Protocolo y Ceremonial. Centenario y funeral
Los monarcas de distintas épocas celebran con mucho protocolo todo tipo de acontecimientos
Centenario de la Revolución de mayo o funeral
Cuando la reina Victoria I de Inglaterra , que había heredado el trono a los 19 años, tuvo en 1841 el tercero de sus nueve hijos, Alberto Eduardo, se entusiasmó mucho. Gastó 200 libras para ceremonias y festejos por el nacimiento del niño y le dio el título de Príncipe de Gales. Este dandy heredó el trono de Inglaterra al morir su madre en 1901. Pasó a ser Eduardo VII , pero se le ocurrió morirse el 6 de mayo de 1910.
Así nos embromó un poco porque, monarcas y gobernantes del mundo, algunos de los cuales podrían haber venido al país para el centenario de la Revolución de Mayo , optaron por ir al entierro. Y, claro, no existían los vuelos regulares así que un rey no podía, como ahora, estar un día en un continente y al día siguiente en otro.
Sin embargo, parece que el cielo contempló la situación porque dispuso enviar también su embajador y nos mandó al cometa Halley , el que el 16 de mayo de 1910 se acercaba y sembraba algo de temor entre los habitantes del orbe. Ese día la prensa informaba que el astro errante había llegado al perihelio y que comenzaba su declive hacia la Tierra. Se calculaba su fecha crítica para el 18 de mayo.
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Pero no era cuestión de achicarse con el ceremonial, de manera que, como no podía venir Alfonso XIII , desde la Madre Patria nos enviaron a la infanta Isabel de Borbón, que llegó el 18 de mayo e hizo su paseo triunfal el 19 de ese mes, igual que el cometa.
Antes de desembarcar en el puerto de Buenos Aires la ilustre huésped, su vapor, el Alfonso XII, se acercó tanto al París, que lo escoltaba, que lo chocó. Varios tripulantes españoles saltaron a la cubierta del París donde había marineros argentinos. La infanta se interesó por los de su país y, luego de comprobar que no hubo heridos, comentó: "Es lógico que los choques entre argentinos y españoles sean sin consecuencias".
Los diarios hablaban más del centenario que del cometa. La Prensa de Buenos Aires, que costaba siete centavos, sostenía que era conveniente pintar de blanco las maderas que circundaban la construcción del Palacio de Correos y Telégrafos, en calle Sarmiento y Corrientes, a efectos de que no ofreciera una mala vista a la princesa. El traslado y alojamiento en la ciudad, de la princesa, más custodia y protocolo, demandaban unos 10 mil pesos diarios.
Ya había llegado el presidente de Chile, Pedro Montt (quien iba a fallecer ese mismo año, pero en agosto) y cadetes chilenos. El vicepresidente del Perú, Eugenio Larrabure y Unanne , vino también con cadetes.
Se inauguraban monumentos por todas partes. En Buenos Aires a San Martín, a la Primera Junta, a Saavedra. En Córdoba se puso la piedra fundamental del monumento a Colón. En Rosario se inició la construcción del Hospital Centenario, etcétera.
El entierro del príncipe de Gales fue el 15 de mayo de 1910. El protocolo dispuso que detrás del féretro fuese Jorge V , rey de Gran Bretaña, y el príncipe Arturo. Después venían los reyes Jorge I de Grecia , Federico VIII de Dinamarca , Alfonso XIII de España , Haakon VII de Noruega , Manuel II de Portugal , Alberto I , rey de Bélgica y príncipe de Prusia. Luego, más atrás, venían unos cuantos ministros y el representante del presidente William Taft de los Estados Unidos y, entre otros, Abbas II de Egipto . (A este rey, o mejor dicho jedive, lo mandaron más atrás, como si Gran Bretaña adivinara que lo iba a deponer en 1914 por adherirse Turquía a los imperios centrales en la Primera Guerra Mundial).
Semejante protocolo nos recuerda que cierta vez le preguntaron al joven poeta y matemático iraquí Abú -Nasr si en un sepelio se debía caminar delante o detrás del difunto.
-Hijito, -contestó-, en un sepelio procura no estar dentro del féretro. Después de eso, cualquier posición es buena.