Puntualidad y mucho protocolo.
El Presidente argentino se sometió a los rígidos rituales de su anfitrión durante el encuentro.
El Presidente argentino se sometió a los rígidos rituales de su anfitrión durante el encuentro.
El ritual se repite sin alteraciones casi desde siempre. El presidente invitado entra solo en los jardines del Palacio del Elíseo, camina 100 metros por un sendero de pedregullo y en las escalinatas, frente a un portal esplendoroso, sale a recibirlo el anfitrión.
Una guardia de honor con ballonetas y clarines acompaña la escena. El presidente Néstor Kirchner cumplió cada paso ayer, a las 9.30, sin un segundo de demora.
Su colega Jacques Chirac lo abrazó, posaron para las cámaras y entraron en el edificio que se hizo construir en 1718 el conde d'Evreux, antes de que la revolución lo hiciera público.
Pasaron intercambiando sonrisas, todavía con los traductores lejos, por la sala donde Napoleón firmó su abdicación en 1815 y entraron en un despacho amplio, escenario de una reunión profunda y llena de matices.
Con Kirchner ingresaron su esposa, Cristina Fernández; el canciller Rafael Bielsa; el jefe de Gabinete, Alberto Fernández; el ministro de Economía, Roberto Lavagna, y el embajador Archibaldo Lanús. Chirac, sin ninguno de sus ministros, los esperaba con su vocero, Jerome Bonnafont, dos altos funcionarios de la cancillería y el embajador Francis Lott.
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A las 10 y cuarto se cumplió el plazo que marcaba la agenda y Chirac acompañó a Kirchner y a su esposa hasta las escalinatas.
El ritual se repitió, salvo que Kirchner -famoso por su desdén al protocolo- despidió con un abrazo más cariñoso al líder conservador que mejor le cae.