Urbanidad, cómo hay que sentarse y levantarse

Al llegarse a una persona, ya sea que se va a visitarla, ya que se la encuentre, es descortés gritarle en voz alta.

Reglas de cortesía y urbanidad cristiana para uso de las escuela cristianas.

 

Imagen Genérica Protocolo y Etiqueta protocolo.org

Urbanidad del modo como hay que llegarse a una persona a la que se visita, y cómo hay que sentarse y levantarse.

Cuando se entra en la habitación de una persona y hay otros que le hablan, no debe uno acercarse, sino que debe permanecer junto a la puerta hasta que esas personas hayan terminado de hablar o hasta que la persona con quien hay que tratar se adelante o haga signo de acercarse.

Al llegarse a una persona, ya sea que se va a visitarla, ya que se la encuentre, es descortés gritarle en voz alta, como hacen algunos: "Buenos días, señor, estoy a su disposición". Para hablarle hay que esperar a estar cerca de ella, y no hablarle sino a media voz.

En cuanto se ha entrado se debe presentar los respetos, de pie, y permanecer en esta postura hasta que las personas que son superiores a uno se hayan sentado; pues no es educado sentarse, o permanecer sentado, mientras las personas a quienes se debe respeto estén de pie. Tampoco lo es sentarse antes que la persona a quien se visita lo diga o haga signo de ello.

Si la persona a quien se visita es de rango eminente o se debe tener hacia ella mucha consideración y respeto, no hay que sentarse ni cubrirse hasta que ella lo mande expresamente. Con todo, hay que hacerlo cuando lo ordena, mostrando, con algún signo exterior, que no se hace sino por la sumisión que se le debe.

Y cuando uno se sienta, hay que procurar colocarse por debajo de dicha persona, y tomar un asiento menos importante que el suyo, y no colocarse ni a su lado ni demasiado cerca, sino en el otro extremo; sin embargo, no debe ser de frente, sino un poco de lado, porque esta postura es más respetuosa. Tampoco hay que mirarla fijamente ni aproximarse demasiado a ella, para no exponerse a tocarla o hacerle llegar el aliento, o molestarla de cualquier otro modo.

Para saber discernir y elegir los asientos, es conveniente decir aquí que el más honroso es el sillón, y entre los sillones, hay que preferir el más cómodo. Después del sillón sigue la silla con respaldo, y después de la silla con respaldo, la silla de tijera.

Cuando uno está en su casa, hay que ceder el primer lugar a los iguales; y fuera de su casa, no hay que aceptarlo sino después que lo hayan ofrecido dos o tres veces.

Cuando se está sentado cerca del fuego para calentarse, o en un banco en un jardín, el centro es el mejor sitio, la derecha el segundo y la izquierda el tercero.

Cuando se está sentado en una sala, de ordinario el primer puesto es el lado de la ventana, y el último, el lado de la puerta.

Cuando se está en una habitación es muy descortés sentarse en la cama, especialmente si es la cama de una mujer. En cualquier caso, es muy indecoroso e indica familiaridad inadmisible, tenderse en la cama y conversar así.

En las visitas y en las conversaciones, la cortesía exige conformarse a aquellos a quienes se visita y no denotar ninguna singularidad. Sería totalmente contrario al respeto que hay que tener hacia las personas con las que se halla uno, estar sentado mientras ellas estén de pie, caminar cuando ellas se paran, y leer, o más aún dormir, cuando conversan.

La urbanidad también exige condescender y acomodarse a los demás en todo lo que está permitido, de acuerdo con la ley de Dios; pues nunca está permitido violarla por condescender con quienquiera que sea, ni aprobar el mal que se ve cometer a los libertinos.

En tales ocasiones hay que abandonar la compañía o manifestar el pesar que se siente mediante la modestia y la gravedad del rostro.