellas se paren; tampoco irá adelante, ni igual a ellas, sino un poco detrás; no dará la vuelta el primero ni aun entre iguales, y cuando la diere que sea de modo que no les vuelva la espalda. Si entre iguales pasearen tres juntos, al volver ocupará el medio quien iba a la derecha del que le deja; si cuatro, los dos de afuera entrarán dentro sin volver a nadie la espalda. Este mismo orden seguirán cuando paseen por la calle si hubiesen de dar vuelta; pero si fuesen tres de diverso respeto ocupará, desde luego, el medio el más digno hasta tomar la vuelta, en cuya ocasión se le dará la acera, y entrará en su lugar la persona respetable que se la siga y debía ir antes por ella.

El correr o pararse a hablar con inferiores en la calle, dejando solo al mayor esperando, es impolítica; también lo es, cruzar los pies estando parado, o abrirse de piernas a lo fanfarrón.

Llevar la vista por todas partes con demasiada curiosidad, admirarse y hacer aspamientos de cualquiera cosa, es ligereza y sandez. Y no lo es menos ir mirándose a los zapatos; limpiarlos en medio del paseo; sacar sin necesidad el pañuelo para sonarse; restregarle por la cara y narices; ir enlazado por los brazos con otro a modo de asnos de recua, y cantando o riendo descompasadamente.

Huya siempre el niño, por más que le digan, de estas vanas exterioridades, y persuádase a que la política es tan moderada que nunca ha necesitado alimentarse de ridiculeces.